Fabien Causeur, espíritu de mosquetero
Clave en la conquista de la Décima, el escolta francés presume de sentirse “útil e importante a la vez” en el Madrid
En los 16 títulos ganados por el Real Madrid durante la era Laso ocho jugadores distintos han recibido el galardón de MVP. El dato condensa el ideario del entrenador vitoriano: trabajo, responsabilidad y protagonismo repartidos en favor de un bien mayor. “No os obsesionéis con el éxito individual. Todo es equipo, equipo y equipo”, aconsejó este verano el técnico a un tropel de chavales con los que compartió un campus. “Este Madrid te permite sentirte útil e importante a la vez, dependiendo del partido y del momento. Aquí siempre hay que ganar y hacerlo bien. Y por eso hay que luchar juntos”, explica Fabien Causeur (Brest, Francia, 31 años), acreditado mosquetero de Laso, abrazando el icónico lema de la novela de Dumas “uno para todos y todos para uno”. “La Copa es pura emoción y tenemos otra oportunidad para seguir haciendo cosas grandes. Hay que aprovechar este ciclo”, sentencia el escolta madridista antes de afrontar el derbi de cuartos ante el Estudiantes (21.30, #Vamos). Con Llull y Rudy tocados crecerá su metódica influencia en el grupo.
Causeur llegó al Palacio en 2017 procedente del Brose Bamberg alemán —donde conquistó la Bundesliga y la Copa a las órdenes de Andrea Trinchieri, siendo MVP en ambos torneos— y, en año y medio vestido de blanco, ha tenido tiempo para ser fundamental en muchos encuentros y decisivo en un día clave: la conquista de la Décima (17 puntos —máximo anotador— y 21 de valoración en 24 minutos en pista). “Era mi primera final de la Euroliga y no quería esperar más para ganarla. Nunca sabes si vas a tener otra oportunidad así en tu carrera. Fue el partido de mi vida. Luego es verdad que Thompkins me salvó el culo con ese rebote después de mis tiros libres fallados”, rememora. Para Laso fueron tan importantes sus números como su voraz defensa sobre Sloukas. La polivalencia al servicio de la causa.
Admirador de Ginóbili y Parker, Causeur creció viviendo el baloncesto en familia. “Lo llevamos en la sangre. Mis padres fueron jugadores. Mi abuelo fue entrenador de mi padre y mis dos hermanas juegan todavía. Crecí tirando a canasta en los tiempos muertos de los partidos de mis padres. Hemos pasado de decorar las habitaciones de las casas con los pósters de Michael Jordan a poner los de Curry o LeBron que les gustan a mis sobrinos”, relata el francés, formado en la cantera del Le Havre y consolidado después en el Cholet (2009-2012), donde fue MVP de la Liga en 2012 rumbo a los Juegos de Londres.
El hito olímpico fue el punto de inflexión su proyección personal y profesional. Aquel verano fichó por el Baskonia, donde jugó cuatro temporadas (2012-2016) y alcanzó la capitanía; justo en los años del despegue del Madrid de Laso. “Era durísimo jugar contra ellos. Yo odiaba al Madrid. Alguna vez les ganábamos, pero en los partidos importantes se lucían. Recuerdo aquellas semifinales de Copa en A Coruña...”, repasa ahora como madridista. En Vitoria pasó un tiempo con el alma en vilo por un problema gástrico y renal de origen incierto. “Cuando un doctor te dice que a lo mejor tienes que parar tu carrera te asustas mucho. Al final no fue nada grave, pero con 26 años no estás preparado para recibir un golpe así”. Pasó el trance y alcanzó la Final Four de 2016 con los de Perasovic, aunque apenas pudo disputar unos minutos en semifinales, esta vez por una lesión de espalda. Meses antes de todo aquello, celebrando la nochevieja en una escapada a Madrid, conoció a la que desde el verano pasado es su mujer, la modelo madrileña Lucía Aycart.
Con ella hizo las maletas rumbo a Alemania y con ella emprendió viaje de regreso a España tan solo un año después. “El Madrid me había seguido durante toda la temporada y, cuando me enteré, le dije a mi agente ‘haz lo que sea pero quiero ir allí’. Es un sueño que siempre tienes en la cabeza, tenía muchas ofertas, de Bayern, Khimki..., porque había sido decisivo en Alemania, pero cuando llega el Madrid…”. No necesitó periodo de adaptación para demostrar su fiabilidad a prueba de uniformes, con frac o con el mono de trabajo. Pero con la lesión de Llull comenzó un calvario en el curso de su estreno de blanco que, sin embargo, desembocó en la gloria de la Décima. “Lo que vivimos la temporada pasada fue una película dramática. Un equipo muy bueno al que de repente se le tuerce todo con las lesiones y, cuando la gente ya no espera que pueda levantarse, se produce la reacción hasta ganarlo todo. Tuvimos la cabeza muy dura, fuimos muy fuertes mentalmente. Creímos en nosotros y protagonizamos una historia increíble”, reflexiona.
Un relato épico con la Copa como punto de partida. “Se nos escapó la final contra el Barça. Pero aprendimos mucho de aquella derrota y nos dio mucha energía mental para el tramo final del curso. Convertimos aquel sufrimiento en estímulo”. Una ambición a prueba de trofeos. “Aquí no se puede acabar el hambre. El ejemplo es Felipe [Reyes] que bate récords todos los meses y ahí sigue, trabajando como el que más. El deportista lo que más desea es ganar. Siempre hay que querer más”, cierra.
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