El VAR rescata al Liverpool y desata la polémica
Cinco goles anulados por milímetros, entre ellos uno del Wolverhampton en Anfield, ponen en entredicho si la tecnología casa con la esencia del fuera del juego
Nadie le tose al Liverpool, ni siquiera el VAR, que le rescató (1-0) en un duelo áspero e incómodo ante el Wolwerhampton, uno de esos visitantes indeseados, un equipo que perdió en el estreno de la temporada en casa del Everton y desde entonces había puntuado no sólo las siete veces que salió de su estadio para jugar partidos de Premier League sino también en las tres que hizo en la Europa League. En febrero le espera el Espanyol en la competición continental.
Los Wolves, con Nuno Espírito Santo a los mandos, se contruyeron en Anfield con seis futbolistas portugueses en su alineación (Rui Patricio, Moutinho, Neves, Vinagre, Diogo Jota y Neto) y tres torres inglesas en el fondo de la zaga. El técnico luso guardó de inicio al mexicano Raúl Jiménez, que había marcado en los dos últimos partidos, y al catalán Adama Traoré, deslumbrante en la cita anterior contra el Manchester City. El plan inicial consistió en juntarse y desactivar las transiciones del Liverpool. Muchos lo intentan, pocos lo consiguen. El Wolverhampton jamás se sintió incómodo. Hasta que apareció el VAR.
Ocurrió al final de la primera parte cuando Lallana tocó el balón en el área para dejarlo a los pies de Sadio Mané, que marcó. El árbitro, el que estaba en Anfield, lo anuló porque interpretó que Lallana se ayudó del brazo. El árbitro de Londres le sacó del error. El VAR se aplicó bien, pero el Wolverhampton se alteró. Nuno acabó el lance amonestado. Nadie examinó la acción anterior al golpeo de Lallana en la que Van Dijk pareció ayudarse del brazo en un control.
Los Wolves se encorajinaron. Y en los tres minutos que les separaban del descanso se lanzaron a por una orgullosa igualada. La lograron con un gol de Neto ante el que nadie alzó la voz en Liverpool. Sí en Londres. El VAR trazó líneas y encontró una infracción del gallego Jonny para habilitarse antes del centro previo al gol. Tenía media uña al otro lado del fuera de juego. “Si el VAR fuese un entrenador ya le habrían despedido hace varias semanas”, escribió en twitter Gary Lineker durante el partido del sábado entre el Norwich y el Tottenham. El videoarbitraje anuló un gol de Pukki que hubiera puesto al equipo que dirige Mourinho dos abajo en el marcador. Al final el duelo acabó empatado. La tecnología atisbó una distancia milimétrica que situaba al ariete más adelantado que el zaguero. “La tecnología no debe ser hermética. Unas fracciones de pulgada no pueden ser discernibles. Para decidir si una acción es fuera de juego o no tan sólo necesitas una mirada, no tirar líneas”, profundizó Lineker tras el partido ya en sus habituales, y respetados, comentarios televisivos.
Así que mientras en Anfield el empate desaparecía del marcador, Lineker se lanzó al teclado: “Por el amor de Dios, las líneas y los puntos deben desaparecer. Mis pensamientos están con el fútbol en estos difíciles momentos”. No hubo caso. La segunda parte fue un ejercicio de supervivencia para el Liverpool, lejos de su mejor versión, apretado como nunca por los Wolves, que merecieron empatar ya con Traoré, indomable, sobre el césped. Ganaron entre grandes padecimientos los reds para llegar a los 55 puntos tras disputar 57. Sólo cedió los dos del empate en Old Trafford cuando visitó al Manchester United el 20 de octubre. La trayectoria es idéntica a la del Manchester City hace dos campañas. La primera derrota le había llegado al equipo de Pep Guardiola cuatro jornadas después… en Anfield. Luego fueron campeones con 100 puntos sobre 114 posibles. Trece arriba sobre el segundo clasificado, el Leicester, y con un partido menos, en Liverpool ya hay quien piensa no sólo en acabar con una abstinencia liguera de treinta años sino en hacer historia.
El VAR escribe la suya en la tierra que inventó el fútbol y en la que el videoarbitraje se percibe como un elemento extraño. Los episodios de Liverpool y Norwich no fueron los únicos en la última jornada del año. A Crystal Palace y Brighton les anularon sendos goles por infracciones inapreciables para el ojo humano. Y justo cuando el Liverpool celebraba su triunfo ante el Wolverhampton, en Manchester el Sheffield United le anulaban un gol ante el City. El VAR no lo validó, según glosarían los hipodrómicos, por corta cabeza. La tecnología ha acabado con el concepto futbolístico de “estar en línea”. Ahora la línea la marca un software y o se está tras ella o por delante. Ocurre en el tenis. La cuestión es sí el fútbol tolera ese tipo de mediciones.
Lampard golpea a Arteta
Nunca desde 1995 había estado tan rezagado el Arsenal con el campeonato tan avanzado. Aquel año el Blackburn fue campeón, el Nottingham tercero y el Arsenal acabó duodécimo detrás de escuadras como el Queens Park Rangers o el Wimbledon. Aquel desastre le costó el puesto a George Graham, santo y seña del club como jugador y el técnico que lo había llevado a lo más alto en 1989 y 1991 para alzar los dos únicos títulos de liga en veinte años. Y se abrió la puerta al Arsenal contemporáneo: en octubre de 1996 Arsene Wenger aterrizó en Londres.
Ahora el Arsenal se aboca a una nueva reinvención. Consumidas veinte jornadas en la Premier League está en esa misma duodécima posición que marcó su punto más bajo desde que a mediados de los setenta se asomó al descenso. Seis puntos les separan actualmente de la zona roja. Es improbable que vaya a verse en esa pelea, pero los datos son demoledores: el equipo apenas ha ganado en una de las últimas doce jornadas, los seis últimos visitantes que se pasaron por el Emirates Stadium puntuaron, los tres últimos se llevaron los puntos.
El último en golpear al Arsenal fue el Chelsea. Y fue doloroso. “Muy cruel”, concluyó Mikel Arteta, que se estrenaba como técnico en casa. El Arsenal fue de más a menos y naufragó cuando estaba en la orilla, con dos goles en los minutos 83 y 87. Partió desde algo más que lo mejor que había mostrado esta campaña porque jugó una primera media hora excelente. Mikel Arteta diseñó un partido en el que no temía atraer al Arsenal a la presión alta porque sabía encontrar los espacios tras la primera línea que apretaba a la zaga. El Chelsea padeció porque se encontró con demasiado verde que cubrir. Y además le faltó soltura en la salida de balón, anclado a tres centrales no muy dotados para el manejo. Marcó Aubameyang antes del cuarto de hora y el Arsenal navegaba con el viento a favor.
Pero con todas las miradas puestas en Arteta, el que reclamó su espacio fue Frank Lampard. El entrenador del Chelsea maniobró desde el banquillo para resolver los problemas que le estaba planteando el Arsenal. Y vestido con el chándal cambió el partido tal y como lo hacía cuando, de corto, irrumpía en el área rival. Apenas superada la media hora de partido dio cancha a Jorginho para ejercer de timonel en el mediocentro, aclarar la circulación de la pelota y liberar en la presión a Kovacic y Kanté. El damnificado fue el lateral izquierdo Emerson. Toda la zaga se removió para formar una línea de cuatro en la que Azpilicueta se mudó a la zurda y Tomori, que había partido como central se fue al lateral derecho. Luego le suplió por el debutante Lamptey. Lampard no tiembla ante las decisiones.
Todo cambió. El Arsenal dejó de encontrar espacios y el partido avanzó en una única dirección, la de la meta de Leno. El regreso tras el descanso hizo más evidente el repliegue del equipo de Arteta, que se ordenó bien y evitó mayores sustos. Le faltó durante largos minutos presencia en el área al Chelsea hasta que un golpe de teatro volvió a mudar la situación. Una falta lateral aparentemente inocua tuvo una respuesta catastrófica por parte de Leno, que salió a despejar con el puño y lo que golpeó fue el aire. Jorginho empujó a la red, quizás tras una falta previa a Torreira que el videoarbitraje no atisbó. En Inglaterra también se polemiza sobre las decisiones del VAR.
El empate, a siete minutos del noventa, mostró la versión más trémula del Arsenal, que se desajustó y se lanzó a un ida y vuelta fatal. Abraham le dio la victoria al Chelsea tras una contra en la que se apoyó en Willian y que remató bajo las piezas del desdichado Leno. “Nuestro trabajo ahora es levantarlo”, concluyó Arteta, que se había llevado las manos a la cara con el primer gol. Con el segundo las alzó para agitar a sus chicos, desarmados ante la derrota. El primer día del nuevo año volverá sentarse en el banquillo del Emirates y enfrente estará el Manchester United. Entonces ya estará abierto el mercado, al que llega el Arsenal con dinero en el bolsillo y dispuesto a reforzarse.
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