La grandeza de David Barrufet y la pequeñez del Barça
Las diferentes directivas no pueden ignorar a las figuras que han trascendido en su sección y han capitalizado al club
La vida en el Palau es diferente a la del Camp Nou. En el estadio coinciden y conviven aficionados al futbol barcelonistas que pueden ser rivales en el baloncesto, el balonmano, el hockey patines o el fútbol sala cuando se citan en al Blaugrana. No todos los presidentes han sabido estar en los dos sitios por más que se sepa que una de las características del FC Barcelona es un carácter polideportivo que abraza también a secciones no profesionales.
La política azulgrana ha resultado a menudo controvertida por sus relaciones con los demás clubes de Cataluña. A veces se acusa al Barcelona de querer abarcar el deporte del país y no dejar crecer a ningún rival de la misma manera que muchas entidades son conscientes de que su supervivencia depende de los tratos que por la vía de los traspasos o cesiones haga con el Barcelona. La competitividad barcelonista ha aumentado tanto que incluso los campeonatos españoles le parecen poca cosa y se exige ganar especialmente la Champions.
El reto pide una hoja de ruta inequívoca y es comprensible por tanto que cada directiva tenga la suya en función de un perfil ideológico y profesional que ya se intuye en la campaña electoral, como ha sido el caso de Joan Laporta. Todos los presidentes cuentan con sus cargos de confianza y el actual ya dio señales de su apuesta por Juan Carlos Navarro, Eric Masip, Gaby Cairo y Xavier Budó. Ahora ya se sabe que Budó es el director de deportes y Xavier O’Callaghan será el mánager deportivo del balonmano, el hockey y el fútbol sala mientras que Cairo se hará cargo de los deportes no profesionales e intervendrá en el hockey.
Tantas novedades han supuesto la salida, de momento, de entrenadores como Xavier Pascual (balonmano) y Andreu Plaza (fútbol sala) y de diferentes directores deportivos o responsables de sección: David Barrufet (balonmano), Toni Miró (hockey), Txus Lahoz (fútbol sala) o Nacho Rodríguez (baloncesto). No todos merecen la misma valoración y difícilmente habría consenso sobre el criterio aplicado para los cambios, en cualquier caso siempre respetables; es lógico y natural que cada junta directiva aplique su programa. Lo que no debería ser negociable en cambio es que el adiós de los afectados sea respetuoso y agradecido, y no funcionarial, como acostumbra a pasar en el Barça.
A las diferentes directivas, por una parte les ha faltado sensibilidad general y por la otra han pecado de falta de grandeza con aquellas figuras que trascienden y se merecen una particular gratitud por ser personas de club, patrimonio de la entidad por encima de cualquier junta, profesionales experimentados y con una gran influencia en los organismos catalanes, españoles y extranjeros, activos que capitalizan el Barça. Hay casos y casos, algunos opinables -tengo debilidad por Toni Miró—y otros son indiscutibles, como el de David Barrufet.
La huella de Barrufet no la podrá borrar nadie porque ha dado identidad al balonmano y vuelo al club por su categoría, liderazgo y servicio al Barça, cualidades objetivables en cualquier auditoria deportiva -no entiendo porque solo se hacen auditorias económicas. Los mismos motivos que se pueden argumentar para justificar su salida de la sección serían válidos para explicar su continuidad en la institución. Pero cuando las cosas no se explican bien se generan interpretaciones peligrosas y se da pie también a malos pensamientos, a creer que las decisiones puedan ser frívolas, provocadas por revanchas personales y no per criterios profesionales -como si se tratara de repartir los cargos.
Las secciones no solo deberían interesar cuando hay elecciones y a final de temporada para contar y descontar títulos. Acostumbradas a ser autónomas y a buscarse la vida por más dinero que cuesten, piden un trato especial cuando los protagonistas no son los deportistas sino sus referentes o hilos conductores desde hace 37 años como es el caso de jugador y director Barrufet. A buen seguro que grupos como Sang Culé i la Penya Meritxell, aficionados que son el motor del Palau, sabrán cómo darle las gracias que hoy le niegan desde el inmenso y silencioso Camp Nou.
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