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PISTA LIBRE
Columna
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Pequeñez marginada

Durante décadas, el fútbol progresó por el impacto de las novedades que surgían en pequeños países como Holanda, perjudicados ahora por el escaso tamaño de su entorno y el poder del negocio

Santiago Segurola
Cruyff dispara durante un Ajax-Bayern de 1973.
Cruyff dispara durante un Ajax-Bayern de 1973.ullstein bild via Getty Images ullstein bild (Getty)

La implacable lógica mercantil ha destruido una de las grandes tradiciones futbolísticas, donde lo pequeño y hermoso apenas puede ofrecer resistencia a lo grande y opulento. Estamos en un tiempo irreversible, caracterizado por la expansión global del fútbol, los dinerales por los derechos televisivos de las grandes Ligas europeas y el enorme peso del consumo en un juego que opera contra algunas de las pequeñas naciones que han definido escuelas inolvidables.

La buena impresión del Ajax frente al AEK de Atenas en la primera jornada de la Liga de Campeones y el regreso del Estrella Roja de Belgrado al torneo, después de 25 años de ausencia, invitan tanto a la nostalgia como al desánimo. Son dos clubes esenciales en la historia del fútbol, por influencia y palmarés. Difícilmente se entendería el fútbol actual sin su legado, especialmente el del Ajax de Ámsterdam, sin cuya aportación sería casi imposible explicar al Barcelona, la selección española y al Milan de Sacchi.

Durante décadas, el fútbol progresó por el impacto de las novedades que surgían en pequeños países. Holanda fue uno de ellos. Allí se instauró el denominado fútbol total. Los escoceses refinaron a los ingleses con el famoso passing game —el juego de toque— y en la escasa distancia (247 kilómetros) que separa Viena de Budapest se estableció la legendaria escuela del Danubio, primero con la gran selección austriaca de los años 20-30 y después con la formidable Hungría que transformó el juego después de la Segunda Guerra Mundial.

Todos estos países, impagables en el desarrollo del fútbol, tienen una característica común: son pequeños en extensión y demografía. Disponen de la historia y de la simpatía general de los aficionados, pero sus Ligas interesan poco o nada al mercado. Las consecuencias son inevitables. Equipos como el Celtic de Glasgow, primer club británico ganador de la Copa de Europa, o el Glasgow Rangers, cuya hinchada es tan masiva como la de los principales equipos ingleses, se han convertido en anecdóticos a escala europea. Hungría ha desaparecido del mapa futbolístico. Los equipos holandeses han bajado tantos peldaños en la escala global que no aparecen en una final de la Copa de Europa desde la derrota del Ajax con la Juve en 1996. Por desgracia, cada vez se les espera menos.

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El Estrella Roja, víctima deportiva de la Guerra de los Balcanes, ganó la Copa de Europa en 1991 con un equipo inolvidable: Savicevic, Prosinecki, Mijailovic, Pancev, Jugovic y Belodedici, entre otros. Representaba a Yugoslavia. Ahora, a Serbia, otra Liga pequeña y alejada, como el resto del fútbol del Este, del tremendo centro de gravedad que significan Inglaterra, España, Alemania, Italia y Francia en el fútbol, países que han aprovechado su viejo potencial futbolístico y se han beneficiado extraordinariamente de su extensión y sus posibilidades demográficas, con poblaciones que van de los 50 a los 90 millones de habitantes. Es decir, de potenciales consumidores. De eso trata sustancialmente el fútbol de hoy.

La sentencia Bosman, que en 1995 abrió las fronteras europeas a jugadores de todo el mundo, animó a las sucesivas transformaciones de la Copa de Europa —de equipos ganadores de sus Ligas nacionales y eliminatorias directas al sistema actual de grupos y masiva presencia de clubes españoles, ingleses, italianos, alemanes y franceses— y al fabuloso matrimonio mercantil que mantienen desde entonces las principales Ligas y la televisión. El efecto sobre el negocio y el mapa del fútbol es aplastante. Beneficia lo grande y desdeña lo pequeño. Es la lógica irremediable que ahora margina a míticos equipos perjudicados por el escaso tamaño de su entorno y que previsiblemente devorará a los siguientes pequeños: los que no podrán competir, es decir, la satisfecha clase media actual, con los gigantes económicos que ha alumbrado el nuevo fútbol.

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