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El Real Madrid y el Atlético se quedan cortos

A los rojiblancos no les basta su recreativo primer tiempo ni a los madridistas su ardoroso segundo acto en un derbi con dos distinguidos: Courtois y Oblak

En vídeo, declaraciones de los entrenadores del Real Madrid y del Atlético de Madrid (ATLAS)
José Sámano

A nadie le alcanzó en Chamartín. Al Atlético no le llegó con su recreativo primer tiempo con Rodri como un reloj. Al Madrid tampoco le bastó su ardiente segundo tramo con Ceballos como corneta. Como resultado, un punto para cada vecino tras un partido con curvas para uno y otro, nada que ver antes y después del descanso. Un encuentro en el que los porteros, primero Courtois y luego Oblak, los dos mejores del planeta, frustraron a los delanteros. En la intimidad, a solas con los atacantes, ellos impusieron su ley en un partido corajudo, muy cachas y con momentos fluctuantes para cada cual.

Real Madrid y Atlético dirimieron un duelo por rutas diferentes. De entrada, más quietos los blancos, mansos, afeitados con la pelota. Más vivificantes y chisposos los rojiblancos, a los que el balón ya no siempre les parece un artefacto sospechoso. Con Rodri y Lemar reclutados puede permitirse una buena ración de fútbol al pie, geométrico. De entrada, así lo hizo en Chamartín frente a un adversario formal, sin más. Un Madrid dado al trasteo con la pelota, moroso y más cauto para evitar el birle que atrevido para el envite individual o colectivo.

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Hasta el intermedio, el Atlético tuvo otra marcha, siempre al compás de Rodri, con la pujanza de Saúl, la expansividad de Lemar y la proa de Griezmann. Fue el francés el primero en dar cancha a Courtois, sostén capital de los de Julen Lopetegui en dos escapadas colchoneras hacia el gol. Ya fuera con la cabeza —como en su duelo con Griezmann— como con la mano izquierda —como en su reto esgrimista con Diego Costa—. Dos acciones sintomáticas de lo que fue el iniciático conjunto de Simeone. Jabato como siempre y sin desdén por el juego trenzado, pero directo y sin atajos hacia la meta. A la carrera llegaron sus dos mejores ocasiones. Con el balón tan detenido como parsimonioso estuvo el Real, llegó la mejor oportunidad local antes de la tregua del descanso. Tras una falta ejecutada por Kroos, a Bale se le fue un disparo con la zurda por un meñique. Tan estático se desplegaba el Real Madrid que, hasta que irrumpió Ceballos al comienzo del segundo tiempo, nadie tuvo más picante que Carvajal. Como suele, el lateral acabó con el corazón en los huesos.

Aislado Benzema y con Asensio sin el auxilio de Nacho por la orilla izquierda, el equipo de Lopetegui apenas tuvo vuelo, por más que Oblak pifiara un despeje con el pie que rebotó en Marco Asensio y, tal que una carambola, el balón cayó en manos del esloveno.

Un simple cambio al descanso alteró la trama. Ceballos, relevo de Bale, con molestias, hizo de sonajero. El Madrid encontró en el andaluz al insurrecto que necesitaba. Alguien que se rebelara contra tanta rectitud, contra un fútbol excesivamente cartesiano. Apareció Ceballos y el partido dio un vuelco. No solo el Real ya tuvo una vía por la izquierda, donde se ubicó el exbético, sino que en su radar se activó mucho más Asensio, cogió volumen Kroos y jamás se contuvo Carvajal. Como consecuencia, se fundió el dicharachero Atlético del primer periodo. A los cofrades de Simeone ya les quemaba la pelota, menos obediente a sus pies por el mayor pulso local. Rodri perdió el ancla y los delanteros no daban con la salida. Sobre todo, Diego Costa, ausente en Chamartín salvo en aquel cara a cara en el que le venció el agigantado Courtois.

Pendular el partido, de los focos de Courtois al plano de Oblak. En una noche de porteros, el esloveno también tuvo su instante de gloria. Y, al igual que su colega belga, en un asalto en solitario. Oblak ganó el desafío a Asensio.

El cuadro del Metropolitano ya no colgaba de Rodri o Lemar, sino de las pinzas de Giménez. No se demoró Simeone, que, visto el achique de los suyos, echó el lazo a Correa por el ya diluido Lemar y a Thomas por el irrelevante Costa. El Atlético no dio con el remedio, esclavizado en su rancho por un rival mucho más categórico y decidido. A los rojiblancos solo les quedaba soportar la tromba.

En plena crecida madridista, la gente del Bernabéu reclamó a Mariano, lo que fuera antes que Benzema. Efervescente el Madrid, el equipo requería un pegador, alguien que atizara el área, alguien en combustión. Lopetegui no atendió la petición y se inclinó por el debú de Vinicius, por las ciénagas de Segunda B desde su aterrizaje en Valdebebas. El chico no tuvo minutos suficientes en un Real Madrid que cerró el derbi con Lucas, Vinicius y Asensio como delantera. Con ellos o los titulares, el equipo ha sellado un registro de dos goles en los cuatro últimos partidos ligueros. Al otro lado, el Atlético no tuvo continuidad: de la ola del primer tramo a la resistencia espartana del segundo. A ninguno le bastó con medio tiempo. Y por el camino, Courtois y Oblak. Palabras mayores.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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