Y volver, volver
El Barça se vence ante los fuertes, en las situaciones de máxima exigencia y momentos cumbre
Una lona publicitaria de unos 50 metros con la cara de Laporta se descolgó el pasado 15 de diciembre en un edificio de 17 pisos del Paseo de La Habana, a 100 metros del Bernabéu, en la que se leía: “Ganas de volver a veros”, en referencia, naturalmente, al Madrid. Hoy en Valdebebas, el campo habilitado para los partidos mientras siguen las obras en el estadio, luce un cartel con un marcador inequívoco: Madrid, 2; Barcelona, 1. Laporta dejó de ser candidato para volver a ser presidente del Barça y si tenía ganas de volver a ver al Madrid era para volver a ganar al equipo blanco y ser felicitado por Florentino. Los azulgrana, sin embargo, volvieron a perder en Madrid después de la vuelta de Laporta.
El presidente no funciona todavía como antídoto blanco mientras ejerce de motor del Camp Nou. Los azulgrana han pasado de sobrevivir con el eufemismo de cumplir un año de transición a aspirar a ganar la Copa y la Liga. Las aspiraciones azulgrana se han reducido después de cruzarse con el Madrid. Implacable ante los débiles, protagonista de una prodigiosa carrera de persecución que le llevó a sumar 51 de 57 puntos desde su caída en Cádiz, el Barça se vence ante los fuertes, en las situaciones de máxima exigencia y en los momentos cumbre, cuando depende precisamente de sí mismo, como ya pasó también ante el PSG.
El Madrid descubrió en media hora las carencias disimuladas por el Barça durante 19 jornadas de Liga. Necesitan los azulgrana un goleador y un central para dar vuelo a un equipo que está todavía por hacer, demasiado blando, sin cuajo y con poca pegada, perezoso en los repliegues y abatido de forma preciosa (Benzema) o desafortunada (Dest desvió el remate de Kroos). El Barça se había empachado de pelota y el Madrid no paraba de contar goles al espacio, a campo abierto, igual que ya ocurrió con el Liverpool en la Champions.
El contexto invitaba a la ofensiva azulgrana porque le valían dos resultados y hasta la derrota no les descarta para el título a la espera del partido del Atlético. Y el Barça salió a jugar, a convencer, a trascender, a someter al Madrid. El equipo de Zidane, respondió desde el silencio, ocupado en ganar, consciente de que siempre llega a tiempo, nunca parece estar en el sitio equivocado, igual de respetuoso con su historia que con el contrario, como se advirtió en la alineación de Valverde por Asensio.
También Koeman entendió que el centro del campo acostumbra a ser la línea decisiva en las citas más trascendentes y optó por adelantar a De Jong a cambio de dar entrada a Araújo como tercer central y prescindir de Griezmann. La vieja guardia madridista frente a la juventud azulgrana: Kroos-Casemiro-Modric ante Pedri-Busquets-De Jong. Los detalles tácticos también juegan cuando los técnicos son flexibles como es el caso de Koeman y Zidane.
No le quedó más remedio al holandés que rectificar en el descanso y el equipo se activó a partir del orgullo de futbolistas como Mingueza. A pecho descubierto, el Barça compitió como si fuera el Madrid y el Madrid se encogió como si se tratara del Barcelona. Los papeles se intercambiaron y Zidane se espantó tanto cuando vio agotado a su equipo que quitó a Benzema, Vinicius y Kroos. La caída y desnaturalización madridista propiciaron el arrebato del Barça. Acabaron los azulgrana como empezaron, valientes y aspirantes a un mejor resultado, después de la expulsión de Casemiro, un posible penalti de Mendy a Braithwaite y un tiro al palo de Ilaix. Tampoco acertó Messi por séptimo partido seguido ante el Madrid. No tuvo suerte el Barça, tan desacomplejado como su presidente Laporta. No es propaganda, sino que después de perder ya pide la revancha contra el Madrid.
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