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Pedro Ferrándiz cumple 90 años

Como entrenador del Real Madrid ganó 12 Ligas, 11 Copas y cuatro Copas de Europa entre 1959 y 1975 y refundó el baloncesto en España

Faustino Sáez
Real Madrid de la temporada 1974-75, la última de Ferrándiz como entrenador del club. De pie, de izquierda a derecha: Paco Amescua (delegado), Walter Szczerbiak, Clifford Luyk, Rafael Rullán, Luis Marí­a Prada, Cristóbal Rodrí­guez, Wayne Brabender y Lolo Sáinz (entrenador ayudante). 1ª fila, de izquierda a derecha: Carmelo Cabrera, Vicente Ramos, Pedro Ferrándiz (entrenador), Juan Antonio Corbalán y Vicente Paniagua
Real Madrid de la temporada 1974-75, la última de Ferrándiz como entrenador del club. De pie, de izquierda a derecha: Paco Amescua (delegado), Walter Szczerbiak, Clifford Luyk, Rafael Rullán, Luis Marí­a Prada, Cristóbal Rodrí­guez, Wayne Brabender y Lolo Sáinz (entrenador ayudante). 1ª fila, de izquierda a derecha: Carmelo Cabrera, Vicente Ramos, Pedro Ferrándiz (entrenador), Juan Antonio Corbalán y Vicente Paniagua

“Mi equipo de los 60 revolucionó el baloncesto. Lo primero que hice fue variar la estructura y las posiciones. Cuando llegué a Madrid, los sistemas consistían en dos defensas altos, dos aleros pequeños y un pívot. Fuimos los primeros en jugar con un solo defensa, lo que luego se llamó el base, y después hice hincapié en los hombres altos y en el rebote para facilitar el contraataque de los jugadores más bajos y veloces. Subió la anotación y el espectáculo y sorprendimos a todos. No fue una cosa analizada y documentada. Fue mi idea del baloncesto. La apliqué y triunfamos”. Ataviado con su adorada chaqueta del Hall of Fame de la NBA, Pedro Ferrándiz cautiva con el sencillo relato de pionero con el que explica su éxito. El refundador del baloncesto en España cumple hoy 90 años en su Alicante natal, desde donde partió rumbo a la capital en plena posguerra para escribir una historia inopinada.

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Ferrándiz puso al Real Madrid en el mapa de la canasta con la conquista de 12 Ligas, 11 Copas y cuatro Copas de Europa en 13 temporadas (entre 1959 y 1975). En total, 27 de los 88 títulos de la sección. Un recorrido memorable del equipo que descubrió un nuevo deporte a todo un país desde el Frontón de Fiesta Alegre. De los fichajes de Wayne Hightower y Clifford Luyk a la llegada de Pablo Laso como jugador, entre la fortuna y la perspicacia, Ferrándiz se convirtió en la piedra filosofal de la vitrina madridista. En 1975, Ferrándiz dio el testigo en el banquillo a Lolo Sainz (22 títulos en 14 temporadas). Y en 1996, ya desde los despachos, fichó al Pablo Laso jugador que, años después y retomando la idea fundacional de Ferrándiz, ha vuelto a dominar Europa.

“Me tocó vivir una posguerra espantosa. Llegué a Madrid a finales de los 50 con 2.000 pesetas prestadas por el presidente de la Federación alicantina; que jamás le devolví, por cierto. Mi familia era muy pobre y había tenido que abandonar los estudios para ayudarles trabajando. Comencé de botones, luego estuve en una sastrería, de la que me tuve que marchar porque me cargué un traje, más tarde en una perfumería y por último de mecanógrafo. Ahí sí que triunfé. Me convertí en el mecanógrafo más rápido de la provincia”, cuenta Ferrándiz para contextualizar su azaroso aterrizaje en el mundo de la canasta a través de la última de sus profesiones sobrevenidas. “No tenía empleo y visité al jefe de deportes, educación y descanso que me empleó de nuevo de mecanógrafo, aunque acabé haciendo funciones de secretario. En ese tiempo fue cuando Saporta me reclutó para organizar los torneos sociales del Real Madrid. Cuando se marchó el entrenador de infantiles y juveniles, Saporta se acordó de mi etapa de entrenador y me encargó que me hiciera cargo de los equipos. El primer año nos proclamamos campeones de Castilla y empezaron a llegar los trofeos. Ahí comenzó todo”, explica repasando su victorioso periplo.

En el partido de ida de los octavos de final de la Copa de Europa de 1962 su picardía pasó a la historia con una maniobra inédita y maquiavélica: la autocanasta. “Nos empataron a falta de dos segundos. Quedaba la vuelta en Madrid y estábamos en clara inferioridad, la prórroga no nos convenía nada. Hightower se había lesionado y Sevillano y Morrison estaban eliminados. Pedí tiempo muerto y puse a Alocén, que tras el saque de banda anotó en nuestra canasta ante el estupor general”. La treta valió la pena. El Madrid venció por 21 puntos en la vuelta y llegó a la final, que perdió ante el Dinamo Tbilisi. La FIBA no recogía esa posibilidad en su reglamento y, a partir de entonces, castigó las autocanastas con una multa de 1.000 dólares y la exclusión de la competición.

Entre sus récords, el haber llegado a encadenar 61 triunfos consecutivos en la Liga Nacional (interrumpidos por un empate ante el Barça) y el haber estado tres años y tres meses sin perder: 88 partidos en total. “Los del Estudiantes fueron los que me pusieron el mote de Pizarrín y también eran los que me pinchaban las ruedas del SEAT 600, pero yo la pizarra casi no la utilizaba porque de táctica apenas conocía nada… tenía unas fichitas que me servían para trazar algún movimiento, pero me sobraban esas cosas”, espeta sin remilgos. “No había contratos. Se firmaban unas fichas anuales y los dineros no tenían nada que ver con los de ahora. Mi primer sueldo durante mucho tiempo fueron 60.000 pesetas al año, fiché a Emiliano por 100.000 y a Sevillano, por ejemplo, nos lo trajimos del Maristas por una docena de balones. Después inventamos la operación altura que nos nutría de canteranos”, desarrolla. Años después, ya desde los despachos del club, sumó a sus exitosos fichajes el de Pablo Laso. “Menudo follón. En Vitoria se cabrearon mucho con el fichaje de Pablo. Yo hablaba con su padre y un día me llamó y me dijo que todas nuestras conversaciones habían sido grabadas por Querejeta. El espionaje me dejó acojonado. Ahora, en su etapa de entrenador, quizá por influencia de su padre, que pasó la vida entera en el club, o por su propia experiencia como jugador, se integró desde el primer instante y entendió el espíritu del club. Además aportó su criterio y sensibilidad. Se ha convertido en un referente en la historia del club”, cierra el mito.

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Sobre la firma

Faustino Sáez
Es redactor de deportes del diario EL PAÍS, especializado en baloncesto. Además del seguimiento de ACB y Euroliga, ha cubierto in situ Copas, Final Four, Europeos y Mundiales con las selecciones masculina y femenina. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS.

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