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Columna
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La primera vez en el Everest

Gestionar el éxito en estos tiempos de pandemia, crisis económica e inestabilidad se convierte en un enorme reto

Andoni Zubizarreta
FC Barcelona femenino
Lluís Cortés y las jugadoras celebran la primera Champions del Barcelona.JONATHAN NACKSTRAND (AFP)

Permítanme una licencia familiar —espero que el libro de estilo de EL PAÍS también esté de acuerdo— para felicitar al FC Barcelona femenino por su victoria en la Champions League. La primera, esa especial primera vez, ese día muchas veces soñado y otras tantas veces tan lejano, tan imposible como un Everest futbolístico inalcanzable.

Y les pido su permiso porque, esta educación lo condiciona todo, no sé si está bien felicitar a tu hijo desde estas líneas pero, tras superar todos los pudores, creo que el acontecimiento lo merece. Por tanto, felicidades, Markel. Y les explico que Markel es el director deportivo del FC Barcelona femenino. Nuestro hijo mayor.

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Y dicho esto, Markel, permíteme compartir contigo, con todos ustedes, un par de reflexiones.

La primera está referida a mis tiempos de jugador, de portero. El 20 de mayo es una fecha escrita en oro en la historia del FC Barcelona. Wembley, el 92 olímpico, los sueños se cumplían y nos dábamos el derecho a soñar en grande. Y pensábamos que a aquella primera Orejona le seguirían muchas más. Es lo mínimo que se podía esperar de un equipo definido como Dream Team. Pero la realidad, el fútbol, vino a visitarnos en septiembre de ese mismo 92 ya postolímpico y, tras empatar en Moscú y llegar al descanso del partido de vuelta en el Camp Nou con un 2-0 claro en el marcador, el CSKA de Moscú nos dejó fuera de la fase de grupos con tres goles en la segunda parte (vaya, lo de las segundas partes terribles parece que no es de hoy). De campeones a eliminados en cuatro meses. También eso fue un récord.

La segunda reflexión tiene que ver con mi paso por los despachos y esa extraña mezcla de enorme satisfacción por la victoria y ese rincón de la mente que te empieza a hablar de la gestión del futuro, de los dosieres a tratar, de las decisiones que hay que seguir tomando para que el éxito no paralice los proyectos, eso que solemos decir que es gestionar la felicidad para que perdure. Todas esas cosas que se suelen llevar en el cerebro de un director deportivo y que hacen que quienes trabajan con nosotros se extrañen de que la sonrisa no sea completa (ahora puede que las mascarillas permitan disimularlo mejor) porque la felicidad del ahora se mezcla con los grises de las decisiones futuras.

Y gestionar el éxito en estos tiempos de pandemia, crisis económica e inestabilidad se convierte en un enorme reto para el que no hay experiencias anteriores con las que te pueda ayudar. Esta es una situación nueva que necesita respuestas para esta nueva normalidad.

El éxito de seguir vivos

Mientras escribo lo anterior pienso en Atlético y Real Madrid, que llegan a esos últimos 90 minutos de Liga para ganarse el derecho a disfrutar de esa maravillosa incertidumbre asociada al éxito y que ellos estarán, seguro, encantados de sufrirlas. Como dirían los clásicos, entre primero y segundo quedémonos con la primera opción y ya hablaremos de cómo, luego, lo gestionamos. Aunque, no se crean, que también saldrá alguna voz, siempre al grito de “Es la economía, estúpido”, que preferirá la segunda plaza, con la Champions asegurada, sin ningún impacto directo en las taquillas por la ausencia de público y un incierto incremento que llegue desde el marketing y que compense las primas y premios que el ganador deberá abonar por ese título.

Y qué les voy a decir de Huesca, Elche y Valladolid, que se juegan seguir en Primera, seguir en la élite y poder seguir en el fútbol de primer nivel con lo que eso supone para el prestigio y la economía sus clubes y de sus ciudades, clubes de Primera en ciudades de Primera. Esos sí que están dispuestos a darlo todo, hasta su alma, para conseguir el éxito de sobrevivir. Y punto.

Porque en estos tiempos que vivimos tanto éxito es acabar primero como seguir vivos.

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