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Un Valladolid en la ACB con ‘asistencia’ de Ronaldo

La ciudad trabaja para fusionar al equipo de fútbol con el de baloncesto y dar así viabilidad en la élite al romántico proyecto de Mike Hansen

Adekoya y Cuevas, del Carraminbre Valladolid, se pasan el balón en la Copa Princesa
Adekoya y Cuevas, del Carraminbre Valladolid, se pasan el balón en la Copa Princesa
Faustino Sáez

El Club Baloncesto Ciudad de Valladolid es una idea personal, entre quijotesca y romántica, de Mike Hansen. El homenaje más grande que se le ocurrió para honrar la memoria de su amigo y compañero Lalo García. En 2015, meses después de su muerte y de la desaparición del histórico Fórum asolado por las deudas, Hansen recogió la pena y los escombros del club y reconstruyó un proyecto que, en cuatro temporadas y media, ha escalado desde la Leb Plata hasta colocarse a las puertas de la ACB. “Es casi un milagro lo que hemos hecho hasta aquí. Hemos pasado de la nada, de no tener ni un boli, a estar a un paso de la élite”, relata el propio Hansen. El presidente del Carramimbre, como dicta el patrocinio, o Las Ardillas, como marca el emblema del equipo, libra estos días una doble batalla para defender su plaza de ascenso a la Liga Endesa y al tiempo encontrar un inversor que haga viable ese aterrizaje en la élite.

Entre las soluciones, la ciudad trabaja, con el ayuntamiento como mediador, en una fusión entre el Valladolid de Ronaldo Nazario y el de Mike Hansen, el fútbol y el baloncesto con la misma marca, escudo y colores. “El sueño de que pueda ser el Real Valladolid sería precioso, es lo que yo preferiría antes que cualquier otro inversor. Siempre con cabeza, sin meternos en líos económicos”, apunta Hansen. Las hucha del Pucela, con 57 millones de presupuesto y perspectiva de crecimiento, como respaldo para consolidar el proyecto saneado pero modesto del Carramimbre. La idea, que se maneja desde tiempos de la presidencia de Carlos Suárez y cuenta con el beneplácito del alcalde Óscar Puente, se ha retomado en paralelo con el empeño del Carramimbre por ascender a la ACB. Ese es el primer asalto. La Federación dictaminará esta semana como se resuelve la competición suspendida por la pandemia y la fórmula para definir los dos ascensos que están regulados en el convenio de coordinación suscrito con la ACB.

De izquierda a derecha: Mike Hansen, presidente del Carramimbre, Jorge Garbajosa, presidente de la FEB, y Óscar Puente, alcalde de Valladolid
De izquierda a derecha: Mike Hansen, presidente del Carramimbre, Jorge Garbajosa, presidente de la FEB, y Óscar Puente, alcalde de Valladolid

De momento, solo se conoce el plazo del 15 de mayo como límite para obtener el permiso de las autoridades. “Si se vuelve a jugar, que se juegue desde el punto en el que se aplazó. Sería injusto que nos metieran en un mismo lote en una fase final con equipos a los que les sacamos dos o tres partidos de ventaja. Hemos sido líderes desde el principio y hemos hecho nuestros deberes con un presupuesto infinitamente menor que muchos de los equipos de arriba. Seis de los 10 partidos que restaban eran en nuestra casa y ante rivales asequibles”, apunta Hansen. “Y si se cancela la Liga igualmente voy a defender a muerte el ascenso. Si hay dos equipos que cumplen los requisitos, ¿cómo no les vas a dejar ascender?, si está firmado”, recalca el presidente del Carramimbre. “La fuerza mayor de la pandemia no debe un castigo para los que estaban en descenso y no han podido salvarse en la cancha, pero tampoco debe impedir el premio de los que se lo han ganado y están en disposición de ascender”.

El gran dilema, la perspectiva de una ACB de 20 equipos. “La economía y las fechas no dan para todos. Lo lógico es que si no hay descensos no haya ascensos y todo el mundo se tendrá que amoldar”, afirmó el domingo el presidente del Baskonia, Josean Querejeta. “Hay muchas soluciones para gestionar una ACB de 20 equipos. Tampoco se sabe cuándo van a poder empezar la temporada que viene. Una ACB sin público no es viable para muchos equipos modestos. Como excepción se puede jugar una Liga sin playoff y el que quede primero es campeón. Eso te permite tener una competición más atractiva y más corta”, le responde Hansen. “Yo sí me veo en una ACB de 20 equipos y agotaremos todas las vía para lograrlo”, remata.

Si lo consigue, el siguiente asalto será dar viabilidad al proyecto. “El alcalde ya sabe lo que conlleva estar en la ACB y nosotros no tenemos margen para más milagros. En este tiempo no hemos faltado a ningún pago con nadie, ni con los proveedores, ni con nuestros 55 trabajadores. La credibilidad nos la hemos ganado a pulso, con sudor y sangre”, explica Hansen. Su equipo tendría que triplicar el presupuesto actual para alcanzar el mínimo de dos millones que exige la ACB, pagar el canon (1,6 millones a pagar en cuatro años) y convertir al club en Sociedad Anónima Deportiva (1,8 más a reunir en un año). La Ley del Deporte prohíbe que una misma S.A.D. participe en dos disciplinas, con lo cual la fusión con el Real Valladolid tendría estructuras fiscales independientes pero compartiría marca y recursos, como ocurrió en 2016 con la unión entre el Real Betis y el Baloncesto Sevilla o como ocurre con el grupo Baskonia-Alavés. A la espera de que el equipo de fútbol haga balance de daños (antes de la pandemia proyectaba un superavit de 14 millones para este curso), Valladolid espera que Ronaldo de la asistencia que materialice el regreso del baloncesto de élite al Pisuerga.

El miedo a volver a competir

La Federación busca esta semana una fórmula para culminar la competición como planteó la ACB hace unos días. Pero a la incertidumbre sanitaria se une la compleja reconstrucción de unas plantillas desmembradas. “A día de hoy no tenemos garantías de que los jugadores que están fuera puedan volver. Frank Bartley está en Luisiana, Niksha Federico en San Diego, Kimbal Mackenzie está en Canadá y Leimanis en Letonia. Aunque son piezas clave, nosotros tenemos jugadores suficientes en España, pero hay muchos equipos que ya están totalmente desmantelados. Es una situación inédita y muy complicada de gestionar”, explica Hansen.

 

Más trabas para una reanudación que cuando llegue lo hará cargada de incertidumbre hasta que haya una vacuna. “Hay que usar la cabeza más que nunca. Pero el baloncesto tiene que sobrevivir para ilusionar a la gente. La esencia del deporte es la emoción de los aficionados. Por eso, jugar a puerta cerrada es un lastre. Nunca se llega al nivel que te da el calor de la afición, la presión de las gradas, el olor a competición… A puerta cerrada todo eso muere, por eso, como exjugador, no lo veo. Los récords se baten con estadios llenos no en entrenamientos”, cierra Hansen.

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Sobre la firma

Faustino Sáez
Es redactor de deportes del diario EL PAÍS, especializado en baloncesto. Además del seguimiento de ACB y Euroliga, ha cubierto in situ Copas, Final Four, Europeos y Mundiales con las selecciones masculina y femenina. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS.

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