Alirón del Madrid, drama en Granada
Los blancos ganaron la Liga 75-76 ante el equipo de Miguel Muñoz, que bajó
En 1975, el presidente del Granada, Cándido Gómez, (Candi para la afición, pues ese había sido su nombre de guerra como portero del equipo), estaba decidido a que el Granada abandonara su leyenda de ferocidad —ya se había ido Aguirre Suárez y Fernández seguía suspendido— y alcanzara plaza europea. Por eso apuntó muy alto para el puesto de entrenador: Miguel Muñoz.
Once años futbolista del Madrid más 14 como entrenador lucían un carretón de títulos. En la 73-74 se marchó del Bernabéu por los flojos resultados y aburrimiento mutuo entre la afición y él. Tras un curso sabático, aceptó la oferta de Candi, vio varios partidos del Granada en el final de la temporada anterior y contribuyó a rehacer la plantilla. Juntos tomaron una decisión controvertida: dar la baja a Porta, Pichichi de la 71-72. Caso curioso el de este jugador, visto por recelo por sus entrenadores y con entusiasmo por el público. Dos años antes, el Barça había ofrecido 20 millones por él. Ahora le dejaban en libertad. A cambio llegaba Megido, artista gijonés de 21 años, ya internacional.
Megido tiró de los abonos y Muñoz, con su halo y sus chascarrillos madrileños, fue bien visto, y eso que la patada de Fernández a Amancio había envenenado la relación entre ambos clubes. En Granada muchos defendían que la leyenda de ferocidad del equipo se exageró a conciencia desde la capital.
Muñoz llegó con buen ánimo e incluso se acompañó de Fernández Seguí, preparador físico licenciado en el INEF, una novedad en entonces. Y el Granada dejó el autocar y comenzó a viajar en avión, como sólo hacían los grandes en la época. La Liga arrancó con dos victorias en casa y dos empates fuera, media inglesa, se decía. Ritmo de campeón.
Pero pronto cayó en irregularidad y la visita al Bernabéu hacia el final de la primera vuelta fue un fiasco. Muñoz puso a Lis, un delantero torpón, a marcar a Velázquez, que se salió. El Madrid ganó 4-1. La cordialidad ambiental entre Muñoz y el madridismo y su saludo afectuoso con su sucesor, Miljanic, no sentaron bien.
Muñoz tocaba y tocaba las alineaciones dando una de cal y dos de arena. Vivía en un hotel; tenía tertulia con un círculo de aduladores, donde contaba y recontaba las proezas del Madrid de Di Stéfano; y cambiaba entrenamientos para acomodar viajes a Madrid en su inmenso Dodge, que daba el cante en las calles de Granada. El público se le empezaba a poner en contra. Volvieron a Los Cármenes los gritos de ¡Poooorta! ¡Poooorta…! que recriminaban la decisión del verano. La simpatía entre Candi y Muñoz se enfrió.
Cuando el sueño europeo ya era una quimera, hizo una declaración que le puso en evidencia en toda España. Se quejó de que los árbitros siempre ayudaban a los grandes. ¡No lo había notado durante sus 25 años en el Madrid! Pero en el descenso ni se pensaba. A falta de cinco partidos, al Granada le bastaba con ganar uno o empatar dos para la salvación matemática. Perdió en Atocha, normal.
Yo no descendí al Granada, el Granada me descendió a mí
Recibió al Espanyol y perdió con autogol de Grande, para colmo un exmadridista llegado el año anterior. Cayó en Mestalla y ya sólo quedaban dos jornadas para hacer dos puntos. La primera de ellas, la visita del Madrid, líder, pero que venía desinflándose y abatido por la fuerte sanción de la UEFA tras el episodio del Loco del Bernabéu ante el Bayern (un aficionado saltó al campo y le dio un puñetazo al árbitro): un año de suspensión en Europa, aliviada después al transformarse en jugar un año lejos del Bernabéu.
Al Madrid le valía el empate. Al Granada, casi. Se especuló durante la semana con un acuerdo, Muñoz mediante, pero… Los resquemores por la lesión de Amancio y sus secuelas evaporaron esa posibilidad, si es que existió. La víspera entrevisté a Muñoz, muy incómodo y molesto con todo.
Ganó el Madrid 1-2, con un gol y una asistencia de Macanás. Los blancos cantaron el alirón apenas 23 meses después de aquella lesión de Amancio (Fernández jugó, pero no el gallego, que sí estuvo en los partidos anterior y posterior) mientras el Granada se retiraba con la cabeza gacha. La semana siguiente perderá y bajará en La Romareda.
Tiempo después, Miguel Muñoz, declaró: “Yo no descendí al Granada, el Granada me descendió a mí”. Aquella, su primera experiencia fuera del Madrid, fue un fracaso, pero luego reharía su carrera entre Las Palmas, el Sevilla y la Selección. Peor le fue al Granada: tardó 35 años en regresar a Primera.
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