Mucho sudor y poco juego
El Getafe, que aspira a la Champions, y el Real Madrid, que sueña con descontar jornadas, se quedan secos tras un partido de zafarrancho muy equilibrado
Al sur de Madrid nadie mereció mucho más que un cero a cero. Ni el esforzado y ensalzable Getafe que se ve en los cielos de LaLiga. Ni este Real de tanto desengaño que hace mucho que solo aspira ya a poner entre paréntesis un curso tan siniestrado. Del Coliseum salió aliviado tras un ejercicio profesional, sin más. A Getafe, donde anida un equipo bucanero que a punto está de glorificarse como nunca, no se puede ir de parranda. No lo hizo el Madrid, pero de fútbol y ánimo no va sobrado precisamente.
En Getafe, como es costumbre, no hubo fútbol sinfónico. Otro fútbol, con los azulones a lo suyo, como un convoy vietnamita, de emboscada en emboscada. En las tramas de los meritorios muchachos de Bordalás las pelotas no ruedan, despegan. No hay mimos, sino tralla, tralla y tralla. Pura zapatiesta.
Con tal relato vuela este Getafe cachas hacia la mayor cumbre de su historia. Bordalás llegó a Primera con 53 años, tras una carrera por categorías subterráneas y se ha graduado a lo grande con futbolistas que como él tuvieron que pasar por las catacumbas antes de codearse con la élite.
Resulta extraordinario cómo un club con el 15º presupuesto flirtea por una plaza en la Copa de Europa con un plantel de gente reclutada del camión escoba del fútbol. Algunos, suplentes residuales. Por ejemplo, en el Valencia (Maksimovic) o en el Sevilla (Soria). Otros, caso de Mata, se aferraban anteayer al fútbol como jornaleros de equipos rasos. Ni la edad es un problema: 31 años tiene el goleador Ángel y 37 ese carpanta del gol que es Jorge Molina. Tanta mili han pasado todos que alistados en Primera no hay quien no sude como una regadera. El apetito deportivo también fortalece. Y hoy este Getafe es un sacamuelas. Siempre, pero máxime cuando el adversario —el Real Madrid— ya no está para incordios.
Al sur de la capital, al Madrid le tocó lidiar con un partido minado, con mucha lija, áspero y lleno de barricadas. Frente a los antidisturbios de Bordalás, a los de Zidane les costó medio tiempo sacudirse las continuas descargas locales. El Getafe no da tregua, niega al rival más de un toque. Obliga al combate cuerpo a cuerpo y solo hay escape para la lucidez y velocidad de pensamiento y ejecución. En un partido sin avisos en las áreas hasta pasado el intermedio, solo Isco y Benzema encontraron algún respiro. Dos ilustrados capaces de sacar una nota donde solo había un ruido ensordecedor.
Brahim de agitador
Zidane —que de nuevo condenó a Ceballos y Marcos Llorente— siguió con sus exámenes parciales. Esta vez fue el turno de Reguilón, Valverde y Brahim. Los tres escrutados en un partido de lo más crudo. Cumplidores los dos primeros, el extremo fue quien dejó mejores pisadas. A lo Vinicius, es un jugador con regate y descaro. Zidane le dio por visto a los 70 minutos, justo después de que el chico hubiera sellado los ataques más chisposos de los visitantes. Con él se fue Bale, el Bale que va de paso vaya usted a saber hacia dónde.
Pese a la mayor combustión en las áreas en el segundo tramo, el encuentro nunca fluyó. El Getafe atornillaba sin desmayo. Otra cosa es cuando la pelota le cae a los pies. No es un conjunto articulado para gravitar sobre el balón. Se amolda al perfil de su modesta plantilla y se apaña de maravilla.
Bordalás lanzó un órdago con la entrada de Ángel, otro socio atacante para Mata y Jorge Molina. Una apuesta intrépida, pero los tres tienen tanto gol como remangue. Keylor, titular ya con Courtois apto, se esforzó con éxito ante un doble remate de Molina primero y el internacional Mata después. Antes, al inicio del segundo tramo, su colega David Soria también tuvo tajo ante un Real Madrid con otra marcha en algunos momentos, pero infrecuente.
Pese al engorroso duelo que siempre plantea el Getafe, a este Madrid que ansía que baje el telón de una dichosa vez no le faltó actitud. En el Coliseum no esquivó ningún asalto. Pero, a estas alturas, tras un curso tan deprimente, no hay juego que valga. Ya, lo de menos es que haya un plan. Para los madridistas, cada choque es un concurso. Se miden unos y otros y cada cual se retrata a ojos de Zidane y los gobernantes. Así que sin más misterio, el partido, por fin, se cerró sin contratiempos. Un punto más de ensoñación para el Getafe, empatado en la cuarta plaza con el Sevilla. Y sin descalabro para un Madrid que celebra cada jornada que descuenta.
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