De Eto’o a Diakhaby, el racismo latente
El caso del central del Valencia, 16 años después de lo sucedido con el camerunés, refleja el incómodo silencio y el débil protocolo que sigue detrás de esta lacra en el fútbol español
“¿Rabia?”, se pregunta Lilian Thuram. “No, no. El racismo es mucho peor que la rabia. El racismo es humillación”. El exfutbolista se mudó junto a su familia de Guadalupe a París cuando tenía nueve años. Rápido entendió que algo no funcionaba bien: “En el colegio me hacían sentir peor persona por el color de mi piel”. En 2008, cuando todavía era jugador del Barcelona, creó una fundación que lleva su nombre, para la educación y la tolerancia en el fútbol. Desde entonces, el jugador con más presencia de partidos en la historia de la selección francesa (142), se ha convertido en un referente de la lucha contra el racismo. “La historia del racismo es la historia de la injusticia. Y las instituciones, muchas veces, no quieren ver esa realidad porque implica cambiar las cosas, porque implica decir que las cosas no están bien. Y eso atenta contra el negocio del fútbol. Nadie va a comprar un producto que no funciona bien. Entonces, los que lo venden prefieren mirar para otro lado”.
La Liga de Fútbol Profesional cuenta en cada encuentro con un director de partido que se encarga de elaborar un informe que recoge todas las incidencias que se presenten. “Se tienen que identificar y recopilar las posibles pruebas de lo sucedido a través de todos los soportes disponibles en La Liga y si es pertinente se presenta una denuncia tanto ante el Comité de Competición de la Federación Española de Fútbol (RFEF) como ante la Comisión Antiviolencia”, explican fuentes de la patronal.
El pasado domingo 4 de abril, sucedió algo inédito en el fútbol español: los jugadores del Valencia abandonaron el campo tras un supuesto insulto racista de Cala, jugador del Cádiz, al valencianista Diakhaby. “Es interesante lo que pasó. Cala asegura que no lo insultó mientras que Diakhaby dice que sí. Históricamente, cuando alguien es acusado de racismo niega haberlo cometido. Y, cuando se trata de una persona negra, es más fácil decir que no es verdad. Diakhaby no es un loco, si reacciona de esa manera es porque se sintió humillado”, explica Thuram.
El partido estuvo 25 minutos interrumpido hasta que los jugadores del Valencia decidieron volver al campo. “El árbitro no lo escuchó, por lo tanto, no puede actuar. No hay un protocolo para este tipo de situaciones. Y el partido ya estaba completamente prostituido: había dos jugadores que estaban mentalmente fuera del encuentro”, explica Eduardo Iturralde González, que fue árbitro de Primera entre 1995 y 2012. “Es la palabra de un jugador contra la del otro”, interviene el doctor en Humanidades Salva Moya, experto en racismo. Y añade: “En el caso de los cánticos racistas desde la grada está claro cómo hay que actuar. Primero se advierte desde megafonía. Si continúan se detiene el partido y, por último, si nada cambia, se suspende. En una situación como la que se vivió en Cádiz no hay un protocolo claro”.
“¿De verdad el árbitro tiene que suspender el partido porque un jugador dice que lo han insultado si él no lo escuchó?”, se preguntan de la Federación. La entidad cuenta con el Departamento de Integridad, que actúa cuando se cometen presuntas infracciones. En el caso de que lo considere necesario eleva una denuncia al Comité de Competición (Primera y Segunda), que evalúa si procede la apertura de un expediente. Entonces es cuando se nombra a un instructor que investiga lo sucedido. “Desde el lado de la Federación está claro: se tiene que denunciar que pasó algo. O lo hace el Comité de Integridad o lo hace la parte interesada. En este caso, el Valencia presentó una denuncia y ahora se tienen que demostrar los hechos”, añaden las mismas fuentes. La Federación continúa con su proceso de investigación.
“No quieren erradicar el problema”
LaLiga, en cambio, ya tiene su veredicto. “Tras el análisis de los elementos, se concluye que no se ha encontrado en ninguno de los soportes disponibles en La Liga prueba alguna de que el jugador Juan Torres Ruiz (Juan Cala) insultara en los términos denunciados a Mouctar Diakhaby”, informó la LFP el pasado lunes, en un comunicado. El informe de la patronal, en cualquier caso, no tiene validez jurídica. Y el jugador del Valencia no está conforme: “Pretendo llegar al final de esta historia, en el sentido de que no estoy loco por parar durante un partido, salir del campo y crear una falsa polémica”, replicó Diakhaby. “No conozco personalmente a Juan Cala. No puedo permitirme decir que es racista. Pero ese día hizo comentarios racistas y por eso quiero que sea castigado. No quieren erradicar el racismo porque no sancionan a los protagonistas. Y no quiero decir que sean cómplices, pero es cierto que no se sanciona”, se quejó el futbolista francés.
Para Thuram es un problema de sordera, una indiferencia incómoda para las instituciones. “Se tiene que escuchar a la gente que sufre el racismo. Estoy convencido de que muchas veces las personas que dicen un comentario racista lo hacen sin pensar. El problema es que cuando piensan ya es demasiado tarde. Y hay algo muy grave: como es habitual, se piensa que se tiene que asumir. Se tiene que pensar: ‘No pasa nada, es normal’. Y, a veces, hasta lo aceptas”, explica el campeón del mundo en 1998.
“Hay una teoría de que hay gente que no es racista, pero dice comentarios racistas. ‘Insultamos solo para desestabilizar al rival’, dicen. Esa teoría se desbarata cuando hay aficiones que insultan a sus propios jugadores. No se puede banalizar este tema”, analiza el experto Salva Moya. El brasileño Cacau, nacionalizado alemán, trabajó como comisionado de Integración de la Asociación Alemana de Fútbol (DFB). “Parece que es una situación normal provocar a un rival. No se puede traducir rivalidad en insultos racistas”, explica el exfutbolista, que jugó 12 partidos con la Mannschaft entre 2009 y 2012. A Cacau le pasó algo paradójico. “En Brasil, sufrí discriminación y, en parte, también el racismo. Cuando llegué a Alemania, mucha gente me advirtió de ello y me dijo lo peligroso y difícil que era el tema del racismo en Alemania. Pero aquí he vivido lo contrario”, cuenta.
Thuram, en cambio, recuerda varios episodios racistas. “Tuve entrenadores que decían que los porteros negros siempre terminaban por cometer un error o que los defensas negros no mantenían la concentración todo el partido. Otros que me dijeron que los negros éramos vagos”, recuerda. Y explica que, en Italia, lo discriminó un rival: “Tuvo que intervenir un compañero. No me fui del campo. Pero ahora, por suerte, hay una generación de jugadores que no aceptan más eso. Cuando te insulta la afición, intelectualmente puedes entender lo que sucede; cuando lo hace un compañero de profesión es traumatizante”, subraya el francés.
El punto de inflexión
En España, hubo un punto de inflexión en 2005. Samuel Eto’o, futbolista camerunés del Barcelona, amenazó con abandonar La Romareda tras recibir insultos racistas de la afición del Zaragoza. “Ese gesto sirvió. El gobierno se lo empezó a tomar en serio”, explica Salva Moya. Un año antes, en 2004, se había creado el Observatorio de la Violencia, el Racismo y la Intolerancia en el Deporte, consecuencia de la frase de Luis Aragonés a José Antonio Reyes sobre Henry: “Dígale a ese negro que usted es mejor”. El presidente del Observatorio era Javier Durán, doctor en Sociología del deporte, y lo integraban miembros del Consejo Superior de Deportes, de la Federación, de la Liga, del Sindicato de Jugadores, del Colegio de Árbitros y de Aficiones Unidas. “Lo de Eto’o dio mucha fuerza. Este grupo fue el que reclamó e impulsó la ley”, explica Estaban Ibarra, miembro del Observatorio. En 2007, se aprobó la Ley contra la violencia, el racismo y la intolerancia en el deporte. “En esa Ley está todo. El problema es que no se cumple y que el observatorio se dejó de reunir”, concluye Ibarra.
¿El caso de Diakhaby puede marcar un precedente como lo hizo el de Eto’o? “Es prematuro hacer valoraciones de ese tipo cuando el expediente sigue abierto, máxime después de que la investigación que abrimos en LaLiga para identificar posibles pruebas se ha cerrado sin que haya ninguna constatación de que se haya producido el hecho denunciado”, responden fuentes de la patronal. “Inglaterra es un espejo donde mirarse”, reflexiona Salva Moya; “no son más inteligentes ni mejores personas. El problema les llegó antes y antes empezaron a combatirlo”.
“Trabajar con Kick It Out (asociación que se encarga de controlar cuestiones raciales en el mundo del fútbol) ha logrado un gran progreso en la lucha contra el racismo a través de una variedad de iniciativas y de asociaciones de clubes”, dice Richard Masters, director ejecutivo de la Premier. En 2019, la liga inglesa lanzó la campaña No room for racism (No hay lugar para el racismo) para insistir en su compromiso para frenar la discriminación. Y nunca se andó con chiquitas. En 2020, el presidente de la Asociación Inglesa de Fútbol (FA), Greg Clarke, tuvo que dimitir por utilizar el término “gente de color” en referencia a los negros.
“Mi experiencia en Inglaterra fue muy mala”, reacciona Kiko Casilla, sancionado en 2020 con ocho partidos y 70.000 euros de multa por un presunto insultó racista a Jonathan Leko, durante un partido entre su equipo, el Leeds, y el Charlton. “Parecía que no existía la presunción de inocencia. Me acusaron de decir una palabra que yo ni sabía que existía [nigger]. Durante los seis meses que duró el proceso, que terminó con un juicio en Wembley, fue muy duró lo que tuve que vivir tanto en los estadios como por lo que leía en la prensa y en las redes sociales. Le pidieron vídeos hasta a los aficionados que había en la grada y no pudieron demostrar nada. Me quisieron utilizar como cabeza de turco para ejemplificar”, explica el exportero del Madrid. “La FA ha basado su decisión en la probabilidad en lugar de demostrar que es culpable más allá de cualquier duda. Siempre pensamos que la carga de la prueba es lo más apropiado”, comunicó, una vez efectiva la sanción, el Leeds.
El ejemplo de la Premier
“Parecía como si me quisieran humillar. Parecía que querían que lo hubiera insultado”, cuenta Casilla, quien siempre tuvo como ídolo y mentor al camerunés Thomas N’Kono, entrenador de porteros del Espanyol. “También hay que destacar todo lo que hacen. Respecto de la liga española, la Premier tiene todo mucho más controlado y vigilado. Hay muchas campañas que creo que a los jugadores nos favorecen. El problema es cuando no se usa el sentido común. Mira lo que pasó con Cavani”, insiste el catalán. El delantero uruguayo fue sancionado con tres partidos y una multa de 135.000 euros por contestar con un “gracias, negrito” un mensaje en Instagram. “Cualquier usuario de nuestra lengua en esta parte del mundo entiende que esa palabra, utilizada en el contexto que ha dado lugar a la medida punitiva, posee un claro sentido afectivo, por completo exento de cualquier matiz discriminador o racista”, defendió a Cavani la Academia Argentina de Letras.
“En la lucha contra el racismo prefiero pecar por exceso que por defecto. Es un combate diario y para siempre”, remata Salva Moya, que escribió el libro Sin Odio. De la A a la Z: Racismo y otras discriminaciones en el fútbol (Círculo Rojo, 2019). “En Alemania, la liga, los jugadores y los clubes están muy sensibilizados para que estas cosas no pasen más. Y así es como debe ser. Hablar del tema, hacer campañas y combatir al racismo en todos los lugares de la sociedad”, interviene Cacau.
¿El fútbol español tiene una cuenta pendiente con el racismo? “LaLiga, como parte de la sociedad a la que pertenece, es consciente de que debe seguir trabajando en todos los niveles y con todos los estamentos representativos de nuestro deporte con el fin de hacer todo lo necesario para proteger los valores de igualdad y respeto que prevalecen en nuestra competición del fútbol profesional español”, responden desde la patronal. Y enumeran sus proyectos: Futura afición (para fomentar valores positivos), Manual del aficionado (se reparte en los estadios al principio de la temporada y trata de recordar las buenas prácticas y valores en el campo) o Manual del jugador (se entrega a los futbolistas para erradicar comportamientos de odio).
“La gente que tiene que tomar decisiones no entiende la violencia del racismo. No entiende lo que padecen las personas que son víctimas del racismo. No alcanzan dos manuales que nadie lee y dos charlas a principio de temporada en las que ningún jugador presta atención”, analiza Thuram. Y remata: “Hasta que no se suspendan partidos, no habrá un paso definitivo”. Iturralde González coincide con Thuram: “A grandes problemas, grandes soluciones. El fútbol no está por encima de todo”.
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