Nadie le hace la cama a Luis Enrique
Ningún futbolista juega ya para que se quede el técnico, o dejó de competir para que se vaya, sino que el plantel apela al bien común que representa Messi
Los códigos del fútbol son muy particulares, ajenos a la lógica empresarial, y más en el caso de equipos como el Barça. El sentido común apunta también a que cualquier cliente difícilmente confiará en una compañía cuyo director general se ha puesto una fecha de caducidad a tres meses vista, caso de Luis Enrique, entrenador del Barça. La decisión del técnico podía invitar a la renuncia colectiva, más que nada por la falta de autoridad sobre los jugadores que suponía, o por contra provocar la autogestión, opción propia de un equipo repleto de figuras como es el que lidera Messi.
No ha sido el caso de Luis Enrique. Nadie le hace la cama a Lucho. El anuncio hecho por el propio entrenador de que dejará el club el 30 de junio ha tenido de momento un efecto terapéutico en el Camp Nou. Al técnico se le nota liberado, los futbolistas se reencontraron con su mejor versión ante el Celta, la afición dejó de discutir sobre el entrenador y la directiva ya no es noticia, circunstancia que agradece Bartomeu. No se olvidan en el consejo que el triplete llegó después que el presidente convocara elecciones en enero de 2015 como respuesta a la crisis generada en Anoeta.
Al igual que entonces, el vestuario aguardaba a que pasara alguna cosa desde la derrota de París. Algo que activara al equipo y motivara a Luis Enrique después de un 4-0 que denunciaba el agotamiento del contragolpe azulgrana, la fórmula que se inventó el asturiano con el tridente para evolucionar el juego de ataque desarrollado por Guardiola. Los capitanes Iniesta y Busquets expresaron su sorpresa por la falta de un manual de instrucciones para el partido del PSG. No fue una denuncia contra Lucho sino una invitación a que se implicara por más que ya tuviera decidido desde hacía meses abandonar el Barça.
Ya no se trataba de ser imprevisibles sino de ser reconocibles, como se vio el sábado ante el Celta
Todos sospechaban que Luis Enrique no seguiría en el Camp Nou, circunstancia que jugaba también en contra del técnico, de manera que se imponía un gesto por parte suya, el anuncio de su renuncia y también la confirmación de que ejercería con todas las consecuencias hasta el 30-J. Lucho salió de la rutina, recuperó la memoria y tiró de la fórmula del 3-4-3 tan conocida en el Camp Nou. Ya no se trataba de ser imprevisibles sino de ser reconocibles, como se vio el sábado, día en que mostraron su familiarización con el plan: 5-0.
Aunque difícilmente alcanzará para remontar ante el PSG y puede que no sirva tampoco para ganar la Liga, la vieja receta barcelonista ayudará a centrar la mirada en el juego, a defender la identidad y a recuperar el prestigio, todos a una como Fuenteovejuna. Ningún futbolista juega ya para que se quede Luis Enrique, o dejó de competir para que se vaya, sino que el plantel apela al bien común que representa Messi.
Al 10 se le vio más comprometido que condenado el sábado, dispuesto a despedir con la mayor grandeza posible a Luis Enrique. El rosarino y sus compañeros se la juegan después del ejercicio de transparencia de Lucho, una declaración que por otra parte alivia la tensión del club, que no es precisamente una empresa; es el Barça.
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