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Sin bajar del autobús
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

España y el óxido de nitrógeno

Haber sido ya campeones nos proporciona un crédito natural ¡Cómo no ser uno de los favoritos!

Juan Tallón
Sergio Ramos durante el España-Israel.
Sergio Ramos durante el España-Israel. Juan Manuel Serrano Arce (Getty Images)

¿Y si España no tiene nada que hacer en el Mundial de Rusia, pero como aún resta un año, no lo sabemos? Eso explicaría que por momentos, coincidentes con un juego solvente de la selección, seamos relativamente optimistas. Pero la cuestión es, ¿poseemos una generación de futbolistas, y una idea de fútbol, y una inercia, equiparables a las que nos empujaron a ganar un mundial y dos eurocopas? ¿Podemos ser campeones con una generación nueva, si bien integrada todavía por retales de la anterior? ¿Hemos hecho una transición por el desierto, y estamos de vuelta, o aún quedan por delante más arena y más espejismos?

Naturalmente, el haber sido ya campeones nos proporciona un crédito natural, sobrentendido. ¡Cómo no formar parte de los favoritos! Nadie nos puede negar la ambición de recuperar el trono. ¿Qué gran selección, avalada por sus hazañas pasadas, no busca en cada cita hacer algo grande de nuevo? Algo grande, sin embargo, acaba a veces en algo pequeño, aunque esto es un efecto posterior, que exige la comparecencia de unos hechos que todavía no se han producido. La vida sería demasiado feliz y triste sin finales inesperados. Tenemos buenos jugadores, que en la fase clasificatoria logra buenos resultados, precedidos por momentos de un juego solvente, entre los que se inmiscuyen minutos en los que somos un poco pelmazos y vulnerables. ¿Eso es lo que hay detrás de un equipo próximamente campeón del mundo? Sería como decir que detrás de un buen reloj sólo hay unas piezas metálicas de buena calidad y cierta continuidad de un tictac. Se necesitará un mecanismo, casi abstracto, que los rivales no consigan desentrañar, ¿no? Eso es lo que está en duda en la selección española: su mecanismo.

Los nombres de ciertos jugadores —Iniesta, Ramos, Piqué, Thiago, Busquets, Isco, etc.—, sumados a los resultados que cosechan camino del mundial, hacen inevitables las expectativas. Digamos que nos mostramos solventes en los trámites. No se gana un mundial sin cumplimentarlos. De hecho, sin la concurrencia de trámites ni siquiera consigues pagar tus impuestos. Meses atrás coincidí con un conocido. Venía de Hacienda, de trazar una cruz en un papel. En la primera ventanilla le dijeron que patatín y patatán, y que pasase a otra. Ahí le dijeron que bla bla bla, y que comprase el formulario 037, para lo cual pasó a una tercera ventanilla. Bla bla bla otra vez, más un euro y medio de tasas. Y regresó a la segunda ventanilla. “¿Por qué no buscaste una ventana de verdad, y saltaste?”, pregunté. “Porque después aún tengo que ir a la Seguridad Social a seguir asomándome a más ventanillas y cumplimentar más diligencias”. Al final del día, no había hecho nada, salvo trámites. No estaba triste, pero tampoco contento. Es una sensación parecida a la que nos deja la selección. Ni abatidos ni exultantes. Los resultados, en una fase que solo habilita para acudir al mundial, funcionan como el óxido de nitrógeno que antes aplicaban los odontólogos, y que te hacían reír mientras se dirimía una guerra dentro de tu boca. Veremos.

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