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Todos quieren un Tour de Francia diferente

Froome, Nairo, Contador… los protagonistas se quedan sin adjetivos y sinónimos a la hora de definir una carrera que todos quieren muy abierta

Carlos Arribas
Froome, al frente del Sky durante el entrenamiento del viernes.
Froome, al frente del Sky durante el entrenamiento del viernes.BENOIT TESSIER (REUTERS)

La ideología del momento en el ciclismo es aquella tan antigua de que toda ostentación es vana, la de que la humildad se compra mejor que la soberbia, la de que todos tienen derecho a creer que sus sueños son posibles y no temer enfrentarse a ellos porque nada ni nadie son intocables. Quizás por eso, Chris Froome, ganador de tres de los cuatro últimos Tours y ungido de la necesidad de llegar a cinco como poco y como los más grandes, Anquetil Merckx, Hinault, Indurain, dio muestras de debilidad en la Dauphiné reciente; quizás por eso, el británico, máximo favorito a su pesar, alienta estos días la esperanza de sus rivales pronunciando la palabra clave, abierto, cuando dice como dice: “El desafío de este año va a ser el más difícil de mi carrera. El recorrido es muy abierto y los rivales tienen el nivel más elevado al que nunca me he enfrentado”.

Pero, pese a todos sus esfuerzos, el inglés nacido en Kenia no puede evitar que, como replicantes de un maestro al que veneran, sus rivales repitan sus conceptos, y se los crean. Y también lo harán, se supone, porque necesitan creer en un Tour diferente al de los últimos años, y lo desean. Froome, acorazado en su superequipo Sky, con el que ha renovado hasta 2020, los contempla desde lo alto y todos recuerdan el horror de 2016, cómo el equipo más fuerte aniquiló cualquier posibilidad de ataque y dejó a los rivales caricaturizados como ciclistas sin ánimo ni coraje. “De todas maneras, sé con qué peso y con qué vatios tengo que presentarme a la salida, y en esos valores estoy. Estoy perfectamente preparado”, advierte Froome. “Y cuento con la confianza que da mis tres victorias”

Verano de calor y maillots blancos

Las previsiones en Francia, como en España y medio mundo, advierten de un julio de mucho calor y poco agua, malas noticias para los ciclistas, que bien de su sudor, y lo temen. Coincidiendo con los pronósticos tan tristes, algunos equipos han decidido vestir de blanco el Tour. El Sky de Froome olvidará el negro luto de sus maillots habituales y el Trek de Contador ha dejado para otro momento sus maillots rojos y negros estrenados este año. Ninguno de ellos ha explicado las razones del cambio que, además de confundir al aficionado que vea la carrera por la tele, invisibilizará al mejor joven también distinguido con un jersey blanco, de pureza, virginidad y primera comunión.

Se puede sospechar, sin embargo, que detrás del cambio de los norteamericanos del Trek está la misma corriente de diseño de exaltación de la línea clara que ha iluminado a los que pintan los iconos de Twitter. Para interpretar la transformación Sky, dado el mito de los marginal gains que rodea a cualquier decisión del equipo británico, es imposible no pensar en qué ventaja fisiológica estarán pensando conseguir. Como los tenistas de antaño jugaban de blanco de las zapatillas a la cabeza y explicaban que los colores claros absorben mucho menos el calor que los oscuros y que sufrían menos, así los amigos de Froome, quizás usen sus maillots para combatir la sed y, así, beber menos. Hace unos meses, Richard Palfreeman, un médico que trabajó años con el equipo fundado por el visionario David Brailsford, explicó con estudios científicos en su carpeta, que si los ciclistas bebieran menos de lo que lo hacen, perderían un 3% de masa durante una etapa, con lo que ascenderían más rápido las montañas. Y decía que solo hay que beber cuando se tiene sed, y que al organismo se le puede engañar para que retrase la necesidad de beber. Una de las recomendaciones de Palfreeman era justamente esa, usar colores claros para calentarse menos. Incluaos habría recomendado correr sin camiseta si no fuera porque la gran cantidad de crema solar que usarían cerraría los poros e impediría un sudor refrescante y regular, y necesario.

Los rivales que han declarado su ambición de victoria son muchos, pero no más ni más fuertes que otros años. Se habla de Richie Porte, el amigo y exgregario de Froome, que en las carreras de preparación, ha contrarrelojeado como nadie y subido aún mejor. Tanto se admira al australiano que casi unánimemente, en una imaginaria bolsa del Tour, cotiza más que Nairo Quintana, el Rival designado de 2016, cuyas acciones han caído después de un Giro no tan malo (acabó segundo), pero soso; se le conceden más posibilidades, de todas maneras que a Alberto Contador, tan fresco aparentemente como hace 10 años, cuando ganó su primer Tour o que a Romain Bardet, el escalador francés segundo en 2016, a cuyo servicio, se dice, el Tour decidió dejar las contrarrelojes de 2017 a su nivel más mínimo que se recuerda (36 kilómetros en total). El sexto en discordia es el último llegado a la lista, el sardo Fabio Aru, que se cayó y debió renunciar a su Giro, se recuperó y, animoso y ofensivo, despertó la ilusión de todo su país con su victoria en el campeonato nacional.

“Será un recorrido atípico”, dice Contador, feliz al comprobar cómo 10 años después haya soportado cambios generacionales y nuevos corredores y siga siendo candidato a la victoria. “Habrá tres etapas de montaña en los nueve primeros días. Quizás sea más abierto y más difícil de controlar por un equipo”. En el mes de junio, el ciclista de Pinto traicionó sus hábitos y disputó la Dauphiné sin intentar ganarla. “Me costó mucho trabajo como también me cuesta no entrenar siempre más de lo necesario, pero la nueva forma de acercarme al Tour con más garantías creo que ha dado resultado”, dice Contador, que ha pasado en los primeros seis meses del año 50 días concentrado en la altura del Teide. “Estoy mejor que el año pasado. Por peso, vatios y tiempos, estoy como en 2014, el año que mejor me he sentido. Todo va como estaba previsto”.

A Nairo le prepara el terreno su director, Eusebio Unzue, que marca la línea a seguir. “Es un Tour atípico y extraño, sin guion, más abierto a la improvisación”, dice el director del Movistar. “Y las lagunas de Froome en la Dauphiné me hacen pensar que este año no ejercerá la tiranía de otros”.

El escalador colombiano continúa hablando y recuerda que “las contrarrelojes serán menos desfavorables para él como otros años”, y que también le gusta toda la montaña que viene. “Froome será el rival número uno pero será un Tour particular”, dice Nairo, segundo en dos de los Tours de Froome y tercero en el último. “Tenemos que ser mucho más atrevidos en las estrategias y en los movimientos. Habrá etapas para ello. Será un Tour particular”.

Alejandro Valverde, que trabajará como ayudante de Nairo, dice que se tratará de intentar conseguir alguna ventaja en la primera semana y que así el equipo trabajará mejor, defendiéndola. Con una contrarreloj de solo 14 kilómetros el sábado Froome no saldrá con tanta ventaja como para hacer imposible el deseo de Valverde, pero el quinto día se llega a la Planche des Belles Filles, su subida fetiche, ahí donde ganó, en 2012, su primera etapa en un Tour… Una subida que le llama. Una exhibición allí del inglés hará imposible el Tour diferente que todos, y él mismo, desean.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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