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Márquez marca el tempo y gana también en Le Mans

El piloto de Honda domina la carrera y se impone en el GP de Francia a Dovizioso y Petrucci

Nadia Tronchoni
Marc Márquez, en la carrera de MotoGP en Le Mans.
Marc Márquez, en la carrera de MotoGP en Le Mans.David Vincent (AP)

Marc Márquez volvió a ganar. Y culminó un fin de semana en que se apuntó la pole y la victoria. El campeón mantiene el liderato y saca pecho: es el hombre a batir.

Es él quien impone el ritmo. Quien marca los tiempos. Los cómo y los porqués de la carrera. Sabe cuándo pelearse, cuándo defender una posición. También, cuándo concentrarse en calcar una vuelta tras otra. Cuándo aflojar para conservar los neumáticos y el tipo. Márquez bordó el plan establecido en Le Mans. Siempre corrió para ganar. Pero ya no compite como aquel piloto que prefería esperar a las últimas vueltas para lanzar su ataque, ese al que se le escapaba la sonrisa pilla con las batallas cuerpo a cuerpo, la salsa de las carreras para el 93. Su estrategia ha cambiado. Probablemente porque al calzar la goma más blanda delante, algo que nunca suele a hacer, sabía que tenía que ser él quien rodara en cabeza, para evitar sobrecalentar el neumático. Seguramente, también, porque la Honda se lo permite: más estable, más consistente, muy potente. Un caballo salvaje que, bien domado, se ha convertido en una apuesta segura en cualquier hipódromo.

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Y nadie lo doma como Márquez.

Así que se impone salir al galope desde la primera vuelta. Esta vez salía desde la pole position y no fue difícil. Se las vio con Petrucci en las primeras curvas, pero salió vencedor. Se impone tratar de colocarse en cabeza. Y eso hizo. A pesar del empuje de un fantástico Miller, que se le coló tras cinco giros y con quien inició un bello cara a cara a la séptima vuelta: Márquez lo buscó en la primera chicane de Le Mans, Miller le devolvió el adelantamiento, y lo hizo también el español unas curvas más tarde. Defendido el primer puesto, toca apretar los dientes y apretar las tuercas a los rivales cuando se acerca el ecuador de la prueba. Y, de nuevo, bordó el plan. Bajó sus cronos y empezó a marcar vueltas en menos de 1m,33s. Fijó la vuelta rápida de la carrera (1m,32’3s) al décimo giro, empalmó otros tres giros idénticos, en 1m,34’4s y cuando se había cubierto la mitad de la carrera ya sacaba dos segundos al australiano, que perdería fuelle poco a poco y acusaría el desgaste ante el genial rendimiento de las otras dos Ducati, las oficiales, que acompañarían a Márquez en el podio.

La del español fue una victoria que se trabajó poco a poco, décima a décima, curva a curva. La pista fría, el cielo gris, un gris Le Mans que amenaza siempre con un chaparrón inesperado que esta vez, por suerte, no llegó. Cuando comprobó que su ventaja superaba con creces los tres segundos, aflojó ligeramente. No había necesidad de arriesgar en semejantes condiciones. No tenía nada que demostrar que no hubiera demostrado ya en Jerez, dos semanas antes. Y cruzó la meta haciendo un caballito, la rueda delantera en el aire. Y la alegría inmensa. Ya es un poco más líder. No solo por los ocho puntitos que hoy le separan con Dovizioso, segundo en carrera y en la clasificación. También por cómo compite y por cómo gana. En cualquier condición y cualquier escenario. Importa poco que la pista tenga más curvas lentas de las deseadas para la Honda, que aplauda a las motos con buen paso por curva o exija máquinas ágiles en cambios de dirección tan exigentes como los de las dos chicane de Le Mans. No era la pista perfecta ni para Márquez, ni para la RC213V. Pero ganó igualmente.

Tras él, tres Ducati, señal más que evidente de que la moto italiana es una de las más completas de la parrilla, despojada de sus complejos tras un rendimiento magnífico en un circuito corto y estrecho, que además de frenadas y fuertes aceleraciones (ahí lleva años triunfando la Desmosedici) presenta curvas largas que deben hacerse a muy baja velocidad, y ahí llevaba muchos años sufriendo. Se impuso Dovizioso a Petrucci (y ambos a Miller) en un final de carrera fantástico en que el recién llegado al equipo de Borgo Panigale trató de poner en aprietos al experimentado Dovi. No funcionó. Pero poco le importa a Petrucci, cansado como estaba de terminar sexto (posición en que acabó todas las carreras, salvo Jerez, donde fue quinto), por fin se subió al podio.

Y lo hizo inmediatamente después del rival que más le ha ayudado en los últimos tiempos: italianos ambos, el nueve se mudó a Forli, donde vive su compañero de equipo, con quien ahora se entrena y comparte los días, las preocupaciones y las alegrías. “Este resultado es también para él, que me ha ayudado mucho. Lo di todo, pero también sé que él se está jugando el título y yo peleo por el quinto puesto. No quería arruinarnos el podio”, confesó después.

Rossi, el hombre que siempre está ahí, acabó quinto un gran premio en que tuvo más dificultades de las esperadas. Y sigue en la pelea, regular como es cada domingo. No así su compañero de equipo, Viñales, que tuvo muy mala suerte esta vez: se fue al suelo por un error de Bagnaia y no pudo culminar la remontada soñada. Como tampoco hizo Rins, 19º en parrilla, 10 en carrera. Y menos Lorenzo, que terminó 11º. La ovación, esta vez, se la ganó Pol Espargaró, trabajador y consistente todo el fin de semana para llevar a la KTM, la moto más compleja y difícil de la parrilla ahora mismo, al sexto lugar. Y a escasos seis segundos de Márquez.

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La alegría fue total este domingo en casa de los Márquez Alentà. Al hermano mayor se le vio correr para felicitar al pequeño a su llegada al corralito unos minutos antes de enfundarse el mono para tratar, él también, de completar la fiesta con otra victoria. El triunfo de Àlex Márquez fue especial, no solo porque sus victorias sean menos habituales que las del primogénito de la familia –magnífico este domingo desde el inicio: “Este año he aprendido a ir rápido solo, algo que antes no sabía hacer”, dijo al terminar–, sino porque hacía tanto que el trabajo no se veía recompensado con resultados que todos en Cervera sabían lo feliz que esa carrera en Le Mans hacía al pequeño de la casa. Fue especial, también, porque España llevaba año y medio sin vibrar con un triunfo de un piloto español en Moto2. El mismo año y medio que llevaba Márquez sin subir a lo más alto del podio, pues suya fue aquella victoria, en Japón 2017.

Y al final, el triunfo sucedió donde menos se lo esperaba. En un circuito no le era especialmente amigo, pero donde se encontró cómodo desde que se subió a la moto el viernes. "Hoy he creído en mí mismo, la única diferencia con otros circuitos ha sido que he disfrutado mucho encima de la moto; iba al límite pero me lo estaba pasando muy bien, no luchaba contra la moto y esa es la diferencia respecto al año pasado, por eso creo que tenemos una base sobre todo desde Jerez muy buena", dijo el piloto del equipo Estrella Galicia. Este domingo se quitó, a lo grande, el mal sabor de boca que se le quedó en Jerez, donde empezó condenado la carrera al salir desde el pit lane tras verse involucrado en una caída múltiple que ocasionó Gardner. Esta vez, todo fue distinto. Y mucho más fluido. Prácticamente lideró la carrera de inicio a fin, máxima concentración, constancia y líneas delicadas. Y además lo celebró en el podio con otros dos españoles: Jorge Navarro y Augusto Fernández. Es la primera vez que los españoles copan el podio en Moto2.

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Nadia Tronchoni
Redactora jefa de la sección de Deportes y experta en motociclismo. Ha estado en cinco Rally Dakar y le apasionan el fútbol y la política. Se inició en la radio y empezó a escribir en el diario La Razón. Es Licenciada en Periodismo por la Universidad de Valencia, Máster en Fútbol en la UV y Executive Master en Marketing Digital por el IEBS.

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