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Los Warriors arrollan a los Cavaliers de LeBron James como a un rival cualquiera

Kevin Durant y Curry animan la fiesta en un arranque más desigualado de lo previsto (113-91)

Robert Álvarez
Kevin Durant trata de zafarse de LeBron James.
Kevin Durant trata de zafarse de LeBron James.EZRA SHAW (AFP)

Los Warriors salieron disparados en la final (113-91), imparables, como toda la temporada, como si delante no tuvieran al campeón, a los Cavaliers de LeBron James, sino a un rival del montón.

Tras ganar 67 partidos en la fase regular y ventilar con un inédito 12-0 los ‘playoffs’ del Oeste, los de la Bahía arrancaron a toda pastilla el esperadísimo duelo en la cumbre. Le tenían ganas a Cleveland, ellos y sus aficionados, deseosos de empezar cuanto antes a hacer palpable su ansia de revancha. Pervive todavía en el Oracle Arena de Oakland el infausto recuerdo de aquel 19 de julio en que los Cavaliers culminaron la remontada de una final en la que llegaron a estar con un 3-1 adverso. Aquel día, con un 89-93, pusieron el definitivo 3-4 que les dio el anillo y dejó tiesos a Stephen Curry y compañía.

GOLDEN STATE, 113; CLEVELAND, 91 (1-0)

Golden State: Curry (28), Klay Thompson (6), Durant (38), Draymond Green (9), Pachulia (8) –equipo inicial-; West (2), Barnes (3), McAdoo (2), Iguodala (7), McGee (4), Livingston (2), McCaw (0) y Clark (4).

Cleveland Cavaliers: Irving (24), JR Smith (3), LeBron James (28), Love (15), Tristan Thompson (0) –equipo inicial-; Jefferson (9), Deron Williams (0), Shumpert (5), D. Jones (6), J. Jones (0) y Korver (0).

Parciales: 35-30, 25-22, 33-20 y 20-18.

Oracle Arena de Oakland. 19.596 espectadores.

La primera final de la NBA en que se medían los mismos protagonistas de las dos anteriores, empezó de la misma manera que aquellas, con victoria de Golden State. Curry, Durant, Klay Thompson, Iguodala, todos los Warriors se adueñaron del ritmo de juego y sacaron beneficio de sus robos de balón, de una movilidad vertiginosa que les permitió acumular un montón de asistencias. No estuvieron muy acertados en el primer tiempo con los triples. Pero aun así ya dominaban al descanso (60-52). A la que Kevin Durant y Stephen Curry enlazaron tres triples seguidos, la brecha en el marcador se hizo enorme.

Kevin Durant, la gran novedad respecto a aquellas finales de 2015 y 2016, la estrella que el pasado verano decidió abandonar Oklahoma City para unirse a Curry, Thompson y Green, marcó la diferencia en el primer partido de la final. Sumó 38 puntos, 8 rebotes y 8 asistencias.

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Los Cavaliers, lejos de corregirse durante el descanso, se quedaron todavía más pasmados en la reanudación. Tras un parcial de 13-0 pusieron 21 puntos de diferencia en el marcador (73-52). Los Warriors se podían permitir el lujo de lucirse y al mismo tiempo dosificar sus esfuerzos.

Al final, el balance de los Cavaliers fue desolador: no robaron un solo balón y perdieron 20, ocho de ellos LeBron. Los Warriors, en cambio, robaron 12 balones, solo perdieron cuatro y se regalaron 31 asistencias, 16 más que los Cavaliers.

Kevin Durant no paró de anotar, Stephen Curry también se calentó en esa fase determinante del tercer cuarto en la que Iguodala prosiguió con su valiosa labor de zapa en su marcaje sobre Lebron James. Y Draymond Green, que había empezado con el exceso de ímpetu que a veces le pierde y que le costó dos faltas en un abrir y cerrar de ojos, soltó lastre.

El resultado fue que los Warriors dominaron como lo habían hecho en tantos otros partidos, trataron a los Cavaliers como a un rival cualquiera. A pesar del pundonor y la clase de LeBron James, que acabó con 28 puntos, 15 rebotes y 8 asistencias, de la calidad e insistencia de Kyrie Irving, con 24 puntos, y del talento de Kevin Love, que aportó 15 puntos y 25 rebotes, perdieron cualquier tipo de opción muchísimo antes del final. Lo máximo que lograron los Cavaliers fue una puntual fase en la que suavizaron un tanto el castigo que estaban recibiendo y redujeron a 12 puntos su desventaja (80-68).

Pero los Warriors volvieron a abrir un abismo en el marcador y manejaron el juego de tal manera que muchos minutos antes del final, se dieron el lujo de dar por concluida la contienda. Mike Brown, que sustituye en el banquillo a Steve Kerr, aquejado de molestias en la espalda, envió al banquillo a Curry y Kevin Durant para dosificarlos de cara a los próximos partidos de una final con mucha tela que cortar, por más que el primer duelo se lo llevaran de calle los Warriors.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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