Un siglo del error del siglo
Bertrán de Lis, exportero del Madrid y presidente de los árbitros, protagonizó la final copera Barça-Athletic de 1920
Cuando yo era niño, los mayores aún hablaban del error de Bertrán de Lis. Por estas fechas se cumple un siglo de que se produjo. En la primavera de 1920, el ambiente del fútbol español bullía. Se estaba preparando la primera selección de nuestra historia, destinada a participar en los Juegos de Amberes, y todo eran discusiones sobre cómo formarla.
Las federaciones guipuzcoana y bilbaína pedían que la representación les fuera encomendada. Del País Vasco salían los mejores futbolistas, acostumbrados a jugar en hierba desde chicos, y a frecuentes partidos con rivales franceses, lo que les daba el aura de poseer una experiencia superior. Pero también el Barça jugaba en hierba y frecuentaba rivales del otro lado de los Pirineos. El fútbol gallego era fuerte y también hecho a la hierba. Más abajo aún se jugaba mucho en tierra, pero Madrid era Madrid, Valencia era Valencia y Sevilla era Sevilla. Y todo eso mezclado con acusaciones cruzadas de profesionalismo, entonces prohibido, pero que ya empezaba a practicarse de forma encubierta. No con pago directo, pero sí proporcionando empleos ficticios.
El fútbol estaba entonces organizado en liguillas regionales cuyos ganadores pasaban a la Copa, que se jugaba a eliminatorias de ida y vuelta hasta la final, a partido único. Los campeones regionales fueron el Águilas, el Sevilla, el Madrid, el Barcelona, el Real Unión, el Athletic, el Sporting de Gijón y el Sporting de Vigo, equipo que pronto se fundiría con el Fortuna, dando lugar a la creación del Celta.
Aquella Copa se presentaba como el gran concurso de méritos para acudir a la selección. Se lanzó incluso la idea de que el campeón de Copa fuera premiado con la representación de nuestro fútbol en Amberes. De ahí el interés sin precedentes de esta Copa.
Las semifinales fueron Sevilla-Barça y Athletic-Sporting de Vigo, y resultaron turbulentas. El año anterior también hubo semifinal Sevilla-Barça y acordaron jugar en Madrid, para ahorrar viajes. El Barça propuso el mismo plan, pero el Sevilla quiso que se jugara en las dos ciudades. El Barça insistió en Madrid, la Federación le dio la razón y el Sevilla se retiró entre quejas.
Lo de la otra semifinal fue casi peor. En San Mamés ganó el Athletic 2-1. Arbitró Enrique Bertrán de Lis, exportero del Madrid, presidente del Colegio de Árbitros, personaje de apellido ilustre y con la carrera diplomática. Pero los vigueses salieron muy descontentos porque pitó dos penaltis a favor del Athletic (los dos fallados) y expulsó a su extremo izquierdo, Moncho Gil.
Se jugó la vuelta con el público muy predispuesto. El Athletic se desenvolvió bien y se puso 0-1. La frustración provocó que a partir de cierto momento los balones que salían del campo no se devolvieran. El público los pinchaba. Hacia el minuto 80 no había más balones y se acabó el partido. La Federación se reunió de urgencia y decidió dar por bueno el 0-1.
La final, el 2 de mayo, en El Molinón, pasaría a la historia como la final del error de Bertrán de Lis. Al cabo de un siglo, aún se puede decir que fue el mayor error arbitral de nuestro fútbol de nivel.
En las vísperas renació el debate: ¿debía el campeón convertirse en nuestra selección para Amberes? Desde Bilbao se lanzaban críticas al Barça por indicios más que racionales de profesionalismo. Le había quitado a Zamora al Espanyol a cambio de un buen empleo. También se había llevado a Sancho, del Sans. Y sobre todo a Sesúmaga, del Arenas de Guecho, campeón de Copa el año anterior con tres goles de este jugador en la final, precisamente ante el Barça. En el Athletic eran todos de la tierra, como hoy, y como lo eran casi todos entonces. Las raras excepciones atufaban a profesionalismo cada vez menos encubierto.
Por la distancia, fue mucha más gente de Bilbao, desde donde se fletó hasta un tren, aunque no faltaron catalanes. Arbitraba de nuevo Bertrán de Lis, considerado el mejor, sin discusión (salvo en Vigo).
El día amaneció con lluvia y viento, pero a la tarde amainó. El campo estaba embarrado, lo que favorecía en principio al Athletic que, en efecto, empezó dominando. Al cuarto de hora, penalti en el área de Zamora por mano clara de Galicia. Laca clava en la red un cañonazo por alto, imparable. Pero el alborozo de los bilbaínos se corta cuando Bertrán de Lis anula el gol, porque Germán Echevarría había entrado en el área antes del lanzamiento.
Y, ¡sorpresa!, en lugar de ordenar que se repita el lanzamiento, como dictaba y aún dicta la norma, señala falta contra el Athletic en el punto por el que Germán ha entrado en el área. Los jugadores del Athletic protestan, pero no vale. Zamora, con vista, coloca rápido el balón para que Galicia saque y se reanude el juego.
Aquello destempló al Athletic, que se pasó el descanso comprobando la regla y tirándose de los pelos. No pensaban en otra cosa. El Barça les hizo dos goles en la segunda mitad y ganó la Copa.
Bertrán de Lis admitió su error, quedó en boca de todos, dimitió de la presidencia del Colegio y dejó de arbitrar, a lo que sólo hizo dos excepciones la temporada siguiente, por cubrir necesidades irremediables. Se distanció del fútbol. Fue secretario de embajada en varios países. Falleció en Madrid en 1965.
Solo 12 años más tarde del suceso accedió a hablar públicamente de su error, en una entrevista concedida al semanario Campeón. “Aquello no debió suceder nunca, y aún me asombro de que sucediera; pero me asombro aún más de que los periodistas, al cabo de 12 años sigáis dándole vueltas”. Luego pasa a explicar el porqué: “Nosotros teníamos una tertulia simpática y ruidosa a la que concurríamos puntualmente a tomar café. Una tarde, la semana anterior al partido, se sentaron en torno a mi mesa varios catedráticos… Entonces estaban de moda las pegas y se buscaban los problemas para hallar dificultades a un deporte que en la práctica es sencillísimo. Por rara coincidencia salió el caso que a mí se me iba a presentar pocas horas después en el césped de El Molinón, y la voz autoritaria, la que a mí me inspiraba respeto, lo resolvió sin excusa; se hacía así, sin apelación…”.
Luego, tras narrar con detalle la jugada del penalti y la irrupción de Germán Echevarría, explica: “Yo recordé instantáneamente la lección de pocos días antes y castigué al Athletic por falta”. Tras otras consideraciones, concluye: “Al final, al día siguiente y muchos días después fue un espanto...”.
Pronto llegarían los Juegos de Amberes, a los que acudimos con una selección muy racionalmente construida, con mayoría de vascos, pero no monopolio. De cada finalista de Copa acudieron cuatro. El resto fueron cinco de la Real, tres del Sporting de Vigo, dos del Arenas, dos del Real Unión, uno del Racing de Ferrol y uno del Fortuna de Vigo. Ninguno de la España seca.
Volvieron con la plata, lo que provocó el definitivo estallido del fútbol en España. Pero ni eso apagó los ecos del error de Bertrán de Lis, que por muchos años era recordado cuando llegaba una nueva final de Copa.
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