La única autoridad se llama Koeman
El mal momento de la vieja guardia invita al técnico a acelerar la transición en el Barcelona
Acabado el partido, Ronald Koeman tiene por costumbre aguardar por cortesía a sus jugadores a pie de campo para agradecer su compromiso con independencia del resultado y como muestra de la complicidad del vestuario del Camp Nou. El ritual se rompió el domingo después de empatar con el Cádiz. El técnico saludó a su colega Álvaro Cervera y se retiró decepcionado porque su equipo se había dejado empatar en el último momento y desaprovechó la oportunidad de situarse a seis puntos del líder Atlético. Aunque se podían discutir sus cambios, especialmente el de Pedri, nadie cuestionó la actitud ni el ascendente de Koeman.
A falta de presidente hasta el 7 de marzo y con el futuro del capitán Messi en el limbo, “la única autoridad es la del míster”, señalan desde el Camp Nou. “Y se la ha ganado”, insisten. “Los jugadores creen en el técnico y asumen su responsabilidad como se vio cuando comparecieron Piqué y Jordi Alba para inculparse del 1-1 contra el Cádiz”. Koeman ejerce de portavoz del equipo y del club ante el vacío de la institución. “El penalti que le pitan el domingo a Lenglet recordó al gol anulado a Messi en LaLiga que se llevó el Atlético en 2014”, insisten desde el club. “Nadie protesta, sino que se asume el fallo con resignación y como castigo a los errores propios”.
Nadie le mueve la silla a Koeman, sino que se le pide que ejerza más de entrenador y acelere la transición del plantel después del empate con el Cádiz y la derrota ante el PSG. Ambos resultados se han dado cuando ha formado la pareja de centrales titular —Piqué y Lenglet— y el lateral Alba (31); Busquets ha ejercido de volante central y Messi se ha quedado como único argumento ofensivo por el carácter inofensivo de Griezmann y Dembélé. Piqué (34 años) forzó su regreso después de una grave lesión y, sin embargo, se ha echado en falta a Araújo de la misma manera que se ha constatado que no hay sustituto para Busquets (32).
No hay competencia
La falta de competencia en puestos clave, pocos tan decisivos como el de mediocentro, así como las lesiones de Ansu Fati y Araújo, han provocado la continuidad de la vieja guardia. También ha impedido completar el rejuvenecimiento del equipo tras la irrupción de Pedri y la consolidación de De Jong. Salvo Sergi Roberto, en fase de recuperación, el equipo que disputó los dos últimos encuentros se puede considerar como el titular y sus resultados han sido 1-1 y 1-4. El remonte se adivina imposible contra el PSG, muy difícil ante el Sevilla en Copa (2-0) y casi se descarta LaLiga.
El riesgo que corre el equipo es el de quedarse en el mes de marzo sin mayor objetivo hasta final de temporada que el de clasificarse para la próxima edición de la Champions. Y el margen de mejorar la plantilla en el mercado del próximo verano con la directiva elegida dentro de quince días será igualmente limitado por la masa salarial, la más alta de Europa (unos 650 millones) y por la deuda de 1.173 millones (730 a corto plazo). La precariedad ya ha impedido atender a las peticiones de Koeman, que pretendía fichar a un central (Eric García) y a un delantero (Depay), ante la falta de contundencia en las áreas del Barcelona.
A los jóvenes les cuesta mezclar con los veteranos y, ante la falta de una clase media que facilite la cohesión, se ha quedado un equipo indefinido, que concede ocasiones y no aprovecha las oportunidades, sin capacidad para controlar los partidos ni para presionar en cancha contraria, demasiado lento para atacar y defender, expuesto a las transiciones y a los fallos, presentes también contra el Cádiz. El panorama reclama la intervención de Koeman. El técnico necesita ampliar el trabajo táctico para corregir colectivamente los gazapos individuales y abonar cambios en la alineación que favorezcan el renacimiento del Barça.
No hay más salvavidas que Koeman.
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