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Los ultras manchan el regreso del fútbol en Portugal

Un grupo de radicales del Benfica apedrean el autobús de su equipo y mandan al hospital a dos futbolistas

Imagen del autobús del Benfica tras ser apedreado
Imagen del autobús del Benfica tras ser apedreado. Twitter

El sello de los ultras acompaña el regreso del fútbol en Portugal, donde se asiste entre la perplejidad y la inquietud a un descontrol que culminó la noche del jueves al viernes en un brote de violencia en el entorno del Benfica. El histórico club encarnado acababa de retomar la competición y había recibido en el Estadio da Luz al modesto Tondela, con la posibilidad de alzarse al liderato si ganaba el partido. Pero nadie abrió el marcador. Llegó entonces la furia. Cuando los jugadores regresaban a la concentración del equipo, el autocar en el que se desplazaban recibió el impacto de varios adoquines. Dos futbolistas, el serbio Andrija Zivkovic y el alemán Julian Weigl, resultaron heridos y tuvieron que ser evacuados a un hospital cercano con varios cortes tras la rotura de los ventanales del vehículo. El primero salió peor parado porque varias esquirlas entraron en su ojo derecho. Las intimidaciones no se detuvieron ahí. Horas después varios domicilios de futbolistas del Benfica aparecieron con pintadas insultantes. Entre los afectados figura Pizzi, exjugador de Deportivo, Espanyol y Atlético. “Estás avisado”, se podía leer en la pared de su vivienda horas.

La policía y la Fiscalía investigan lo sucedido, pero todo apunta a una facción ultra de los seguidores del Benfica apostada en las inmediaciones del centro de entrenamiento del equipo, donde iban a pasar la noche los jugadores. Algunos de estos incontrolados habían tenido un leve enfrentamiento con las fuerzas policiales en los instantes previos al encuentro, disputado a puerta cerrada por la pandemia de COVID-19.

“Estamos bien”, informaron Zivkovic y Weigl en una foto que difundieron a través de las redes sociales. “Tuvimos mucha suerte”, aclaró el alemán, que cree se ha sobrepasado una línea y deja una pregunta y una reflexión: “¿Lanzar piedras a un autocar sin que importe si alguien resulta herido? Sé que los verdaderos aficionados del Benfica no son así. Estas últimas semanas deberían habernos mostrado que la mejor solución es estar unidos en lugar de, literalmente, arrojarnos piedras”. Weigl, que jugó en el Borussia Dortmund hasta el pasado mes de diciembre, sabe de lo que habla: iba en el autocar del equipo alemán que sufrió un ataque en abril de 2017 antes de un partido de Liga de Campeones que tuvo que ser suspendido.

“Todo sucedió en la oscuridad de la noche y con la mano escondida. Tenemos que expulsar a esta gente del fútbol”, valora Fernando Gomes, presidente de la Federación Portuguesa de Fútbol antes de pedir ayuda: “Necesitamos el apoyo del Gobierno en estas ocasiones para poder regenerar nuestro deporte”. El Benfica se ha puesto a disposición de los autoridades para identificar a los que califica, en un comunicado, como “delincuentes responsables de actos criminales”. Mientras tanto los futbolistas garantizan que seguirán luchando por el club.

Portugal tiene un problema con la violencia ultra y el control de tipos que encuentran en el fútbol un entorno propicio para expresar conductas alejadas del civismo. El pasado miércoles decenas de seguidores del Oporto desoyeron las orientaciones de las autoridades sanitarias y acompañaron el desplazamiento de su equipo a Famalicao. Muchos hicieron el viaje de 40 kilómetros por carretera acompañando el autocar del equipo. “No queremos provocar ni causar incomodidades. Cumpliremos toda la normativa de distanciamiento social, utilizaremos máscaras y desinfectaremos las manos. Todas las aficiones harán lo mismo. Ser ultra significa apoyar a tu club en cualquier situación y momento”, zanjó Fernando Madureira, el líder de los Super Dragoes.

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