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María Pérez, octava y mejor europea, se clasifica para Tokio

La campeona de Europa sucumbió ante el dominio de las marchadoras chinas, que coparon el podio

Carlos Arribas
Hong Liu celebra su victoria.
Hong Liu celebra su victoria.NOUSHAD THEKKAYIL (EFE)

Las madrugadas de la Corniche de Doha ofrecen cada día una pieza de conocimiento envuelto en el mix insuperable de calor y humedad que hace únicas las pruebas de resistencia y supervivencia que allí se desarrollan.

El viernes, el maratón femenino regaló una visión alucinada y poética de cómo puede ser el fin del mundo, que dicen que se acerca volando; el sábado, enseñó que la dureza mental propia de los campesinos viejos y el método propio de las civilizaciones antiguas son magníficos puntos de partida para convertir a la humedad y al polvo de arena del desierto en suspensión en un aliado; el domingo, ya madrugada del lunes, le anticipó a María Pérez, joven marchadora de Guadix, la mejor de Europa dos años consecutivos (campeona en los Europeos de Berlín a los 22 años; primera del viejo continente en el Mundial, a los 23), lo que se encontrará el año próximo en los Juegos de Tokio, una cita olímpica para la que ya tiene billete gracias a un sudado octavo lugar en la prueba de los 20 kilómetros.

Por delante de ella, inalcanzables, vio pasar vuelta tras vuelta a cuatro marchadoras chinas que con elegancia y ritmo de bailarinas clásicas y suavidad de mariposas flotaban etéreas sobre el asfalto. Moviendo los codos en espectacular simultaneidad aparentaban de lejos ser una locomotora silenciosa y eficiente absolutamente ajena al espacio y al tiempo en el que se movía, no extrañando en absoluto unas condiciones climáticas que son parecidas a las que sufren en Pekín y encontrarán en Tokio.

Las guiaba a las cuatro la imperial Hong Liu, de 32 años, quizás la mejor marchadora de la historia –“la única del mundo que está por encima de todas”, reconoció Pérez--, campeona olímpica de Río, camino de su tercer oro mundial tras los Pekín 2015 y Daegu 2011. Que era la directora de orquesta lo delató un sencillo hecho. Cuando, a falta de cuatro kilómetros, decidió que había llegado el momento de ir a por su victoria, que consiguió con un tiempo de 1h 32m 53s, aceleró y se alejó, y las demás se desbandaron, perdieron súbitamente la gracia. Una comenzó a dar arcadas mientras intentaba marchar y vomitó en el asfalto sin siquiera pararse. Pocos metros más adelante vio su cuarta tarjeta roja, la descalificación. Las otras dos resistieron. Shenjie Qieyang fue plata y Liujing Yang, bronce. Coparon completamente el podio las chinas, completando el trabajo que en los 50 kilómetros, la víspera, se había quedado a medias, pues solo lograron oro y plata.

Ni siquiera las japonesas, que marchaban en pareja (sexta y séptima) pudieron toserles a las vecinas, ni tampoco la brasileña Erica de Sena (cuarta) ni la colombiana Sandra Arenas (quinta), las únicas que se atrevieron a intentar aguantar su ritmo el máximo tiempo posible.

“Pero nadie es más que nadie o menos que nadie. Todos los resultados hay que lucharlos”, advierte María Pérez, a quien no le asusta lo que le espera en Tokio, su objetivo. “Y la presión de unos Juegos no es la misma que la de un Mundial, y a ver cómo la soportan. Tengo ganas de que llegue Tokio ya”.

Por detrás de ellas, en la soledad absoluta, María Pérez. Ellas delante, lejos; nadie detrás, el desierto, calambres en las piernas y dolor de estómago, y, encasquetada en la cabeza una gorra gigantesca, descomunal para su menudo cuerpo. “Me he sentido sola al final”, dice, y es la única frase de debilidad que sale por su boca disciplinada. “Esperaba medallas, pero dentro de la decepción estoy contenta porque la carrera la he leído bien. He intentado ir recogiendo cadáveres, como enseña el gran Jesús Ángel García Bragado, Chuso, pero no he podido”.

Al lado habla su entrenador, Jacinto Garzón, quien analiza con mas optimismo. "Este octavo puesto ha sido muy importante para acercarse a su gran objetivo, ser medallista en Tokio, y María, que es muy joven, ha cogido una gran experiencia de preparación en altura y humedad", dice. "Es fundamental conseguir la plaza para Tokio por haber sido finalista en un Mundial. Y ya, para pelear con las chinas y las japonesas hay que dar un paso más en la preparación, pero una niña con 23 años, puede, puede".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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