“Es el principio de una nueva era”
La plantilla del Atlético advierte un acercamiento emocional con el nuevo estadio tras la marcha del Calderón y Simeone destaca el comportamiento del público
El Wanda Metropolitano, un estadio recién estrenado, en el que la madera que recubre las distintas salas que se albergan en sus entradas todavía mantiene el olor a nuevo, se enfundó anoche el abrigo de su hermano mayor. El viejo Calderón se instaló en su versión 2.0 y provocó que el público se sintiera de nuevo en casa. “Es el principio de una nueva era”, aseguró Saúl, colchonero moderno de viejo cuño. “Aunque para mí no tiene la magia del Calderón todavía”, añadió. “Las historias la hacen estos partidos, y los estadios ganan fortaleza a partir de triunfos importantes, y este lo fue”, se sumó Simeone.
Es el Atlético un club atado a la mística, en busca de un nuevo templo. No hizo falta rezar, pero sí demostrarse que los espíritus no entienden de costumbres, y que no hay lugar en el que una congregación no sepa conectar con el más allá. “La verdad es que por donde tuve que vivir el partido -un palco VIP que se recorrió de lado a lado como un pez bordeando la pecera-, pude palpar y sentir lo que siente el hincha. Es una estadio extraordinario y la gente entendió que el equipo necesitaba su compañía y empuje”, profundizó Simeone, manso tras quedarse sin un gramo de adrenalina en el cuerpo. “Estamos muy contentos, ojalá sea un final feliz. Queríamos sentir el ambiente que había en el Calderón y hoy lo hemos tenido", se sumó Griezmann.
Lo cierto es que en el ambiente, más allá de la voluntad de transformar el nuevo local en hogar, había un aroma de relajación poco propio de una semifinal europea. “El partido de hoy fue consecuencia de lo que hicimos en Londres, esto está claro”, confesó Simeone, que no se inmutó ante el dato de que con la que vivirá en Lyon serán ya cinco finales europeas (dos Ligas de Campeones, dos de Liga Europa y una Supercopa) que disputará su equipo desde que aterrizó en el banquillo. “Yo solo soy la cara visible de un equipo muy grande”, resolvió. “Tengo hambre de títulos”, advirtió Oblak, muy poco exigido durante el partido, el 32º en el que el Atlético mantiene la portería a cero de los 55 que ha disputado esta temporada. “Las cosas no son tan fáciles como parecen. Demostramos que somos un equipo grande y que podemos jugar partidos grandes”, puntualizó el esloveno.
Pero el protagonista del partido fue Diego Costa, goleador y nexo de unión con un público que se partió las manos aplaudiéndole. “Era muy importante llegar a una final. El Atlético lo necesita porque somos un gran equipo”, apuntó el hispano-brasileño, que quiso tranquilizar a los aficionados tras pedir el cambio insistentemente (llegó a enfadarse con el Mono Burgos por no efectuarlo en el primer aviso de que algo no iba bien). “Son solo calambres, todo bien”, señaló el delantero, que firmó su séptimo gol con el Atlético en los 20 partidos que ha disputado, en la tercera vez que la marca al Arsenal (dos tantos se los hizo con el Chelsea).
“Diego vino para esto, para ser importante, para tener un delantero con rabia. Nosotros trabajamos en consecuencia a la intensidad, de vivir de los errores que le encontramos a los rivales, y él vino a darle esa cuota positiva”, comentó Simeone. “Es normal que juguemos para él, el Arsenal te lleva atrás, y por eso hemos sido muy directos y hemos ido a buscarle”, puntualizó Koke. “Hemos controlado bien el partido, tienen buena posesión de balón pero lo hemos sabido contrarrestar bien. Lo difícil lo vivimos en el partido de Londres, jugando con un jugador menos y nos ha facilitado muchos las cosas. Vamos a ir a Lyon a ganar la final”, aseguró Koke.
Arsène Wenger detuvo su contador europeo en el partido 250. No habrá más como técnico gunner y no dio pistas de si intentará ampliar la cifra en otro lado. “Tengo que recuperarme de la gran decepción de esta noche. Estoy muy triste por salir de este club, y voy a darme un tiempo después de lo que he sufrido hoy. No tengo ningún tipo de plan por el momento”, señaló el técnico del Arsenal. La mística del Calderón se mudó al Wanda y se encargó de seguir manteniendo la inercia de un equipo que sigue necesitando a los espíritus para creer, pero no para seguir haciendo historia.
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