El Baskonia malgasta la última bala ante el Panathinaikos
El equipo vitoriano cae ante los griegos en la jugada final
La genialidad emparenta bien con la improvisación. Y aún mejor con el atrevimiento. Así que si quedan unos pocos segundos, o sea, una posesión, y el Baskonia va un punto abajo en el marcador, elegir a Beaubois para que congenie, improvise y se atreva parece una buena decisión. Alguien que juega al baloncesto con el mismo gesto con el que asiste a una ópera parece un jugador apropiado para controlar las pulsaciones y elegir lo posible o lo imposible. El gesto siempre será el mismo. Ocurrió, sin embargo, que el base francés improvisó tanto y tanto que se vio metido en un callejón sin salida, rodeado de brazos de jugadores del Panathinaikos y el balón rodando por el suelo: no podía ni lanzar ni anotar y el reloj le apagó la luz de la última jugada. Fue improvisando y se le acabó el guion. El equipo griego ganó un partido que siempre fue igualado aunque lo consiguiera, al final, de una forma un tanto estrambótica.
PANATHINAIKOS, 69 - BASKONIA, 68
Panathinaikos: Calathes (14), Feldeine (6), Nichols (3), Gabriel (-), Singleton (23) —cinco inicial—, Rivers (4), Mike James (16), Fotsis (-), Bourousis (3) y Pappas (-).
Baskonia: Larkin (6), Beaubois (11), Hanga (12), Tillie (4), Diop (10) —cinco inicial—, Blazic (-), Budinger (-), Luz (2), Shengelia (17), Voitgmann (6) y Prigioni (-).
Parciales: 27-18, 10-23, 18-18, 14-9.
Árbitros: Lamonica (ITA), Boltauzer (SLO) y Hordov (CRO). Eliminado por faltas personales Singleton (m. 40).
Pabellón OAKA de Atenas. 10.500 espectadores.
Pero no fue un asunto de Beaubois y el aro. El Baskonia sobrevivió sus propios errores, es decir, a una abultadísima perdida del balón, anecdótica al principio, decisiva al final, ante una defensa del equipo griego agresiva en la que sus jugadores parecían molinos de viento, y los del Baskonia, quijotes a los que se les caía la lanza con demasiada facilidad. Le sangró al Baskonia la herida de Singleton, todopoderoso, con sus 19 puntos en el primer cuarto, con sus rebotes, con sus asistencias, intratable en los tiros libres, poderoso en todos los aspectos del juego. Solo Shengelia era capaz de responderle, apenas acompañado por Hanga. Por eso el Panathinaikos selló el primer cuarto con nueve puntos de ventaja (27-18) y la sensación de que se les venía un temporal encima.
Y entonces surgió Diop. El crecimiento del joven hispano-senegalés no tiene que ver con sus centímetros, ya largos de origen, ni con sus largos brazos que obligan a bombear la pelota hasta rozar la tejavana del pabellón. Tiene que ver con su autoestima, su aprendizaje de juego. Hasta Bourousis, su maestro el año pasado en el Baskonia, sufrió sus rigores, como si el aprendizaje fuera muy superior a sus enseñanzas. Tanto carácter le imprimió Diop al equipo que el Baskonia se fue al descanso con cuatro puntos de ventaja en el marcador, con un juego coral en el que Sito Alonso movía las piezas como si de una partida rápida de ajedrez se tratase.
Pero faltaba Nock Calathes. Le había eclipsado Singleton, al que el descanso le sentó como un ardor de estómago. Pero estaba el base griego para remediarlo. Tras la retirada de Diamantidis, Calathes ha encontrado su lugar. No es un anotador explosivo, pero es un elemento asistencial de primer orden. El Panathinaikos anotaba a sus órdenes, incluido Mike James, ex del Baskonia, que rinde los galones al calvo griego. Pero el coro del Baskonia seguía afinando las cuerdas vocales, aunque los triples fueran su asignatura pendiente: ahí no llegaba su voz y a cambio se cargaba con facilidad de personales.
Aún así concluyó el tercer cuarto manteniendo los cuatro puntos de ventaja. Y ya se sabe que al Baskonia le van los finales agónicos. Entonces Beaubois decidió enfrentarse cara a cara con Calathes y se llegó a los instantes finales, con casi todo a favor del Baskonia tras la quinta personal de Singleton que le devolvía la pelota con tiempo para pensar y ejecutar. Y a Beaubois se le apagó la luz. A veces a las estrellas también se les nubla la vista.
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