Marco Asensio, el más clarividente
En su primera titularidad del curso, el balear fue el mejor del Madrid durante la primera parte, mientras le funcionó el depósito
¿Jugadores hooligans? Puede ser, pero no, lo que se ponen al cuello en las pausas de hidratación no son bufandas, que lo parecen, sino toallas heladas con el escudo del Real Madrid, sacadas de una nevera como la que utilizaba Bielsa en el Athletic para sentarse hasta que se encontró un café caliente debajo del trasero.
Hizo calor en Bilbao, es julio, aunque los más veteranos recuerdan que la última vez que se jugó en San Mamés por estas fechas, durante el Mundial de 1982, las temperaturas alcanzaron los 40 grados y los verdaderos hooligans, los ingleses, se bañaban en la fuente de la plaza de Moyua.
Marco Asensio se puso una toalla helada en el cuello mientras atendía a Zinedine Zidane. El mallorquín no es, por lo habitual, un futbolista caliente. Tiene la frialdad necesaria como para diseccionar los partidos y estar en el lugar exacto y el momento oportuno. Desde su posición en el campo, parece adelantarse a lo que puede suceder, e incluso provocar que suceda. Viéndole jugar no da la sensación de que se haya pasado casi un año en blanco.
Las distancias dentro del rectángulo, los movimientos adecuados, los lleva en el ordenador de su cerebro. La incógnita sobre Marco Asensio era el físico. De hecho, resistió medio partido, aunque jugó 72 minutos. El Real Madrid de los primeros 45 fue el Real Madrid de Marco Asensio, que asumió lo que sus compañeros de línea no interiorizaron. Mientras en la otra banda Valverde parecía atrapado por la nostalgia de sus mejores momentos de la temporada, el mallorquín, en la izquierda, daba el pálpito de estar enchufado desde el primer minuto, cuando el Madrid ejerció una presión feroz que sorprendió al Athletic, y que se fue atemperando con el paso de las acciones, mientras el césped se convertía en una caldera.
Fue Asensio el que obligó por primera vez a Unai Simón, el portero rojiblanco, que estuvo de nuevo notable entre los palos. Fue en un lanzamiento de falta en el minuto cuatro. El guardameta rechazó con apuros y entre Carvajal y Benzema trataron de fabricar otra ocasión que no pudieron concluir por el mal pase del lateral al delantero. Claro que donde las dan las toman, y la vocación ofensiva de Asensio a veces deja vía libre a los rivales que juegan por su banda. Así que Capa, y Williams más adelante, trataron de tomarla al asalto. Fue, de hecho, un intercambio de golpes que no acabó con resultados positivos.
El Athletic no le quiso
En el minuto 22, el guante de Asensio en su pierna zurda colocó un balón muy comprometido en el área del Athletic, complicado de defender, y que Rodrygo remató en el segundo palo aunque sin acertar con la portería. De hecho, todas las acciones interesantes de su equipo llegaron de sus botas. En el 28 filtró un pase a Marcelo al que no llegó su compañero. Casi en el último minuto de la primera mitad, después de un error de Iñaki Williams, golpeó rápido el Real Madrid a la contra y centró Asensio desde la izquierda. Al francés Benzema le faltaron unos centímetros y sólo pudo peinar la pelota, que se marchó desviada.[
Luego, con el marcador ya a favor después del gol de Sergio Ramos, el calor derritió al futbolista del Real Madrid, que, cuando era juvenil, quiso jugar en el Athletic, el lugar de origen de sus padres. Le cerraron la puerta. Con dos equipos fundidos, Asensio aguantó hasta el minuto 72. Luego se fue, se puso otra toalla helada al cuello con el escudo del Real Madrid y presenció los últimos minutos del partido desde la grada; los del VAR que entra al trapo o no; los de las tánganas de dos equipos que se jugaban mucho. Unos con el título de LaLiga a tiro. Otros, los de Gaizka Garitano, con el sueño europeo todavía vivo.
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