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CARTAS DEPORTIVAS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El planeta de Rickie Winslow

El nivel máximo como equipo al que podía aspirar el Estudiantes de los 90, compitiendo frente a cualquier rival europeo, tenía la última explicación en su juego

Rickie Winslow, celebra con los estudiantes del Ramiro en Magariños la conquista de la Copa de 1992
Rickie Winslow, celebra con los estudiantes del Ramiro en Magariños la conquista de la Copa de 1992efe

La jornada de Reyes nos deparó un nuevo derbi entre los rivales madrileños. Estudiantes jugó su mejor partido de la temporada y no dio opciones a un rival que se vio sorprendido por la calidad de Gentile y el recién llegado Whittington. Mantengo una conversación paralela estos días con mi excompañero y amigo Mike Hansen, con el que coincidí precisamente en Estudiantes y después en Huelva. Me cuenta que ha visto todos los partidos de Los Lakers esta temporada, y que, en su opinión, lo que está haciendo Lebron lo sitúa en la línea de ser el mejor jugador de todos los tiempos, cosa que creo que el propio Lebron ha deslizado también en alguna declaración (“yo al menos me siento así tras mi campeonato con Cleveland frente a los Warriors en 2016”, ha comentado en algún medio de comunicación).

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Siempre que me preguntan cuál fue el jugador de más impacto con el que compartí camiseta, mi respuesta es rápida y directa; escojo sin dudarlo a Rickie Winslow. Los más jóvenes lo reconocerán si les digo que, efectivamente, es el padre de Justise Winslow, actual jugador NBA. Tuve la suerte de compartir 3 años en Estudiantes con él. Elijo a Rickie porque durante esas temporadas en las que me tocó pasarle el balón (coincidentes con mis primeros años de carrera profesional), su puesta en escena en cada entrenamiento, en cada partido, en cada momento dentro de la pista, era tan extraordinaria como lo que sucedía cuando no estábamos metidos en nuestro lugar de trabajo. Para un chaval bajito y sin media torta la explosividad de Rickie en la pista era intimidante, pero casi lo era más su personalidad cuando las luces del pabellón no estaban encendidas. Su relación con todos nosotros (siempre en su idioma), sus prioridades fuera del baloncesto (pidió un Suzuki Vitara en sus primeros años en Madrid, para poder dejarlo subido en cualquier acera cuando las circunstancias —casi siempre nocturnas lo demandaban), o sus platos favoritos en los restaurantes (aquellas ostras con salsa Tabasco de las cenas de las multas, festines que patrocinaba casi en exclusiva dada su mala relación con la puntualidad), lo situaban a mis ojos en una dimensión muy diferente. El nivel máximo como equipo al que podíamos aspirar entonces, compitiendo frente a cualquier rival europeo, tenía su última explicación en el juego de Rickie, con momentos de otro planeta.

Precisamente, mi momento favorito junto a él, y la sensación a partir de entonces de que los Reyes Magos en el baloncesto existían, sucedió en un partido frente al Real Madrid. Quedaba media hora para el inicio de un partido clave de cara a los playoff, y no había rastro de su presencia. Cuando por fin apareció, y nuestro entrenador le pidió a Pinone que le tradujera su enfado y decepción por el comportamiento, Rickie lo interrumpió rápidamente para zanjar el asunto, por supuesto en inglés y manteniendo la media sonrisa que jamás le abandonaba; “John, dile al entrenador que no hay nada que hablar, que lo siento de veras. Dile que hoy meto más de 20 y ganamos, que no se preocupe. Ahora tengo que ir al baño a mear”. La meada de Rickie fue aquel día nuestro himno de la Champions.

Uno tiene la sensación de que los Reyes del deporte siempre fueron mucho más auténticos hablando más bien poco fuera de la pista y haciendo mucho dentro de ella. Nada de lo que diga Lebron James sobre sí mismo le hará más grande a nuestros ojos que verlo luchar de nuevo por el anillo echándose al equipo a la espalda. Cuando le preguntaron a Jordan si había sido el mejor de siempre, su respuesta fue que debían decirlo otros, que le parecía una falta de respeto compararse con jugadores a los que jamás se había enfrentado. Oye, Mike, que dice Lebron… “Decidle a Lebron que por favor me espere calentando en la pista hasta que vuelva del baño”.

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