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Muguruza gana perdiendo

Pese a caer en los cuartos de Wuhan frente a Ostapenko (1-6, 6-3 y 6-2), la número uno se afianza en lo más alto tras la derrota de Pliskova. El próximo lunes encabezará el 'ranking' por cuarta semana seguida

Alejandro Ciriza
Muguruza se despide tras perder en Wuhan.
Muguruza se despide tras perder en Wuhan.WANG ZHAO (AFP)

Hablar de tenis, en infinidad de ocasiones, supone hacerlo de una paradoja, de modo que no sorprende en absoluto que ayer, pese a ceder en los cuartos de final del torneo de Wuhan e irse hacia Pekín con el regusto amargo de una derrota, Garbiñe Muguruza afianzara su número uno y por lo tanto el resbalón doliera un poquito menos. La española perdió (1-6, 6-3 y 6-2) frente a la letona Jelena Ostapenko, pero se marchó de China con premio bajo el brazo, puesto que el tropiezo de Karolina Pliskova ante Ashleigh Barty (4-6, 7-6 y 7-6) le garantizó de forma automática ocupar por cuarta semana consecutiva la cima del circuito de la WTA.

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Así de paradójico es el tenis femenino, al que es complicado encontrarle la lógica. Muguruza se encumbró después de caer en el US Open y ahora, después de las dos primeras citas asiáticas, todavía es más líder gracias a los deméritos de sus más directas adversarias. La más inmediata, la rumana Simona Halep, cayó contra todo pronóstico en su estreno en Wuhan, hace tres días, y se encuentra a 600 puntos de diferencia. Y ayer, la que tampoco se mostró fiable fue la checa Pliskova, derrotada y por lo tanto privada de la posibilidad de regresar a la cima que alcanzó fugazmente en julio.

Así es la ley en el salvaje oeste femenino, una constante subida y bajada de adrenalina. Algo que reflejó a la perfección el último pulso de Muguruza, loco y descontrolado, absolutamente impredecible porque cuando todo parecía ir en una dirección muy clara dio un giro rocambolesco, porque cuando la española había comenzado como un tiro y la letona acumulaba despropósitos (15 errores no forzados y cinco dobles faltas en el primer parcial) la primera soltó el timón de la noche y la segunda se hizo con el mando. Así de extraño todo.

Cierto es que siempre cuesta descifrar a Ostapenko, la última campeona de Roland Garros, jugadora (20 años) que vive en la pista a ritmo de vértigo y que contempla cada golpe como si fuera el último, luego actúa siempre convulsionada y sobreexcitada. Propone siempre un cara o cruz, un todo o nada, pero resulta una amenaza sea cual sea la circunstancia. Los dos precedentes previos contra la número uno, a su favor, ya adelantaban una tarea complicada, y el pronóstico negativo se cumplió.

Ostapenko metió la pólvora en el cañón, invirtió los porcentajes de servicios y produjo ganadores para deshilachar a la española, que de nuevo tuvo que volver a ser atendida debido a los problemas musculares en los cuádriceps de la pierna izquierda. En este sentido, se la percibe un tanto agotada físicamente y ese puede ser un factor determinante en la recta final de la temporada. Al final, Muguruza cedió siete veces el saque, entregó seis juegos consecutivos y perdió. Ahora bien, paradojas de la vida, salió reforzada de Wuhan con destino a Pekín, donde del 2 al 8 de octubre expondrá de nuevo su trono a las amenazas.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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