Lewis Hamilton iguala los siete Mundiales de Fórmula 1 de Michael Schumacher
“Niños, soñad lo imposible y nunca dudéis de vosotros”, dice el piloto británico que vence en Turquía con una demostración de poderío y confirma su enorme dominio en el campeonato
En un domingo solo para valientes, en una carrera más propia de cualquier episodio de Los Autos Locos que de un gran premio de Fórmula 1, Lewis Hamilton trascendió como tanto le gusta este domingo en el Istanbul Park, un circuito recuperado del olvido por exigencias del guion y del coronavirus, al coronarse campeón del mundo por séptima vez, una cifra que le permite heredar a todos los efectos el trono en el que Michael Schumacher se sentó desde 2006 y hasta esta intempestiva mañana de noviembre en Turquía. Hamilton, que posee los mismos títulos que el alemán, pero tres victorias (94), 29 pole (97) y ocho podios (163) más que él, se convierte de esta forma en el piloto más exitoso, aunque, evidentemente, eso sea solo el veredicto de las estadísticas.
A los 35 años, la inercia triunfante que lleva el chico de Stevenage no le permite a uno adivinar con una mínima pizca de seguridad el momento en el que comenzará a caer. Menos aún si sigue en Mercedes –aún no ha renovado el contrato que expira este curso–, algo que en principio no debería estar en cuestión.
La misma brutalidad con la que Schumacher y Ferrari arrasaron a principios de la década de los años 2000 la han replicado Hamilton y Mercedes desde la entrada en escena de la tecnología híbrida en el campeonato (2014). Seis entorchados para el británico y siete de siete para la escudería de la estrella confirman el binomio más dominante de la historia del certamen.
Sus estratosféricas habilidades con un volante en las manos, combinadas con una insaciable voracidad que le propulsó en sus inicios y esos rasgos tan atractivos para los patrocinadores, han convertido a Hamilton en una estrella del rock, en el principal embajador del Mundial, su imagen de marca, exactamente el mismo papel que interpretó Schumacher en su día.
Pero al margen de todos estos complementos, Hamilton es, en esencia, un auténtico animal competitivo que cuando se sube al coche solo quiere rodar más rápido que nadie para llegar el primero a la meta. Eso volvió a quedar claro en Estambul, donde el heptacampeón tuvo que arremangarse más que nunca para hacer frente a uno de los grandes premios más exigentes de su vida.
La resina de la mezcla con la que se reasfaltó el trazado hace menos de dos semanas subió a la superficie y convirtió el piso en un cristal mojado por el que los monoplazas trompearon, culetazo por aquí y salida de pista por allí, y en el que, sin que sirva de precedente, el talento, el factor humano, prevaleció sobre la mecánica. Y son exhibiciones como esta última las que llevan a pensar que Hamilton es el mejor de todos. Por como arrancó (se puso el tercero tras salir el sexto), por como se mantuvo siempre en el grupo de cabeza sin perder ninguna de sus opciones, y por como pasó al ataque superado el ecuador de la prueba, cuando el asfalto comenzó a secarse tras el temporal que azotó la zona hasta más allá de media carrera.
Mientras Valterri Bottas, su vecino de taller y el único que podía posponer su alirón, fue de derrape en derrape hasta ser incluso doblado a 12 vueltas del final, él lo hizo todo bien. Y así, demostrando por qué merece recibir el mismo trato que Schumacher, sumó su décimo triunfo del curso, uno de los más publicitados de su vida, en este caso por delante de Pérez y Vettel, y con Carlos Sainz en la quinta plaza final.
Hamilton clavó todo lo que hizo con la misma frialdad y acierto que habría firmado el propio Schumacher, hasta el punto de decidir quedarse en la pista en los últimos dos giros, cuando la lluvia amenazaba con volver a jarrear. El británico cruzó la línea de meta sin neumáticos y se quedó sin palabras, un largo silencio antes de comenzar a llorar desconsoladamente. El chico de Stevenage se tomó su tiempo para bajar del coche, hasta el extremo de que Checo Pérez (segundo) y Sebastian Vettel (tercero), terminaron casi medio minuto después de él y tuvieron tiempo de felicitarle cuando todavía permanecía sentado dentro de su habitáculo, como descolocado. “Acabas de hacer historia”, le soltó Vettel, todavía con el casco puesto, tras darle un emotivo abrazo.
“Me siento como si acabara de comenzar”
“Esto supera por mucho cualquier sueño que pudiera tener cuando era pequeño y miraba las carreras por televisión”, dijo luego Hamilton, todavía con un nudo en la garganta. “Soñaba con esto desde que era pequeño, cuando veía los Grandes Premios, pero esto va más allá de mis sueños. Quiero mandar un mensaje muy importante a los niños que están viendo esto: que nadie os diga que no podéis hacerlo, soñad lo imposible, trabajadlo y nunca dudéis de vosotros mismos", ahondó el piloto, que a pesar de no haber renovado todavía con la marca de la estrella parece decidido a hacerlo.
“Me siento como si esto acabara de comenzar. Para millones de personas ha sido un año muy difícil. Es verdad que muchos me ven y creen que estas cosas no me afectan, pero tampoco sabía muy bien cómo afrontarlo. Quiero ayudar a la F1, quiero ayudar a Mercedes y quiero hacer de este mundo un lugar más sostenible”, añadió el corredor, que quiso remarcar lo difícil que ha sido competir esta temporada, por la amenaza permanente del coronavirus. “Este año me he sacrificado más que nunca, no he hecho nada excitante para no poner en riesgo el Mundial. No he hecho más que llamar al servicio de habitaciones”, zanjó Hamilton.
El mexicano Sergio 'Checo' Pérez se sube al podio
El mexicano Sergio Pérez (Racing Point) acompañó a Hamilton en el podio y logró el segundo puesto en Estambul reivindicando su enorme calidad y poniendo fin a la mala racha que le perseguía durante toda la temporada. Fue una carrera desigual, pero la templanza de Sergio ‘Checo’ Pérez para conservar los neumáticos durante 58 vueltas terminó dando resultados.
Nadie como Lewis para correr en una pista mojada, pero esta vez, el Checo Pérez, de 30 años, logró ponerse en cabeza de la carrera en un par de ocasiones. Sin embargo, su bólido rosa era incapaz de seguir el Mercedes de Hamilton, que lo superó con menos de 15 vueltas por disputar. Con Hamilton como líder, el mexicano se adaptó y cuidó la carrera para conservar su puesto. Su estrategia fue cuidar los neumáticos.
Para Checo fue un consuelo y terminar quitarse la espina de la última carrera cuando una parada a pitts le quitó la oportunidad de podio. Para este domingo, el tapatío decidió no volver a cometer el error y festejó con su equipo junto a los más grandes. La mala racha que perseguía al Checo Pérez desde que inició la temporada comenzó a romperse el sábado cuando logró el tercer lugar en la parrilla de salida, su mejor posición en 10 años de carrera. La incertidumbre por su futuro en la Fórmula 1 no impidió que Checo mostrara su talento y sangre fría para conservar sus neumáticos durante 58 vueltas.
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