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El rugby total de los All Blacks rinde a los Lions

Nueva Zelanda brilla también con la delantera y suma el primer punto de las series ante un meritorio rival (30-15)

Anton Lienert-Brown, de los All Blacks, en una jugada.
Anton Lienert-Brown, de los All Blacks, en una jugada.NIGEL MARPLE (REUTERS)

Si a algo tienen que agarrarse los rivales de los All Blacks es que entre tanta exuberancia y velocidad, la melé será su kriptonita. La realidad desmintió a los British & Irish Lions cuando veían factible la hazaña de ser el primer visitante que gana en Eden Park desde 1994. Los All Blacks suelen tratar a la melé como un trámite; en cuanto se pueda, balón fuera y a correr. Pero en el momento más tenso, Aaron Smith mandó embestir a sus delanteros. Lejos de evitar la trinchera, decidieron abrazarla. Y con el balón suelto, un gigantón como Kieran Read trazó una jugada de malabarista. El capitán se zambulló para levantar el oval y su equipo anotó el ensayo que vencía sin remedio a su oponente.

El primer verso había sido de los Lions, que rozaron la marca cuando el minutero aún marcaba cero en una internada brillante de Davies y Murray. Le faltó una marcha al irlandés y los All Blacks se dieron por enterados. Su defensa obligó a retroceder a los turistas, esperanzados en que el cielo premiara las patadas de su 9. Ante un rival empeñado en cerrar el campo, los neozelandeses exhibieron contundencia en el juego corto.

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Con las gacelas enjauladas, la exhibición fue de Brodie Retallick. Los All Blacks impusieron un tempo muy exigente a unos Lions que solo retrasaban lo inevitable. Las camisetas negras no se vencían sin peaje. Tambor a tambor, el campo se inclinó sin remedio. Y Retallick se adueñó del partido, asegurando cada balón y convirtiéndose en un mercancías. Ensució como nadie la circulación del rival –Kruis fue un juguete en sus manos– y demostró una habilidad para continuar la jugada que no se espera en un segunda línea. El marcador no tardó en reflejar su dominio y el ensayo de Codie Taylor -un delantero desmarcado junto a la banda anotando tras un saque rápido- estableció un colchón de 10 puntos.

Los Lions tuvieron el mérito de frenar la sangría hasta que Liam Williams les devolvió a la contienda. El zaguero paró el tiempo donde más altas son las pulsaciones. Recogió un balón en su propia 22, hizo un quiebro magistral a Read y cabalgó dejando rivales por el suelo. La adelantada guarnición neozelandesa había recibido su propia medicina. Daly y Davies apoyaron la secuencia y el esforzado O’Brien culminó un ensayo memorable que dejaba el choque abierto al descanso (13-8).

Los turistas trataban de tú a tú al gendarme mundial haciendo bien esas pequeñas cosas que siempre fallan ante los All Blacks. Los placajes contundentes de Te’o o los balones que O’Mahony aseguraba en la banda. Eran los neozelandeses quienes veían la presa escapar y los visitantes rozaron otro ensayo al contragolpe. Los Lions mandaron a la banda el oval y rechazaron los tres puntos del golpe de castigo. Sin premio. Otro comodín malgastado.

De repente, la hipótesis de que los All Blacks eran falibles se volvió un sueño. Esa melé que tanto esperaban los Lions les jugó una mala pasada y los locales sonrieron con el ensayo de Rieko Ioane. Se notó el bajón anímico en los europeos y un fallo de Williams al embolsar una patada alta le dio otra autopista a Ioane. La estrella incipiente probó su valía: a los 20 años, en su primera titularidad, se fue a la ducha con dos ensayos. Le salió bien la apuesta a Steve Hansen.

Los turistas, que maquillaron con la marca de Rhys Webb, tienen dos partidos por delante para comprobar si los recursos del rival son finitos. Que los All Blacks tiraran de tanta baza ocasional es ya un mérito pero, como reconoció su capitán, el irlandés Peter O’Mahony, no basta con jugar solo 60 minutos y lamentar las deudas del marcador. El rugby total no perdona.

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