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Un Mundial para unirlos a todos

El evento futbolístico por excelencia borra los colores de los equipos y une a aficiones que parecían irreconciliables

Inma Flores

Ocurre cada cuatro años. En familias, en grupos de amigos, en los bares, en casas, en el trabajo. En toda España. De hecho también sucede en otros países. Cada cuatro años llega el Mundial. Y, como si nos afectase a todos un conjuro, dejamos de lado las camisetas de nuestros equipos para ponernos la de color rojo. Y se ve a atléticos defendiendo a Ramos. A madridistas disfrutando de Diego Costa y rabiando a más no poder con cada gol de Cristiano. Amigos que solo unas semanas atrás no se querían ni ver en día de partido hoy viven cada minuto juntos. Lo que ha pasado durante el año es ahora objeto de una misteriosa amnesia. Y poco importa ya que la estrella de un equipo diga que se queda o que la del otro no lo haga. El fútbol, más que nunca en un Mundial, nos une.

Kevin Martínez, Cristina Merchán y Cynthia Bautista son excompañeros de trabajo. Kevin es merengue, Cristina, colchonera, y Cynthia, culé. Pero los tres visten hoy de rojo. “Yo durante el año suelo ver al Real Madrid con mis amigos madridistas, pero en el Mundial nos podemos mezclar más”, cuenta Martínez, informático, como Merchán y Bautista, con las que comparte botellines de cerveza en el Valiño, un bar gallego del centro de Madrid que se ha llenado de camisetas y banderas de España para el debut de la Selección contra Portugal. “Yo solo veo los partidos importantes del Atleti, pero si hay Mundial lo veo todo y animo como la que más”, confiesa Merchán. Bautista tiene el corazón dividido: “Soy de Perú y estoy muy contenta porque hacía muchísimos años que no íbamos al Mundial. Pero llevo 10 años viviendo aquí, llegué justo cuando España ganó la Eurocopa. Me encantó cómo lo celebraron y lo bien que se vive el fútbol aquí. Desde entonces soy una fan más de La Roja”, explica.

Cristina, Cynthia y Kevin brindan durante el partido.
Cristina, Cynthia y Kevin brindan durante el partido.Inma Flores

En el transcurso del partido se comprueba que nada es como era. Kevin protesta cuando a Busquets le muestran tarjeta amarilla. Cristina alucina con el latigazo de Nacho en el 2-3: “Siempre marca unos goles buenísimos. No es de mi equipo pero tengo ojos y lo reconozco”, bromea. Todos se abrazan cuando marca España, aunque cae alguna puyita: “Se nota que es del Atleti”, dice la colchonera tras el segundo tanto de Diego Costa. “Claro, es que está fresco, como no ha tenido que jugar la Champions...”, contesta con malicia Kevin. Quique y Miguel Valiño, los dueños del bar, animan el cotarro y aplauden con la salida de los tres gallegos del equipo (Iago Aspas, Lucas Vázquez y Thiago Alcántara, que se crió en Vigo) al campo.

Miguel Valiño (izquierda), anima a su hermano Quique junto a Cristina, Cynthia y Kevin.
Miguel Valiño (izquierda), anima a su hermano Quique junto a Cristina, Cynthia y Kevin.Inma Flores

Cynthia lo vive “con más tensión que un partido del Barça”. Cristiano marca un hat trick. Todo el bar se indigna. Kevin se olvida de que CR7 es el líder de su club: “¡Pero cómo va a ser eso falta si se ha tirado a la piscina!”. Junto a la emoción de un partido de ida y vuelta, reina el buen rollo. “El partido ha sido una buena excusa para juntarnos y contarnos nuestras vidas, que hacía mucho que no nos veíamos”, dice Cristina. Al final, empate. Los hermanos Valiño siguen animando. “No pasa nada. Nos lo hemos pasado bien y vamos a ganar el Mundial”, avisa Miguel.

En su bar todos iban con España, pero a escasos metros, en la Cervecería Deportiva, había un duelo de aficiones. El local, acostumbrado a la presencia de cámaras que recogen el ambiente futbolero madrileño, está a reventar. Pero sorpresa: suena el himno de Portugal y parece el centro de Lisboa. Suena el de España y, claro, como no tiene letra sigue pareciendo Lisboa. La clave de este misterio la tiene Carlos Jorge, el dueño: “Claro que soy portugués”, contesta, por si la camiseta de la vigente campeona de Europa, las bufandas y la presencia de un buen número de compatriotas no fuese suficiente prueba.

María Silva y Paula Lozano son amigas, comparten mesa y risas, y durante el partido se harán rabiar. “Pero sin enfadarnos”, matiza Silva, portuguesa afincada en España desde hace tres años. “Yo le digo que no juegan a nada y ella que no tenemos delanteros”, comenta la española. Así ocurre durante el encuentro en todo el bar, mitad español mitad portugués. Cada gol de un equipo es, primero, la alegría de los que lo consiguen, después decepción de los que lo encajan, y pasado un rato bromas y risas entre todos para que no se pierda el ambiente de fiesta. Todos los vecinos se van contentos, el empate es casi lo de menos.

Los aficionados portugueses animan a su selección en la Cervecería Deportiva.
Los aficionados portugueses animan a su selección en la Cervecería Deportiva.Inma Flores

En otra zona de bares de la ciudad, cerca de la calle Ponzano, un grupo de amigos es fiel a su tradición, que dura ya más de 10 años. “Llevamos viendo el Mundial juntos, por lo menos, desde Alemania 2006”, asegura Mario Pérez. “Y antes de eso nos lo ponían en el colegio durante las clases”, recuerda Alberto Sebastián. Mario y Daniel son del Atlético. Javier e Iñaki, del Madrid. Fernando y Alberto, del Barça. “Nos falta uno que siempre llega tarde. Al Argentina - Nigeria de hace ocho años tardó cuatro horas en presentarse. Este año se repite ese partido y dice que será puntual, pero no nos fiamos”, cuenta entre risas Fernando Mena. “Somos colegas de toda la vida y cada uno es muy de su equipo. Nos hemos picado tantas veces que a nuestros equipos ya los vemos por separado. Pero en el Mundial todos vamos con el mismo, así que no hay tanto problema”, explica Javier Reina. Hace 12 años que dejaron el colegio. Pero cada cuatro, el fútbol les sigue juntando.

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