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El fugado llega hasta 200m de la meta; luego gana Kittel

El alemán logra su quinta victoria al pie de los Pirineos, donde el líder, Froome, quiere decidir el Tour

Carlos Arribas
Kittel, tras ganar el Pau.
Kittel, tras ganar el Pau.GUILLAUME HORCAJUELO (EFE)

Mont de Marsan, Labastide d’Armagnac, Nogaro, Le Houga, Aire sur Adour… El Tour atravesó las Landas y Armañac, territorio Ocaña, los pueblos y las carreteas en las que se hizo rebelde y ciclista un chaval de Priego (Cuenca), francés por el exilio de su padre. Luis Ocaña luchó todos los días de su carrera contra el absolutismo ciclista de Eddy Merckx, contra cualquiera que intentara imponerle lo que debía hacer, y de su pelea hizo cuestión de honor. Más de 50 años después de sus primeras pedaladas por los paisajes que le marcarían siempre, el pelotón pasa manso y rápido persiguiendo a una fuga condenada entre el viento de las Landas. Ya se sabe entonces cómo acabará la etapa en Pau, 60 kilómetros más allá, al pie de los Pirineos: sprint y victoria de Kittel, la quinta del alemán del Quick Steep, que, dice, cree que delira porque le parece imposible no ganar.

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El récord más reciente son las seis de Cavendish en 2009, y está a su alcance. Más complicadas parecen las ocho en un solo Tour de Charles Pélissier, Merckx, dos veces, y Freddy Maertens.Solo las caídas, las dos de Contador, la de Fuglsang, la de Zubeldia, la de unos cuantos más, rompen la calma. “El estrés, el estrés”, repite Chris Froome, la autoridad del Tour, que espera cerrar el Tour los dos días pirenaicos que vienen.

El mecanismo de control de fugas los días tan llanos funcionó a la perfección salvo por un pequeño detalle, la entrada en el trío del día del polaco Maciej Bodnar, un mulo que se ganó unas líneas de elogio en el Tour del 16, cuando junto a su amigo y jefe Peter Sagan y Chris Froome en persona protagonizó llegando a Montpellier el abanico que acabó destrozando a Nairo Quintana. Bodnar, en la fuga, soportó casi 200 kilómetros el aliento del pelotón nunca muy lejos, y de eso se encarga quizás el ciclista que más horas de pantalla ha ocupado lo que va de Tour, un tío muy grande y corto de cuello, lo que le hace levantar extrañamente la cabeza para ver la carretera delante, y unas gafas opacas que impiden observarle la menor expresión y unos brazos que se estiran para agarrar abajo el manillar. Se llama Julien Vermote. Es belga y es el corredor más preciado del Quick Step. Es un Gargantúa glotón que en vez de gritar al levantarse todas las mañanas “¡a beber, a beber!” gritá “¿a la caza, a la caza!” Él solo, a veces con la colaboración de Lar Ytting Bak, un antiguo fuguista como su apellido obliga, ahora policía en el Lotto, controla el tiempo y la distancia. Camino de Pau, a falta de unas decenas de kilómetros, Bodnar tuvo fuerzas para dejar la fuga y lanzarse solo hacia la victoria. Tan duro es, tan fuerte tiró, que obligó al equipo de Kittel a usar a su campeón del mundo Philippe Gilbert en la caza final. Hasta los 200m llegó Bodnar. Kittel, lejos de todos los demás llegadores, ya había visto la línea de meta. Y le fue imposible no llegar el primero.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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