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Paralluelo paga su debú con 15 años

La lesión de Saúl Ordóñez en 1.500m y el chasco de la joven en 400m marcan un día alegrado por Jesús Gómez, Laura Bueno y Ana Peleteiro

Carlos Arribas
Momento de la lesión de Saúl Ordóñez, junto a Jakob Ingebrigtsen, en la serie de 1.500m.
Momento de la lesión de Saúl Ordóñez, junto a Jakob Ingebrigtsen, en la serie de 1.500m.Michael Steele (Getty Images)

Saúl Ordóñez, un berciano con raíces en el país sanabrés que va para geógrafo, tiene casi terminado un trabajo de fin de grado sobre la despoblación de la Castilla milenaria entre la indiferencia absoluta, pero si se hubiera pasado la mañana en la zona mixta armado con una libreta, un bolígrafo y su gran curiosidad natural, habría obtenido elementos suficientes para elaborar una tesis doctoral sobre la imposible relación entre la mente del atleta y su cuerpo, al que debería dominar con la fuerza de su voluntad, pero ante el que se rinde, paradójicamente, pues el cuerpo tan entrenado ha alcanzado casi una autonomía que asusta, y manda. Y Ordóñez podría haber empezado muy fácilmente, simplemente oyéndose a sí mismo relatar por qué huyó de la pista como si fuera la vía del tren por la que se acercaba el Expreso de Galicia cuando solo faltaban 100 metros para terminar una serie de 1.500m en la que iba perfectamente colocado, en la chepa del fenómeno juvenil Jakob Ingebrigtsen.

Y todos comprobaron que llegado un momento de debilidad al cuerpo tan entrenado le daba siempre por hacer lo que no había que hacer.

“Mi cuerpo, involuntariamente, se ha salido de la pista”, dice Ordóñez, plusmarquista español de 800m que prepara el salto al 1.500m con la vista puesta en Tokio 2020 y cuya moral antifascista se vio reforzada hasta el infinito al saber que lo que había guiado a su cuerpo a la fuga había sido el dolor intenso, “como un hierro que se le clavara en el pie, como pisar descalzo sobre piedras agudas”, provocado por una fascitis plantar. “Fueron dos pisadas terribles. La cabeza me dijo que siguiera, y si lo hago me habría clasificado fácil para la final…” También quedó eliminado el joven Adrián Ben, a quien el cuerpo le dijo basta a 300 metros del final. Pasó, sólido como una roca, indiferente a las relaciones cuerpo-alma, la jerarquía de mando siempre presente en su alma, el burgalés Jesús Gómez, que habla como un soldado que no le teme a nada, quizás porque le entrena un comandante en la reserva del ejército de tierra, Benjamín Álvarez. “No voy a decir que no me veo en las medallas con Ingebrigtsen y Lewandowski”, asegura.

Carlos Tobalina, el gigante tierno de Castro Urdiales resultó eliminado en lanzamiento de peso para decepción de tantas y tantos fieles de la iglesia de la pogonofilia (los y las que solo se enamoran de los barbudos), y por la longitud y la suavidad de su barba, Tobalina sería el sumo sacerdote del cilto, y lo contó así: “Sabía lo que no tenía que hacer para no hacerlo mal y eso fue justamente lo que hice, hacerlo todo mal”.

Tobalina, durante un lanzamiento.
Tobalina, durante un lanzamiento.ANDREW BOYERS (REUTERS)

Al lado de la figura de ogro de Tobalina, el más viejo de la selección (tiene 33 años) bebe de sus palabras Salma Paralluelo, la atleta más joven de un Europeo en 32 años (tiene 15), que corrió fatal su serie por una calle maldita, la calle dos, y quedó eliminada en su primera competición con atletas absolutas. “Ya en la cámara de llamadas, y estaba ya muy nerviosa, vi el desarrollo y la fuerza que transmitía mis rivales, la diferencia conmigo”, explica Paralluelo, una perfeccionista que no dudó en flagelarse por su carrera de presentación entre la elite europea. “Salí obsesionada con la calle libre, a los 200m, y cuando la cogí, perdí la técnica”. Y cuando habla de la técnica, Paralluelo se refiere al mecanismo por el que la cabeza controla al cuerpo, y cuando la lleva bien, la atleta de Zaragoza es como una bailarina que se desplaza fluida, ligera, como si no pisara el suelo. “Quería más de lo que podía, eché el cuerpo para adelante y las piernas se me bajaron… Pero de esto aprenderé muchísimo”. Y luego cuenta que ahora disputará el campeonato de España sub 20 y luego el Europeo de fútbol sub 17 y que en verano correrá el 400m vallas, su prueba favorita.

La más feliz de entre las españolas fue la granadina Laura Bueno, que pensó que no corría a tope y logró mejorar su mejor marca (bajó de 53s, 52,67s) para clasificarse para semifinales.

Lograron el pase a la final sin mucho sudor Ana Peleteiro (14,15m), en triple, y, en longitud (7,76m), Eusebio Cáceres, víctima de la paradoja técnica-velocidad, otro de lo elementos que Ordóñez debería incluir en su hipotética tesis metafísica. “Cuando mejor estoy, peor salto”, dice el alicantino, cuya carrera ha sido una cadena continua de lesiones. “Ahora que no me duele nada por fin y corro más rápido que nunca flojeo en la técnica, que antes bordaba, cuando iba más lento. Ni he batido ni he volado ni he aterrizado bien”. Se clasificaron para semifinales también Guerrero y Naumova en 800m y los tres hombres del 400m, Husillos, Búa y Guijarro.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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