Boninsegna: “No jugar con Mazzola y Rivera juntos fue un gran error”
El exjugador del Inter habla de sus recuerdos en el Mundial de México 70, en el que marcó en las semifinales y la final y al que acudió tras la lesión de Anastasi, pues no formaba parte de la lista oficial
Roberto Boninsegna (Mantova, Italia, 76 años) fue el delantero centro de Italia en México 70. Marcó un gol en las semifinales, dio el pase decisivo del tanto de la victoria a Rivera, en la prórroga de ese mismo partido, y anotó en la final, antes de que Brasil sacara el rodillo. El entonces jugador del Inter tenía 27 años y jugó el Mundial por casualidad. No formaba parte de la lista oficial de Italia. Ya con la selección en México, se lesionó Anastasi, y Valcareggi, el seleccionador, llamó de golpe a dos delanteros: Boninsegna y Prati.
Pregunta. Su incorporación fue digna de una novela de intriga...
Respuesta. Sí. Estuve entre los 40 preseleccionados, pero me quedé fuera. No tenía muy buena relación con el técnico. Ya me había dejado fuera del Europeo del 68. Yo había debutado con la Nazionale en el 67, cuando estaba con Riva en el Cagliari. Una noche a las dos de la madrugada suena el teléfono de mi casa y un empleado de la Federcalcio me dice que se ha lesionado Anastasi, que a la mañana siguiente vaya a la embajada mexicana a tramitar los permisos y que viaje inmediatamente.
P. ¿Pudo dormir el resto de la noche?
R. No me acuerdo, lo que sí recuerdo es que a las nueve de la mañana le pregunté a mi mujer si había sonado el teléfono por la noche. Me dijo que no sabía. Por momentos pensé que había sido un sueño. Tenía miedo de que no hubiera sido real. Tenía tantas ganas de ir a la Copa… Cuando estaba con la duda de si era verdad o no, me vuelven a llamar para decirme que me dé prisa.
P. Y acabó de titular.
R. Sí. Jugamos dos amistosos y lo debí de hacer bien. La verdad es que estaba en forma. Jugué toda la Copa. Me cambió la vida. Ya estaba en el Inter, pero aquello fue otra dimensión. Fui elegido el segundo mejor delantero centro después de Gerd Müller, que marcó 10 goles.
P. ¿Cómo era aquella Italia?
R. Una gran escuadra. Yo no sé si la mejor selección de la historia del fútbol italiano, porque después hubo dos que ganaron el Mundial, en el 82 y en el 2006, pero fue en Europa. Nosotros llegamos a la final en el continente americano, donde ningún europeo había ganado nunca hasta Alemania en Brasil 2014. Y perdimos con el Brasil más grande. Cometimos dos errores muy grandes. En portería, Zoff, el titular del 68, tenía que haber sido titular. Albertosi era un gran portero, pero era otra cosa. Y después no pusimos juntos a Mazzola y Rivera. El técnico pensaba que no podían jugar en el mismo once, cuando lo habían hecho dos años antes. A Rivera no se le puede dejar en el banquillo. Había sido Balón de Oro el año anterior. Me acuerdo que Pelé comentó que si Italia era capaz de no sacar a Zoff y Rivera era porque subestimaba a Brasil o porque tenían un equipo mejor sin ellos. ¡Claro que podían jugar juntos!
P. Rivera salía en las segundas partes.
R. Sí. No se puede hacer lo de la final. Sacarle a siete minutos del final ya con 3-1. Entró por mí, además. Un señor, Rivera. No dijo nada de nada. Todo el país hablaba de ello. Brasil podía jugar con cinco delanteros, Jairzinho, Gerson, Tostão, Pelé y Rivelino… y nosotros no con Mazzola y Rivera juntos. No se entiende.
P. La semifinal contra Alemania fue su gran tarde.
R. No estuvo mal. Marqué al poco de comenzar. El partido como tal no fue nada del otro mundo. Nos empataron dos minutos después de la hora. Nos veíamos en la final. Fue un golpe. La prórroga fue impresionante. Estábamos tocados. Gol va, gol viene. Hasta marcó Burgnich en un error de ellos. Habrá marcado ese gol solo en su vida. Alemania tenía un equipazo. Hay que reconocer que mejor que el nuestro. Maier, Beckenbauer, Seeler, Libuda, Müller, Overath, Grabowski… A lo largo del partido llegaron mucho a gol y no marcaron. Jugaron muy bien. Nosotros teníamos a Zoff y Rivera, que no jugaban, Mazzola, Riva, Domenghini…
P. Suyo fue el pase a Rivera que valió la final.
R. Un pase como tal no fue. Facchetti me dio un balón por la izquierda, mi intención era rematar, pero me votó mal y me quedé sin ángulo. Entonces me habían enseñado que cuando te quedabas sin campo había que pasar el balón atrás, al área, al punto de penalti. Yo no vi a Rivera. O si era Riva. En realidad no sabía si llegaba alguien…
P. ¿Cómo recuerda el gol de la final?
R. He visto el partido muchas veces. Sabíamos que los brasileños nunca daban un patadón al balón en defensa, así que presioné, recuperé un pase interior y me fui hacía la portería. Ante la salida del portero y la llegada de un central, me fui hacia mi izquierda. Me encuentro con Riva en la carrera, no sé por qué pensé que era otro defensa brasileño, sabía que la puerta estaba vacía y remato con mi compañero delante. Él tiene que saltar para no interceptar el balón. Se ve en la televisión. Me lo dice cuando celebramos el tanto.
P. ¿Aquella selección brasileña es el mejor equipo que usted ha visto en su vida?
R. Sí. Uno de los mejores. Aquella Alemania y la del 74 eran buenas. La Holanda de Cruyff, también. Aquel Brasil tenía hasta un buen portero, Félix. Como antes Gilmar. Allí nadie quiere jugar de portero y ese Mundial lo tenían. Luego los cinco atacantes eran maravillosos. Tenían siempre el balón. Atacaban en bloque.
P. ¿Y cómo era Pelé de cerca?
R. El mejor de todos. Era completísimo. Tenía dos resortes en las piernas que cuando saltaba llegaban al cielo. Así nos marca el primer gol. Era el regista. Hacía todo. Mandaba a todos. Era un hombre-equipo. Sacaba las faltas en corto, en largo. Dictaba los tiempos. Colocaba a todos. Era el número uno indiscutible entonces. Nosotros lo marcábamos de cerca. Unas veces Rosato, otras Burgnich…
P. Para el aficionado español que no le viera jugar, ¿cómo era el Boninsegna delantero?
R. Era un hombre de área, que finalizaba el juego del equipo. No bajaba al centro del campo a recibir. Lo mío era esperar arriba. Era zurdo cerrado, aunque a veces le daba con la derecha. Iba bien de cabeza. Intentaba remates difíciles de tijera. No era un atacante de contraataque. El juego de Brasil me hubiera venido muy bien. Llegaban con muchos y centraban. Era luchador, no me arrugaba. Entendía que un defensa me entrara fuerte. No volvía la cara, pero si veía que tenía mala intención, primero le advertía y luego le esperaba. No tenía miedo. Si tenía que sacar los dientes, los sacaba. Juega, juega, les decía, que hoy no es fiesta para ti.
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