Lucas Pérez despierta al Alavés
El equipo de Garitano se impone al Eibar tras la salida del delantero gallego
¿A qué hora empieza el fútbol?, pregunta en voz alta un aficionado, que paga un abono, o tal vez ha tenido la funesta idea de comprar una entrada. Sonaba un concierto en la grada de fondo y emitían anuncios comerciales las pantallas gigantes, mientras unos deportistas a rayas azules y blancas y otros uniformados con una coloración sospechosa, que ni un daltónico se hubiera atrevido a diseñar, jugaban a algo parecido al festival de la colina de Hooper, donde una tropa desorganizada persigue un queso Gloucester ladera abajo, aunque en este caso, con un balón de la marca Puma y sin ladera, que para eso se jugaba en la Llanada Alavesa. Porque fútbol no era, oiga. Había porterías, pero los que rodaban el queso no se habían percatado de tal circunstancia.
¿A qué hora empieza el fútbol?, repetía el aficionado, cada vez menos aficionado, veinte minutos más tarde. Se dio cuenta entonces, de que tal vez ya estaba en marcha el partido, porque uno de los porteros agarró el balón con las dos manos, Pacheco concretamente, poco antes de las pantallas se pusieran en blanco y dejaran de emitir anuncios, aunque en realidad se tiñeron de azul, que es como se ponen en blanco los artilugios electrónicos.
Así que el resto de los asistentes, que ya no podían mirar anuncios, salvo los del coro, que seguía cantando, se pusieron a silbar porque no tuvieron más remedio que mirar al césped y se encontraron con la cruda realidad de lo que allí pasaba, y que además no había queso Gloucester, y que se jugaba un partido de Liga y no el festival de las colinas de Hooper. Los que perseguían el queso-balón no se dieron cuenta de para qué servía hasta que Camarasa se lo encontró en el área y disparó para que Dmitrovic se lanzara al suelo para detenerlo. Corría el minuto 43.
Pero el partido no empezó ahí, sino dos después, con los 15 de reglamentario descanso de por medio. Dos y veinte segundos, porque Garitano dejó en la caseta al debutante serbio Fejsa y puso en el campo a Lucas Pérez, que, dicen, podría ser el sustituto de Dembelé si al jugador del Barça le dan la baja médica para más de cinco meses. En el saque de centro del Eibar, un mal control le regaló la pelota a Joselu, que corrió la banda en solitario y vio la llegada de Lucas por el centro del área para explotar su mejor cualidad, el gol. Un recado al Barcelona.
Se abrió el Eibar, necesitado, y Lucas, como un pavo real, desplegó su plumaje en un par de acciones, con más campo a su favor, para mejorar el valor de sus acciones en la bolsa de LaLiga. En el minuto 65, hizo de pantalla para que Aleix Vidal cogiera ventaja en su carrera y enviara en paralelo al área, para que Joselu, el otro gallego de la delantera alavesista, la dejara pasar entre las piernas, y el escocés Burke, llegando desde la segunda línea, fusilara a Dmitrovic. En ese momento ya había partido. Al Eibar no le quedba otro remedio que jugarlo si había empezado su rival, así que se puso a ello. En el minuto 82 ingresó en el campo el japonés Inui, que uno más tarde recibió la pelota en el vértice de área y vio desmarcado a Orellana, que buscó espació y disparó para marcar el gol que acortaba distancias.
Pero habían sido muchos minutos persiguiendo el queso, y ya no tuvieron tiempo ni ladera para más. Ganó el Alavés, que mejora bastante su situación.
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