El Leganés descuartiza al Espanyol
El equipo de Machín sigue con su irremediable descomposición y cae frente a un rival mucho más ordenado y con mordiente
Lo que comenzó torcido acabó de la peor de las maneras para el Espanyol, superado por un Leganés con menos pretensiones pero con más intención porque sabe a lo que juega. No así el equipo de Machín, que perdió antes de empezar porque solicitó que se retrasara la hora del duelo por falta de sueño, toda vez que en la noche anterior un error en la catenaria provocó que el tren se detuviera cuatro horas en Guadalajara, lo que retrasó significativamente a la expedición. Rodó el balón y lo hizo sobre todo entre los pies de los jugadores del Leganés, definido también en las botas de En-Nesyri y Braithwaite, delanteros con gancho de los que carece el club blanquiazul. Una tara a solucionar con urgencia en invierno porque sin puntería no hay salvación que se precie, ahora que el equipo suma ocho partidos sin ganar y que se queda colista en solitario tras un nuevo descalabro con el equipo que le precedía en la tabla.
No da con la tecla Machín, empecinado en adaptar su sistema a los jugadores y no al revés porque siempre usó el 3-5-2, táctica que le llevó a Primera y le dio un nombre, que le ascendió al Sevilla y ahora a un Espanyol que no responde siquiera ante los primeros auxilios que le practica. Más que nada porque el equipo no tiene gol ni sabe qué hacer, siempre entre proclamas motivacionales y de hombría cuando le sobran los jugadores con buen pie como Darder, Granero, Melendo, Roca… Todo un castigo porque cuanto más se hunden las aspiraciones, más cataplines se exigen. Y a garra e intensidad no se le puede vencer al Leganés –menos ahora con un excelente motivador como es el técnico Aguirre-, con un centro del campo aguerrido y solvente porque sus intérpretes se complementan: Rubén Pérez rasca y entrega; Roque Mesa dirige y ordena; y Óscar Rodríguez pone el talento, el quiebro y el último pase. Batalla desigual en la medular que definió el duelo, pues el Espanyol ni chutó a puerta con el viento de cara y el Leganés, sin demasiadas florituras, se hizo con el gobierno del esférico, además del espacio y el tiempo porque todas las segundas jugadas caían del lado pepinero.
La hoja de ruta de Aguirre es sencilla pero efectiva porque sus jugadores creen en lo que hacen. También porque aplican la norma de los 10 metros, esa que dice que cada jugador debe estar casi de la mano de su compañero más próximo para restar líneas de pase en defensa y multiplicarlas en ataque. Así, el Leganés no se complicó en la salida del balón para expresarse en las segundas jugadas porque el equipo fue un bloque, una unidad. Y con el balón entre los pies dio sentido al juego, gobernador desde la sala de máquinas porque Óscar Rodríguez vale por tres, hábil para descontar líneas de presión con el pase. Justo lo que necesitan los eléctricos Braithwaite y En-Nesyri, delanteros que sacan de sitio y quicio a los rivales con sus arrastres y desmarques de ruptura. Conexión que valió para adelantar al Leganés porque Marc Roca perdió el esférico –mal endémico en el Espanyol porque a cada partido regala al menos un tanto-, Óscar el que se la entregó al marroquí, de ahí al danés y resolución a la red ante la salida del portero.
Nada que sorprendiera al Espanyol, un chisgarabís sobre el césped porque sus centrales se hundían al tiempo que los medios reclamaban ayudas y líneas de pase, desconectados los carrileros y negados los puntas porque Calero y Campuzano bregan tanto como se difuminan en el área rival. Diáfano fue ese remate de Campuzano, a centro lateral de Roca, que resolvió con la espinilla cuando solo le faltaba por batir a Cuéllar. Indefinición que no ocurrió en el área rival, pues un centro de Rodrigues lo completó En-Nesyri con un chut seco y potente. Trató de corregirse Machín con los cambios pero ya no había tutía, pues no le hicieron ni cosquillas porque la partida estaba perdida desde la repartición de las cartas.
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