Justin Gatlin y los tratos con el dopaje de sus amigos
El hombre que derrotó a Bolt en el Mundial de Londres despide a su entrenador, caído en la emboscada de un diario británico
Justin Gatlin vuelve a tener problemas con las autoridades del antidopaje y todos dicen que no les extraña, como si fuera inevitable que ocurriera así, un atleta nacido para doparse y ganar. El velocista que evitó que Usain Bolt terminara su carrera como campeón del mundo en agosto en Londres había estado suspendido cuatro años por dopaje poco después de proclamarse campeón olímpico en Atenas 2004. Y antes también había dado positivo. El campeón del mundo de los 100m es un hijo del sistema, claro.
Su último tropezón nace de una emboscada tendida por varios periodistas del Telegraph británico, que, haciéndose pasar por productores de Hollywood ofrecieron a uno de los agentes y al entrenador de Gatlin el trabajo de llenar de músculo a un supuesto actor que debía hacer el papel de atleta de velocidad en una película. Les prometieron 250.000 dólares por la tarea. Robert Wagner, el agente, y Dennis Mitchell, el entrenador, se entusiasmaron con la tarea y, sin saber que les estaban grabando con cámaras ocultas, dijeron que no tendrían problemas para acelerar la musculación del actor falso con testosterona y hormona de crecimiento, dos de los productos más prohibidos de la lista antidopaje. También se motivaron para afirmar que el dopaje está muy extendido por el atletismo norteamericano y que el mismo Gatlin recurría a sustancias prohibidas, pero que ya no daba positivo porque tomaba anabolizantes de diseño, desconocidos para los laboratorios antidopaje.
Gatlin negó la afirmación y anunció el despido de Mitchell.
Mitchell y Wagner afirmaron después que habían mentido y fantaseado sobre su relación con las sustancias prohibidas para embaucar a los de Hollywood y tangarles el cuarto de millón de dólares.
El Telegraph añade que la Unidad de Integridad de la IAAF (la federación internacional de atletismo) y la agencia antidopaje de Estados Unidos (USADA) han empezado a investigar a Gatlin y a su entorno, que tienen el pasado en su contra.
Si Gatlin fuera ruso, de Kislovodsk, por ejemplo, y no un neoyorquino de Brooklyn, se diría que él, y tantos sprinters norteamericanos de calidad mundial que han dado positivo las últimas décadas (Tyson Gay, Marion Jones, Kelli White, Tim Montgomery…), son un producto de una fábrica estatal de falsos campeones alimentados con testosterona y EPO, creados para ganar más medallas que nadie y, por tanto, protegidos por todos los poderes políticos que se burlan a carcajadas del ideal olímpico. El término dopaje de Estado, por supuesto, solo se aplica a los países de aquel llamado bloque comunista de la guerra fría, Rusia y RDA. En Estados Unidos, la bandera, el himno y las medallas en los Juegos tienen el mismo valor manipulador, pero allí el Estado se borra de la gestión del deporte. Es el reino de la libre empresa y de la libertad de mercado, y el Estado protegiéndolo.
Esta realidad se reveló palmaria hace unos años con el caso Balco, la trama de dopaje desmontada en San Francisco a la que recurrían los mejores velocistas del momento. Y hacia Balco devuelve al atletismo norteamericano la actual peripecia de Gatlin y sus amigos.
Fue Trevor Graham, entrenador de Gatlin entonces, quien en 2002 envió a la USADA la jeringuilla que dio origen a las investigaciones que acabaron con Marion Jones, la reina de la velocidad mundial, entre otros atletas.
Dennis Mitchell, en aquellos tiempos acaba de cumplir una sanción de dos años por testosterona (“qué testosterona”, argumentó en su inútil defensa, “el análisis se ha disparado por exceso de sexo y cervezas la noche anterior”) y aconsejaba a Marion Jones. En su historial deportivo destaca la medalla de oro en el relevo de Barcelona 92 junto a Carl Lewis, Leroy Burrell y Mike Marsh. En 2008 ya dejó de negar que se había dopado: testificó contra Graham en un juicio por dopaje contra el delator, diciendo que le proporcionaba EPO, testosterona y hormona del crecimiento, la santísima trinidad del dopaje. Gatlin, ya sancionado, también testificó contra su entrenador, al que culpó de su positivo.
Wagner, el agente a tiempo parcial de Gatlin, es un austriaco que ya trabajó con Ben Johnson, el canadiense que en 1988 abrió los ojos al mundo sobre la extensión del dopaje en la velocidad, y que después representó a White, otra velocista caída en Balco, con quien tuvo un hijo.
El Estado no interviene en el dopaje estadounidense, pero sus autoridades deportivas son como las de todo el mundo. Pese a su historial antideportivo, hace tres años, la federación de atletismo de EE UU, convirtió a Dennis Mitchell en responsable técnico del relevo nacional. Después pasó a entrenar a Gatlin, quien cerró el círculo de su carrera derrotando en Londres a Bolt, lo que ninguno de sus compatriotas había logrado antes. Y cerrará el círculo de su aportación a la historia del atletismo con un nuevo escándalo que recuerda que el pasado nunca termina de pasar.
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