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El Celta desnuda al Atlético

Un resbalón de Godín al inicio de la segunda parte anticipó el derrumbe del conjunto rojiblanco, incacapaz de rematar entre palos y errático en el campo y en la banda

Remate de Maxi Gómez que supuso el primer gol del Celta.
Remate de Maxi Gómez que supuso el primer gol del Celta.MIGUEL RIOPA (AFP)

Poco de lo que se anuncia en el fútbol acaba en la cartelera. Y si lo hace no siempre muestra la película que se aguardaba. Se aguarda a un Atlético mandón, pleno de recursos, aspirante y ganador, pero en los tres primeros partidos del campeonato ya ha conocido los tres signos de la quiniela y se ha dejado cinco puntos en tan corta ruta. Tres se los quedó el Celta, que también tiene sus ambiciones y expuso valiosos argumentos que desnudaron a un rival al que se le pronostica un espacio entre la nobleza del fútbol europeo.

En Vigo quieren evolucionar el equipo y buscan la manera de que la manta corta del fútbol no destape sus defectos. En los últimos años conformaron un colectivo vistoso e intrépido, por momentos incluso grácil, un regalo para los ojos de quienes entienden este deporte como un proceso recreativo. Hasta ahora fue divertido ver al Celta, pero quizás no tanto sentirlo cuando se expone al error y la contra, a un marcaje deficiente en el balón parado o al ida y vuelta que le aboca al vuelo de una moneda que no siempre muestra una cara. Antonio Mohamed es un tipo curtido a la vera del Cholo Simeone, crecieron juntos en el fútbol, pasaron desde la infancia a la adolescencia y de ahí al profesionalismo en sus versiones a ambos lados de la línea de cal. Parece probable que vean el juego con las mismas lentes. Y ahí está el viraje del Celta, el que promueve Mohamed y trata de levantar un alcázar, no ya por su idea de armarse en el fondo replegado en torno a tres centrales sino por la de minimizar errores en la circulación de la pelota o que al menos se propicien allí donde el equipo esté bien parado para que no le dañen.

Así que el Atlético se encontró con un espejo. Y el tránsito dejó paso a la cautela. Nadie tiró entre palos en una primera parte digna de picapedreros, todo bajo una intensa solana y un calor asfixiante. El partido se cerró, le pusieron esposas a la imaginación, a Griezmann y a Aspas. A Sisto, que no encontró espacios siquiera para encarar. Durante una hora larga no se aprovecharon los costados, no brotó el regate, apenas se rompieron líneas. No por ello cabría deducir que fue un mal partido porque se jugó con dedicación, esfuerzo y rigor táctico. Manejó más la pelota el Celta, pero en terrenos inocuos. Obviamente al Atlético no le importó. Con la mayoría de jugadores al acecho de un robo para lanzarse hacia el gol ocurrió que todos se guardaron las carteras.

En esa escena solo puede haber un invitado que marque diferencias: el error. El primero lo cometió Lobotka tras casi media hora de trasteo. Pifió en un pase atrás y le dio una opción de gol a Costa y Griezmann, que la gestionaron con un disparo del francés vecino al palo de la portería local. Simeone y Mohamed toleran la imprecisión, pero siempre que no medie riesgo. Pero a veces llega sin buscarlo. Nada más regresar del entretiempo Godín, uno de esos tipos que parecen inmunes a avatares, resbaló ante una cesión de Filipe. Maxi Gómez acudió como un lince, cabalgó hacia el área y descerrajó un disparo cruzado a la red.

Godín y Cabral disputan la pelota.
Godín y Cabral disputan la pelota.MIGUEL VIDAL (REUTERS)

Maxi Gómez sorprendió hace un año por su capacidad para colocar remates entre palos. Marca goles porque falla poco y eso dispara cotizaciones en la bolsa futbolera. El chico además ha aprovechado el verano porque ha regresado de Uruguay fino. Decía Sinisa Mihajlovic, aquel zurdo balcánico que tenía tendencia a ganar peso, que cada vez que lograba domesticar la báscula se sentía como si dejase de jugar con una bombona de butano encima. Maxi Gómez se ha enchufado el grifo del gas y ahora amenaza con echar a volar. Cinco minutos después de marcar, le dio a Iago Aspas un centro para el dos a cero. Y ya nada fue igual en Balaídos.

Simeone tomó de inmediato el bisturí. Retiró del campo a Thomas y Correa, llamó a Lemar y Kalinic. Un cuarto de hora después desmontó la solución de Savic en el lateral derecho y buscó amplitud y profundidad con el colombiano Arias. Pero no retiró del campo al zaguero montenegrino, que jugaba con una tarjeta amarilla. Se marchó Giménez y de inmediato llegó Murphy a Vigo porque Savic vio la segunda amonestación en la jugada siguiente y se fue a la caseta detrás de su compañero.

Se abrazó a la prisa el Atlético. Le marcó el tercero el Celta, un remate de Cabral que anuló el videoarbitraje, dirían los hipodrómicos que por corta cabeza, que así de fino hila la tecnología. El descontrol amenazó las intenciones de Mohamed, que siempre quiso un partido atado y bien atado, pero sus chicos jamás dejaron de gestionar la situación como expertos. Incluso en superioridad numérica tuvieron frialdad y firmeza para esperar al rival. Y ahí aparecieron los espacios para galopar. Ese es el Celta que tantos ojos alegró en pasadas campañas. Pudo sentenciar en el tanto anulado, en una irrupción del incansable Hugo Mallo que frustró Oblak o en dos llegadas de Fran Beltrán, un joven de 19 años que sostuvo la medular del equipo vigués. Acabó en lo alto la bandera del Celta, la de un Mohamed al que cabe no perder la pista, mientras el Atlético recogía la suya incapaz de disparar siquiera una vez entre palos.

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