España no fue España en el empate contra Rusia
La Roja, desconocida y con muchas grietas, se aferra a un empate frente a una anfitriona entusiasta tras su partido más inconsistente de la temporada
Por Rusia no compareció la España de estos tiempos. En San Petersburgo solo hubo pistas de una Roja desteñida. Tan poco reconocible que recibió tres goles. No encajaba tanto desde el estruendoso batacazo del 1-5 con Holanda en Brasil 2014. En la etapa de Julen Lopetegui no se había visto, ni de lejos, una España tan indefensa. El seleccionador alteró el sistema sobre la marcha, pero nadie dio con la tecla. Ni en la cueva, ni en el eje ni en la vanguardia. Cualquier Roja de la temporada fue mucho mejor. Y cualquier Rusia de otros tiempos, también.
De entrada, lo nunca visto. El no va más: Jordi Alba, el jugador de menor techo en San Petersburgo, emergió donde jamás se le hubiera esperado, en la zona que surcan los arietes, y marcó un gol de cabeza entre dos gigantes rusos. Por más que el lateral del Barça fuera delantero en sus años parvularios y que Asensio enroscara la pelota en su frente con pie de seda, el tanto tuvo algo de extravagante. Un pésimo retrato de los zagueros locales. El insólito remate de Alba llegó en la primera aventura española hacia la meta rusa. Un presagio de lo que esta vez fue la Roja, mucho más efectiva que brillante. Nada que ver con el renacentista duelo con Costa Rica del pasado sábado. El único parentesco, que de nuevo fuera Jordi Alba quien madrugara con el gol.
En Rusia, Julen Lopetegui alternó al portero, con De Gea por Kepa, probó la versatilidad de Nacho como lateral derecho y reformó por completo el ataque. Una delantera llamativa. No deja de ser peculiar que se alistaran tres zurdos muy zurdos: Suso, Rodrigo y Asensio. Sin Silva hasta el segundo tiempo e Isco en su casa, España tuvo menos gobierno. Sin la pelota cosida como mejor defensa, al equipo español se le vieron más grietas que de costumbre. A la selección rusa, muy plana, le bastó con un chute de entusiasmo para en varias fases bloquear a España en la periferia de De Gea. Con algún inesperado desajuste de Sergio Ramos, Jordi Alba, actor principal en el primer acto, evitó un par de asaltos de los rusos. La Roja no tenía hilo. El equipo no daba con el ancla de Busquets. Tampoco trascendían Thiago e Iniesta, mientras Suso se mostraba muy errático. Solo por la vía de Asensio lograba despegar el cuadro ibérico.
Sin migas de la España que atornilla el juego a través del balón, llegó un segundo e inmerecido azote para Rusia. Gianluca Rocchi, árbitro italiano, cargó a los locales con un penalti por mano de Kuzyaev. En realidad, el chico había amortiguado la pelota con un hombro. Ramos tiró de galones y se concedió el lanzamiento. No falló, como tampoco lo haría después, cuando Rocchi castigó uno de esos cientos de agarrones que hay en las áreas. Unos árbitros agudizan la vista y otros se hacen los lonchas.
Antes de maldecir su suerte arbitral, Rusia había logrado el empate tras dos espantadas defensivas de la Roja. Smolov anotó con un disparo cruzado y, de vuelta del intermedio, Miranchuk, tras un saque de banda, se coló entre la afeitada retaguardia visitante silbando. Para entonces, España cerraba con tres centrales, Ramos en la derecha, Nacho en la izquierda y Piqué entre ambos. Sin tiempo para el festejo ruso llegó el 2-3 con el segundo penalti de Ramos, su última acción antes del relevo. El partido derivó en una sucesión de cambios. Pero España no encontró remedio al mover el cesto. Ni siquiera con Silva. Nunca tuvo colmillo, siempre pareció un equipo desorientado, descentrado, poco redondo. Como prueba otro gol de traca, De nuevo tras un saque de banda. Esta vez favorable a Nacho, quien citó a Asensio. El mal control del mallorquín propició un fabuloso disparo de Smolov.
Por fortuna para los españoles, el bajón de la Roja llegó en el último choque del año tras un curso de fábula. Y en un partido sin urgencias. Nada grave para una selección sin tacha en todo 2017.
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