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FÚTBOL
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un entrenador admirable

Algunos tenemos curiosidad por ver cuál es la próxima “realidad mediática” que construyen sobre el equipo y que hará reaparecer el estupor y la sonrisa de Valverde

Enrique Vila-Matas
Ernesto Valverde, en el banquilo del Santiago Bernabéu.
Ernesto Valverde, en el banquilo del Santiago Bernabéu. Bagu Blanco (PRESSINPHOTO/GTRES)

La semana pasada, tras el empate sin goles con el Olympique de Lyon –al Barça le faltó el acierto ante portería, pero jugó bien y se vio un centro del campo mejor con la inclusión de Sergi Roberto–, muy pocos seguidores del Barça pudieron imaginar que al día siguiente el tema en todas las tertulias futbolísticas, especialmente las de Barcelona –fue bien raro esto–, sería el de Luis Suárez y sus tres años sin ver puerta como visitante en las eliminatorias (que no en la fase de grupos) de la Champions League, a lo que hubo que añadir, por parte de algunos, las dudas sobre Messi, del que se decía que, tras la lesión, no había recuperado la forma.

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Era una estadística tramposa porque entraban solo las eliminatorias, pero no la fase previa de grupos, y el hecho es que quien desde la sombra había construido aquella “realidad mediática” debió de quedarse a gusto porque el supuesto “declive del uruguayo” se extendió como la pólvora y pronto se vio que sería la noticia de fútbol que monopolizaría la jornada.

Le preguntaron a Valverde, que es un tipo muy divertido y a la vez una persona bien sensata –fantástica mezcla– si estaba preocupado por su jugador Suárez. Y tanto el rictus de sorpresa como la sonrisa que siguió a esa pregunta fueron memorables. Yo mismo en casa me pregunté cómo podía sostenerse aquello cuando, por ejemplo y sin ir más lejos, esta temporada Luis Suárez es el segundo máximo goleador de la Liga española. Además, la noticia de la imaginaria crisis de goles del uruguayo no solo deformaba la realidad, sino que intentaba dañar a Messi al atacar a su inseparable amigo y gran socio goleador.

Revisando de memoria las ruedas de prensa de Valverde desde que llegó al FC Barcelona me di cuenta de que se podría componer una fascinante secuencia en la que se encadenarían sin tregua las más destacadas caras de sorpresa y consiguientes sonrisas que ha dedicado este entrenador a las extrañas cuestiones que se le han venido planteando. Cuestiones que no se dan tanto en otras partes, cuestiones surrealistas o malintencionadas, o simplemente demenciales; cuestiones chocantes, llenas de arcaicos temores infundados y de lugares comunes que proceden de una tradición insensata del barcelonismo: una cierta obstinación en aposentarse en el infortunio como costumbre. Preguntas tremendas. Y, camufladas entre ellas, más de un equívoco fatal: por ejemplo, la creencia de que el equipo ha de jugar sobrado y maravillosamente bien todo el tiempo cuando en realidad lo mejor que puede hacer –a eso se está dedicando discretamente Valverde con un acierto y paciencia admirables; es un entrenador exquisito– es medir los esfuerzos como tan sabiamente sabe hacer el propio Messi, su estrella.

En el Bernabéu, ante el Real Madrid en la semifinal de Copa, Valverde dispuso una alineación idéntica a la que había empatado sin goles ante el Olympique. Salió al campo el equipo al que, a pesar de haber jugado todos muy bien, se le habían visto toda clase de problemas. Y Luis Suárez fue el goleador. Algunos tenemos curiosidad por ver cuál es la próxima “realidad mediática” que construyen sobre el equipo y que a buen seguro hará reaparecer el estupor y la sonrisa del entrenador más divertido y sensato del Barça en muchos años.

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