Jorge Molina frustra la primera victoria del Huesca en su estadio
Un gol del delantero del Getafe en el 93 provoca las tablas en un partido más físico que técnico
Un gol de Jorge Molina en el minuto 93 evitó que el Huesca sumase su primera victoria de la temporada como local. El desenlace del partido fue tan cruel para el equipo oscense como merecido para el Getafe, que no se vino abajo tras el tanto inicial de Etxeita y compitió hasta el final con una intensidad física con la que compensó su notoria falta de habilidad técnica en determinadas parcelas. No en ataque, donde se produjo la mejor maniobra del partido con el gol de Molina, que se giró como si de un pivote de balonmano se tratase ante Pulido. Lo dejó clavado con la experiencia y el saber hacer que le permiten a sus 36 años seguir siendo uno de los referentes ofensivos de un Getafe que acumula cinco partidos consecutivos como visitante sin perder. Los mismos que como local siguen lastrando al Huesca, incapaz de brindar los tres puntos a su afición tres meses después de que haya arrancado la competición.
Arrancó bien el equipo de Francisco, veloz en las transiciones y atrevido en su propuesta de darle ritmo al partido y obligar al Getafe a salirse del molde. Compitió a la altura, sin embargo, el equipo azulón, que si bien no tuvo su mejor noche con el balón, en la parcela puramente táctica se comportó como lo que es, un equipo hormigonado en el que cada movimiento se encaja dentro de un plan común. Intentó salirse con la suya el Huesca orientando el juego a las bandas, especialmente a la izquierda, donde Ferreiro resultó un tormento para Damián Suárez. Las caídas hacia esa zona de Hernández también motivaron que Foulquier tuviera que olvidarse de atacar y socorriera continuamente a su compañero.
Lo poco que generaba el Getafe en ataque tenía que ver con la velocidad de Ángel, no así de Amath, desaparecido durante todo el partido. El canario actuó tan revolucionado la habitual sensación de peligro que transmite se transformó en descontrol para relajación de la zaga del Huesca. Con una línea de cinco atrás con dos carrileros, Semedo y su envergadura se ocuparon de despejar el cielo, y de transmitir una sensación de seguridad que desahogó la salida de balón. Tampoco es que las jugadas ofensivas del Huesca resultasen especialmente destacadas, pero sí suficientemente pragmáticas para que la faceta creativa de Arambarri quedase desdibujada, y Maksimovic no tuviera tiempo para respirar.
Logró romper el bloqueo que atenazaba el partido Etxeita al cabecear a la red un saque de esquina en el que no encontró oposición. Su cabezazo elevó la excitación del Huesca, aunque también obligó al Getafe a dar un paso adelante. A que ese paso fructificase contribuyeron los cambios de José Bordalás, que dio entrada a Portillo, Mata e Ibáñez, que afilaron el ataque madrileño y generaron mayores problemas a la defensa oscense. Sin embargo, el gol del empate llegó en una jugada mal valorada por los defensas locales, que no creyeron que Molina fuera capaz de zafarse de Pulido con la portería a sus espaldas, y prefirieron ocupar el espacio alrededor en lugar de ayudar a su compañero. Logrado el regate el disparo de Molina con la pierna izquierda superó a un Jovanovic que hasta ese momento había tenido mucho menos trabajo que su colega rival, David Soria, que se había visto obligado a intervenir en varias ocasiones para mantener a su equipo en el partido.
El empate sentó como una derrota al Huesca y a su estadio, que ya se veían celebrando una victoria que le hubiera servido para quitarse una losa inmensa de encima. Pero el Getafe no creyó que eso pudiera ocurrir y se lo hizo ver cuando más complicado lo tenía.
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