El equipo de la ciudad fantasma
El Qarabag Agdam juega en el exilio desde la guerra entre Armenia y Azerbaiyán, que se disputan su territorio
“El único equipo que no ha jugado un partido en casa desde hace más de 20 años”, comienza diciendo el documental Champions without a home (Campeones sin hogar), que narra los últimos éxitos del Qarabag Agdam, ganador de las tres últimas ligas de Azerbaiyán. Es un club exiliado, refugiado de guerra, el equipo de una ciudad fantasma, en ruinas y deshabitada desde 1993. “Es un conflicto a nivel nacional y los azerbayanos sienten muy suyo al club, es como un símbolo para Europa y para el mundo de lo que es Qarabag y el conflicto”, explica el español Rubén Sellés, miembro del cuerpo técnico del Qarabag Agdam desde hace un año y medio.
Entre Armenia y Azerbaiyán hay un territorio, Nagorno Qarabag, o el Alto Qarabag, independiente de facto, que se disputan los dos países desde 1987. Aunque la Guerra de Nagorno Qarabag comienza en esa fecha, hasta finales de 1991 no se llevan a cabo grandes operaciones militares, en las que la población de Azerbaiyán terminó expulsada de Nagorno Qarabag. Agdam, localidad fronteriza azerbayana de 150.000 habitantes, fue tomada en 1993 por tropas armenias, la población fue expulsada y los continuos saqueos dejaron la ciudad destruida. “Fue ocupado más de 20% del territorio de Azerbaiyán, incluyendo Nagorno Qarabag; y más de un millón de personas se convirtieron en refugiados y desplazados internos”, explica a través de correo electrónico el embajador de Azerbaiyán en España, Anar Maharramov. El club de fútbol local, siempre de bajo perfil, debutó en la primera liga azerbayana tras la desintegración de la URSS (1992) y ganó la segunda edición de la competición, en 1993, el mismo año que la guerra obligó al club a exiliarse a Bakú, capital del país. Su estadio fue destruido y su entrenador, Allahverdi Bagirov, que también era el comandante en jefe del ejército azerbayano en la defensa de Qarabag, murió luchando por la ciudad de Agdam. “Bagirov dejó su puesto en el club para quedarse liderando las tropas, es un héroe nacional, el club le homenajea todos los años, su pancarta siempre está en el estadio y está muy presente en la vida diaria del equipo”, cuenta Sellés desde Bakú.
Su entrenador, Allahverdi Bagirov, murió luchando en la defensa de la ciudad
En sus primeros años en el exilio, el club vivió una mala época, con muchos problemas económicos y deportivos, hasta que en 2001 entró en la propiedad el holding de empresas alimentarias Azersun, 18 empresas que concentran la mayor parte de la producción y la distribución de alimentos agrícolas y lácteos en el país, como sal, te, azúcar, chocolate o aceite. El líder y fundador de la empresa, Tahir Gozal, también es el presidente del club. “Él y su padre vivieron el conflicto en primera persona, luego crearon este gran holding y, a través del club y otras empresas, intentan hacer visible para Europa y el mundo el conflicto de Qarabag e intentan que, mediante una solución pacífica, esos territorios vuelvan a ser azeríes”, ilustra Rubén Sellés.
Tres años en Liga Europa
Los Jinetes (Atlilar en azerí, su apodo histórico) ya se han estabilizado en Bakú, han inaugurado su propio estadio, el Azersun Arena, y cuentan con sus propias instalaciones en la capital. Han llegado los éxitos, con tres títulos de liga consecutivos y tres presencias seguidas en la fase de grupos de la Europa League. El club lidera una revolución futbolística bajo los designios del héroe del deporte local Gurvan Gurvanov. “Es la figura central del proyecto, ha intentado establecer una idea de fútbol de posesión, de ataque, que intenta ser ofensivo independientemente del rival”, explica el técnico español. El crecimiento del fútbol azerbayano también se refleja en la selección nacional que, con Robert Prosinecki en el banquillo, está completando una participación histórica en la fase de clasificación para el Mundial de Rusia 2018 (siete puntos en cuatro partidos, tercera de su grupo por delante de República Checa o Noruega), en la que no puede quedar emparejada con Armenia, como en cualquier competición UEFA, al estar inmersos en un conflicto bélico.
En el club juegan dos españoles, Michel Madera y Dani Quintana
En el conocido como El club de los refugiados juegan dos futbolistas españoles, Michel Madera, ex de Sporting de Gijón y Getafe; y Dani Quintana, uno de los mejores jugadores del equipo, “el mejor jugador de la tercera jornada de la Europa League, por delante de Pogba”, señala su técnico Sellés, y el año pasado pichichi de la Liga azerbayana. Con ellos comparten vestuario víctimas de la guerra, “hijos de refugiados, como el capitán Rashad Sadygov, u otros hijos de muertos en el conflicto”, cuenta el técnico del Qarabag.
Pese a que oficialmente hay un alto el fuego y una mesa de negociación en vigor desde 1994, las escaramuzas en la frontera son constantes, con repuntes como el de abril de 2016, que en menos de una semana dejó centenares de víctimas; y la tensión entre los países con intereses dispares en la zona nunca ha desaparecido. “La guerra desde Bakú se percibe muy lejos, casi como en España, pero es un conflicto muy presente en la vida, cada año hay enfrentamientos y muertos en la frontera. Hay mucha tensión por las dos partes”, explica Sellés. Ya en 2015, el futbolista armenio del Manchester United, Henrik Mkhitaryan, entonces en el Borussia Dortmund, no viajó a Azerbaiyán para jugar un partido de Europa League contra el FK Qabala por, según explicó el propio club alemán en un comunicado, “temor a que sufriera algún ataque”. Desde el Qarabag, símbolo de la posición de Azerbaiyán en el conflicto, insisten en una solución pacífica para recuperar los territorios en disputa, “para el club es muy importante destacar su posición no bélica, pacífica y conciliadora. La línea a seguir es la del diálogo para que esos territorios desocupados vuelvan a Azerbaiyán”, concluye Rubén Sellés.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.