Messi presidente
El Barça vive en estado de pánico por la (no) renovación de su gran estrella
Antes de nada, una aclaración: en este artículo se va a hablar de fútbol terrenal. Y también de Messi.
Incluso en medio de esta ola de frío polar que vivimos, eso que antes se llamaba invierno, la prensa deportiva no necesita demasiado para calentarse. Sin solución de continuidad pasamos de Sergio Ramos, al que el sevillismo más cavernario llama “hijo de puta” y el resto de los mortales llamamos el mejor defensa goleador del mundo, a la macrocrisis de Cristiano, cuyo diagnóstico es bien sencillo. Falto de velocidad y de regate, no le quedan más que los goles, asunto al parecer de cierta importancia en esto del fútbol. Y si aquellos no llegan, por mucho que se rasque ahí no encontramos más que lucha y esfuerzo, exactamente lo mismo que ofrece, pongamos, algún afanoso delantero del Puerta Bonita. Por no hablar de la plaga de lesiones, 19 en lo que va de temporada, que se ha adueñado del equipo, que de golpe tiene que sobrevivir sin los que, para quien esto escribe, son de largo sus tres mejores jugadores, Marcelo, Modric y Bale.
Pero no hay noticia que haga sombra a la (no) renovación de Messi. Malvive el Barça cada vez que le toca negociar el contrato del argentino, que suele ser cada martes. El último que se atrevió a opinar al respecto, un directivo llamado Pere Gratacós, está buscando trabajo. Se le ocurrió decir a este hombre que Messi no sería quien es sin la compañía, esto es, sin los Piqué, Iniesta, Neymar y demás. En mala hora dijo aquello. Un par de minutos tardó Josep Maria Bartomeu, ese señor que tanto sonríe quizá por haber convertido al club que todavía preside en reo de la justicia, en poner en la calle al citado Gratacós. Uno cree, claro que sí, que Messi no sería quien es sin esa gente a su lado. Pero también cree, y aquí está lo mollar del asunto, que el Barça no sería quien es sin Messi. Sin entrar a filosofar sobre el huevo y la gallina, uno opina que sin Messi el Barça no habría conquistado 29 títulos en las últimas 13 temporadas. Ni de lejos. No habría enamorado con su juego. No formaría parte de la lista de equipos de leyenda. Tener en tus filas a Messi implica no ya tener al mejor futbolista del planeta sino a uno de los más grandes de todos los tiempos. Nada sería igual sin Messi. Tanto es así que, sin él, hoy el Barça no viajaría en la clasificación cerca del líder, el Madrid, y del extraordinario Sevilla. Y no estaría en los cuartos de final de la Copa. “El día que Messi falte se acabaron los tripletes”. La frase pertenece a Pep Guardiola, que de fútbol británico no sabrá (eso al menos dice él), pero que del Barça y de Messi es catedrático.
Desconocemos qué opina al respecto el portavoz oficioso del club, Gerard Piqué, ese chico que sabe cómo funciona esto, pero no nos lo cuenta, y que ha dejado de llorar por el mucho daño que a su club inflige la canallesca arbitral. Sí sabemos, en cambio, lo que opina el técnico, Luis Enrique, que ha explicado que la clave del asunto reside en “la tranquilidad”. La sensatez del entrenador contrasta con el pánico que invade a otros estamentos del club. Es paradójico cómo le cuesta al Barça ser feliz. Dicen quienes siguen la información del equipo que ni siquiera han comenzado las negociaciones para la renovación del argentino. Que no se le ha contado cuál va a ser el proyecto deportivo, más que nada porque no está claro quién va a ser el futuro entrenador. Messi, mientras, calla. Él tiene la sartén por el mango. Porque él tiene el poder. El poder que le da ser irremplazable. El poder que le da estar muy, pero muy por encima del propio presidente. El poder, en fin, que le da ser el futbolista más importante que ha tenido el Barça en sus 118 años de vida.
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