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Madrid y el alivio de la “relaxing cup’ of café con leche”

La capital española perdió ante Tokio la sede olímpica de 2020 en la votación de Buenos Aires en 2013

La alcaldesa de Madrid, Ana Botella, durante la presentación de Madrid 2020. En vídeo, su discurso ante el comité olímpico con el famoso "relaxing cup of café con leche".
Carlos Arribas

Estos días, a los amigos que le preguntan cómo estaría ahora si en su sesión de Buenos Aires en 2013 el Comité Olímpico Internacional (COI) hubiera elegido a Madrid en vez de a Tokio para los Juegos del 2020, tras respirar profundo y suspirar, Alejandro Blanco les responde, filosófico, que, en el fondo, las cosas ocurren por algo. “No sé, qué pasaría, una locura, nos internarían a todos…”, reconoce el presidente del Comité Olímpico Español (COE) y gran impulsor de la candidatura de Madrid 2020, que supuso la tercera derrota consecutiva de la capital de España en su intento por organizar unos Juegos.

De haber ganado, Madrid no solo tendría que haber aplazado, como Tokio, la celebración de los Juegos, sino, peor aún, habría tenido que seguir invirtiendo y gastando en el otoño y en el invierno próximos, unos meses, los que seguirán al paso de la pandemia del coronavirus, de depresión moral y de segura recesión económica.

La organización de Madrid debería, además, aceptar una importante reducción de ingresos, menos visitantes, menor gasto en viajes, hoteles y menudeces olímpicas (camisetas fechadas Madrid 2020 puestas a la venta en 2021 y cosas así) por parte de los turistas o menos ingresos por entradas. Y el déficit previsto inicialmente (y no hay Juegos Olímpicos de la modernidad que no hayan generado un déficit enorme en las ciudades que los acogen) se habría disparado aún más por causa de la epidemia.

Hasta hace solo semanas a Alejandro Blanco se le seguían llevando los demonios pues Tokio derrotó a Madrid chupando la filosofía de unos Juegos “de dimensión humana” y mínimo gasto superfluo que Madrid, obligada por la crisis económica a unos Juegos de austeridad, vendió, inútilmente, al mundo cuando perdió ante Río la edición del 16 y que el COI convirtió en obligatoria para cualquier ciudad candidata en su Agenda 2020. El presidente del COE, deberá, sin embargo, agradecer, post mortem, la mala presentación madrileña en Buenos Aires, simbolizada para la eternidad en el discurso en inglés de la entonces alcaldesa, Ana Botella, invitando a los turistas a tomarse una “relaxing cup of café con leche” en un bar de la Plaza Mayor.

Tampoco estuvo mal entonces, visto con los ojos de los pobres tokiotas agobiados de ahora, que España viviera una época de especial mala fama en los asuntos de dopaje: solo unos meses antes de Buenos Aires 2013 se celebró el juicio de la Operación Puerto (2006), cuya sentencia decidió que las bolsas de sangre requisadas no se entregarían a las autoridades mundiales antidopaje; a esa imagen de justicia apartada de las necesidades del mundo se añadieron entonces el cierre en falso de la Operación Galgo de 2010 (la de Marta Domínguez), y los problemas eternos de la falta de adaptación total de la legislación antidopaje española a los artículos del Código Mundial.

El 70% de los japoneses, señalan las encuestas publicadas, aplauden el aplazamiento de un año de los Juegos; conociendo lo que se viene encima, seguramente la mayoría de los madrileños, en las mismas circunstancias habría votado no por un aplazamiento sino por una cancelación absoluta. Y, total, no se tardaría nada en transformar el Estadio Olímpico que se habría construido en La Peineta en el Wanda Metropolitano del que tan orgullosos están los atléticos.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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