Asensio y poco más
Un gol del balear, con suspense por la intervención del VAR, da la victoria a un Madrid con rotaciones, muy chato y de fogueo que estuvo apretado por un Espanyol que compitió bien
Alertado por las cargas del calendario, con el Sevilla y el Atlético a la vista la próxima semana, Julen Lopetegui recurrió como nunca a la segunda unidad y el Madrid casi patina. Con poco hueso y sin mazo ante la portería adversaria, el Real se vio angustiado hasta el final. El Espanyol, solo condenado por un gol de Asensio, compitió bien y le apretó cuanto pudo, pero no le dio para más. Le faltó tanta pegada como al Madrid, lo que derivó en un duelo con más intriga que emociones reales. Un partido que los blancos cerraron con un pelotón de suplentes: Odriozola, Nacho, Lucas, Llorente, Mariano... Sobre ellos y los titulares se elevó un rival, Marc Roca, de largo el más cautivador de la jornada.
El fútbol, pendular en tantas ocasiones, deparó un duelo chocante en Chamartín. El Madrid capaz de rematar una treintena de veces a un semifinalista de la última Copa de Europa (Roma) apenas tuvo siquiera fogueo contra el Espanyol. Del Real seductor en Europa a un Real atrofiado en LaLiga. Lopetegui agitó la alineación ante la maratoniana cartelera que se avecina, con un partido liguero entre semana. Lesionado Carvajal, también dio libranza a Marcelo. Cuestión capital en un equipo en el que los laterales no son precisamente teloneros. Odriozola, debutante, corrió más de lo que jugó. Nacho, afanoso en la orilla izquierda, no tuvo el picante de Marcelo. No fue casual que el conjunto perico se blindara más por el embudo que por los costados. Y no solo por la ausencia de los dos laterales titulares. Con Bale también de descanso y Cristiano en Turín, el Madrid no tenía quién cogiera vuelo para el juego aéreo. Sin Kroos, además, tampoco chutadores graduados, salvo Asensio.
Irrumpió un Real con soltura con la pelota y activado para el quite, pero afeitado, sin picante en la periferia de Diego López. Al Espanyol, ordenado con más gusto por la pelota que en cursos precedentes, le bastó con cerrar filas y esperar alguna contra, como las que cazaron Piatti y Hernán antes del intervalo. Ninguno resolvió. Al argentino, el remate se le fue cruzado; el paraguayo se topó con Courtois. Para entonces aún no había pistas del Madrid en la portería visitante, ni rastro del equipo atómico que tres días antes fundió al Roma. Un Madrid sin patines, más empeñado en jugar al pie que al espacio. Formal, sin más. Lo mismo que su adversario, aunque, por supuesto, la medida de evaluación nunca será la misma, por más que algún jugador, caso de Marc Roca, el que marca la hora en este Espanyol de trazo más fino, mereciera muy buena nota.
El encuentro, opaco en muchas fases, no tuvo chicha en las áreas hasta el bingo de Asensio a un paso del intermedio. Un gol en diferido. Va con los tiempos, son esos goles que no se celebran del todo hasta que el VAR acaba con el suspense. Un tiro errático de Modric salió rebotado en Naldo y Javi López hacia el balear. Asensio, que no estaba fuera de lugar, cargó la zurda y arrinconó el balón en una esquina de la meta blanquiazul. Mateu, el árbitro, esperó el soplo definitivo y autorizó el tanto. Un remate a puerta y 1-0.
Una oleada al inicio del segundo acto pareció vislumbrar a un Madrid con más gancho. Un espejismo. El tiempo menguó al equipo de Lopetegui, con el Espanyol siempre de cara, cada minuto más animado ante un marcador tan al alcance. El técnico madridista, a la vista del desaliño general, echó un vistazo al banquillo y reclutó a Mariano y Lucas por el decepcionante Benzema y el intrascendente Ceballos. No se amedrentó el cuadro de Rubi. Borja Iglesias, que ha hecho carrera como goleador en Segunda, tuvo fe para disputar un asalto con los zagueros locales, rebañó la pelota y la estrelló en el larguero con una picadita sobre el gigante Courtois. Alarma en el Madrid, tan chato toda la noche, solo cautivador con una excelente asistencia de Isco con el empeine exterior del pie derecho que cabeceó Sergio Ramos como un jabato. Diego López tuvo una respuesta a la altura del remate.
Sin dictado, poco a poco el Real se ocupó más de gestionar el gol de Asensio que de procurar dar el banderillazo definitivo a su oponente. A la faena se sumó otro suplente muy suplente, caso de Llorente, que emergió de las catacumbas para tirar de escoba junto a Casemiro. Incapaz de abrochar el choque, el Madrid no pudo evitar la trama hasta el final, por mucho que el Espanyol tuviera más empeño que artillería. No le dio para tener más recorrido y, por bien que se despelgara, alargó el maleficio. Su última victoria en el Santiago Bernabéu se remonta a 1996. Para el Real Madrid, por aparatoso que estuviera, tres puntos, minutos para el último batallón y nada más. Nada que ver con el Madrid que abrumó al Roma. Las rotaciones, necesarias, casi le pasan factura en una Liga en la que no hay mucho margen para las pifias.
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