La gran sonrisa del líder
El Liverpool de Jürgen Klopp alcanza el ecuador de la Premier con seis puntos sobre el Tottenham y siete sobre el Manchester City
El escocés Kenny Dalglish fue el último técnico que hizo al Liverpool campeón de Inglaterra. Fue en 1990. Aquella temporada se dio el gusto de calzarse las botas por última vez en el singular papel de entrenador-jugador que ejercía. Solía decir que “la gente más importante en el Liverpool son las personas que quieren estar aquí”. El mensaje recoge la formidable herencia de emblemas como Bill Shankly o Bob Paisley, y atraviesa el alma de varias generaciones de jugadores, técnicos y aficionados que han construido un fabuloso sentido de pertenencia basado en la particular identidad que se respira en Anfield y en la legendaria historia del club.
Estos valores son los que un alemán de Stuttgart adoptó el primer día que pisó la ciudad, en 2015. El pasado curso Jürgen Klopp devolvió al club inglés más laureado en Europa al escaparate internacional disputando la final de la Champions League. Hoy tiene al Liverpool como líder en la Premier. Tras vencer en el Boxing Day por 4-0 al Newcastle, suma 51 puntos, siete más que el Manchester City, que perdió en Leicester (2-1). Es la segunda derrota seguida del equipo de Guardiola, al que el Tottenham (5-0 al Bournemouth) ya supera en la tabla.
Es el audaz estilo de juego impulsado por su técnico el que ha recuperado el atávico sentimiento de orgullo red.
Klopp es pura pasión. En septiembre el Liverpool visitaba al Chelsea y Maurizio Sarri, el entrenador del cuadro londinense, desveló una anécdota que ilustra además el carácter hedonista de su colega. El Chelsea ganaba 1-0 a pocos minutos del final y Sarri escudriñaba el juego desde su zona técnica. De repente se giró notando una presencia cercana. Era la cara de Klopp, a medio metro, exhibiendo una sonrisa de oreja a oreja pese a que su equipo perdía. “¿De qué te ríes?”, le preguntó sorprendido el italiano. “¿Tú no te estás divirtiendo? ¡Yo sí!” le contestó Klopp. “Pues yo también”, concluyó Sarri. El Liverpool empató en el último minuto y dos técnicos con buen paladar futbolístico se fundieron en un abrazo.
En Anfield, dos meses después, el Liverpool ganó el derby de Merseyside al Everton en el minuto 96 con un rocambolesco gol de Origi. La grada explotó como si celebrara un título. Y Klopp invadió el césped en una arrebatadora carrera para abrazarse al guardameta Alisson, La federación le sancionó con una multa de 8.000 libras (10.000 euros), pero nadie en toda Inglaterra le reprochó su emotivo y espontaneo frenesí.
Esa estampa es la que define el estado emocional del actual líder de la Premier y único equipo todavía invicto. Klopp afirma que “en verano era consciente del potencial del equipo, pero no sabía cómo funcionaría todo junto. El club, el equipo, la dimensión de la afición… están dadas las condiciones para tener éxito”. En la liga más reñida de los últimos años, Liverpool, Manchester City y Tottenham superaron los 40 puntos antes de Navidad. El City le sacaba más de diez a sus perseguidores por estas fechas el curso pasado. “A este ritmo necesitas casi 105 puntos para ser campeón”, suspira Klopp, que el 3 de enero rendirá visita a los de Guardiola. “Pero los trofeos no lo son todo. El Liverpool necesita una base sólida”. La que el alemán y el club vienen construyendo juntos y que esta temporada se asienta en un equipo con nuevos matices que han incrementado sustancialmente su capacidad competitiva.
La clave Van Dijk
En el último mercado de invierno el Liverpool revolucionó las costumbres pagando 78 millones de euros al Southampton por el central Van Dijk. El defensa holandés, ejemplo de suficiencia y tranquilidad y dotado de un físico imponente, ha sido clave para apuntalar una zaga que ahora es la menos goleada de la liga, con sólo siete goles encajados.
La inversión en refuerzos el pasado verano se elevó hasta los 188 millones de euros. El meta brasileño Alisson se ha instalado con gran personalidad en la portería de Anfield, haciendo olvidar los errores de Karius. Su compatriota Fabinho, llegado del Mónaco, es un versátil volante que añade pausa y precisión al tradicional estilo heavy metal de los equipos de Klopp. El Liverpool ya no sólo vive de las vertiginosas transiciones y la contundencia goleadora de su fantástico y complementario trío de atacantes, Salah, Mané y Firmino. Y la asfixiante y continua presión adelantada se practica ahora de forma más selectiva. El equipo ha aprendido a masticar más el juego. Tiene las herramientas para gestionar los partidos según sus intereses y un mejorado fondo de armario para las rotaciones. También llegaron el imaginativo Shaqiri para las posiciones ofensivas y el centrocampista guineano Naby Keita, que está adaptando a la Premier su gran potencial.
Y detrás está el extraordinario trabajo de la numerosa clase media, que encarnan como nadie los entregados capitanes Henderson y Milner. Gregarios de un equipo vitalista, pleno de energía y que comulga con el mensaje de su valiente líder con el fervor que precisan las grandes gestas añoradas en las míticas gradas de Anfield.
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