“¿Vamos a estar así todo el partido? Decídmelo”
La dureza del choque, exprimido sobre la hierba y con múltiples quejas desde los banquillos, desespera incluso al árbitro
El Getafe se presentó al anochecer en Valdebebas a librar en todos los rincones desde el primer instante, en una velada en la que el Madrid creía poder acariciar la Liga. A los 13 segundos Timor tumbó a Isco y el árbitro le enseñó la amarilla. Desde el banquillo azulón, un ayudante de Bordalás completó la ofensiva: “¡Vaya manera de empezar! ¡Desde ayer lo sabíamos!”, y no quedaba del todo claro si se quejaba por la tarjeta o confirmaba el tono en el que habían planeado lanzarse al combate. El de siempre: con todo, rascando. El Getafe era antes el partido el equipo de las cinco grandes ligas de Europa que más amarillas había visto, 110.
Desde el inicio, el encuentro era un despliegue de choques y balones que sobrevolaban el Alfredo Di Stéfano. Eso en el verde. En paralelo, desde la grada un runrún incesante nacido en el rincón de los reservas del Getafe. Arreciaba con cada silbatazo en contra, y justo después del estallido de vozarrones de queja, un siseo como de serpiente tratando de calmar un bebé: “¡Shhhhh!”.
Después del banquillo del Getafe, el siguiente en quejarse fue el árbitro, Juan Martínez Munuera: “¿Vamos a estar así todo el partido? Decídmelo. Si vais a estar así todo el partido, decídmelo”, se desahogó mirando al tendido. Y sí, así iba a avanzar la noche, trabada entre la presión de los de Bordalás (“¡Sal, Cucu, sal!”) y la búsqueda de la calma de los de Zidane, más cavilante.
Un partido en estéreo: del chocar de cuerpos al lamento de fondo. Timor cayó en el área después de un salto con Carvajal. “¡Ehhhh!”, creció desde el graderío de los suplentes del Getafe. Entonces estalló Ramos, que lo sobrellevó unos minutos más que el colegiado: “¡Con la radio todo el día, carajo! ¡Todo el día con la radio!”, se quejó.
Si el Getafe era el equipo más tarjeteado de Europa, el Madrid era el que menos amarillas había visto (61), pero se vio arrastrado al mismo registro. Pocos equipos tienen la capacidad del de Bordalás de deformar a cualquier rival: masticarlo y devolverlo a la hierba en un formato que sea capaz de tragar. El Getafe es un rumiante futbolístico, y el Madrid se encontró enseguida con más amonestaciones que el rival. Las tres siguientes amarillas las vieron Carvajal, Ramos y Modric. El croata se llevó por delante a Mata, que lanzó un grito que pareció terminal. “¡Pide la ambulancia! ¡La ambulancia! ¡Pídela!”, se desesperaba Carvajal. El boxeo verbal era incesante. “¡Un actor de Hollywood!”, gritó Ramos después de un desplome de Nyom ante Vinicius.
Pero el primer caído vestía de blanco. En la pausa para beber del minuto 30, Militão se lanzó escaleras abajo desde la grada para calentar, pero no tuvo tiempo de correr ni 20 metros. Varane tenía que marcharse al vestuario, conmocionado después de un pelotazo recibido poco antes, desorientado, y el brasileño entró sin haber podido ajustarse la camiseta.
La ristra de quejas no decaía, de encontronazo en encontronazo. “¿Me dejáis hacer mi trabajo ya? ¿Me dejáis?”, volvió a estallar el árbitro después de mostrar otra tarjeta. El Madrid tampoco podía hacer el suyo, hasta que a la hora de encuentro los cambios de Zidane le dieron algo de aire: entraron Rodrygo, Valverde y Asensio, por Vinicius, Modric e Isco.
Ahí se abrió un tramo en el que el Madrid pudo correr, y a la carrera Carvajal pisó el área, recortó y Olivera lo mandó al suelo. Ramos embocó el penalti, 21 seguidos sin fallo lleva ya, y el Madrid respiró. Era el golpe a la Liga que había empezado a imaginar con el empate del Atlético en el Camp Nou. Un golpe en la tabla, cuatro puntos de ventaja en cabeza respecto al segundo, después de cuatrocientos golpes sobre la hierba. “¡Échalo ya, hombre, échalo ya, es fútbol americano!”, fue una de las últimas quejas del capitán después de en enganchón de Nyom con Mendy.
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