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ANÁLISIS
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Cristianos y zidanes

Es por su recámara por lo que los jugadores del técnico francés han sustanciado su ventaja actual

José Sámano
Enzo, felicitado por sus compañeros tras marcar.
Enzo, felicitado por sus compañeros tras marcar.D. Ochoa de Olza (AP)

Si algo caracteriza al Madrid de Zidane es su precisión con los resultados (32 partidos sin perder), su irregularidad en el juego y la sedante actitud de un técnico que no se destempla ni a tiros. Con una sonrisa perpetua y un discurso sencillo, el acoquinado Zidane futbolista ha dado paso a un técnico tan convincente como para montar un coro. Lejos de maldecir la ausencia de fichajes y una catarata de bajas, el francés ha hecho de la necesidad virtud. Por lo visto tiene tacto para sofocar el avispero que subyace en todo vestuario y ha logrado enchufar a todo el plantel, salvo al desnortado James. En un club destinado a una alineación titular de carrerilla, Zidane ha conseguido activar a la segunda columna cuando la situación lo ha requerido, pareciéndose más a un equipo de baloncesto que de fútbol. Kiko Casilla, Danilo, Varane, Nacho, Asensio, Kovacic, Isco, Lucas, Morata… Todos han tenido sus buenos momentos. Al ser reclutados no solo han cumplido como subalternos temporales, sino que han competido en mayor o menor medida. A Zidane le sale todo y hasta los más juveniles, con su hijo Enzo y Mariano al frente, se lo pasan pipa en la Copa.

Los zidanes, antaño pavones, parecen haber calado en el camerino, donde los egómetros siempre están en combustión. Resulta aún más elocuente al observar que el entrenador no ha dudado en señalar a los primeros jerarcas, con la BBC a la cabeza, como los mejores. El resto se sabe en otra escala, pero también ha recibido el abrigo del técnico, incluso James, más deprimido que Isco, que remontó a lo grande en el derbi con el Atlético. Aunque el orfeón madridista solo ha sido redondo en el Manzanares, de forma individual todos han puesto en aprietos al preparador galo. Fuera o no circunstancial, cuando brotaron los desafectos hacia Benzema, el ariete resolvió el choque en Lisboa, como ante el mismo Sporting había hecho Morata en Chamartín. Cuando se debatía sobre la sequía de Cristiano, el luso selló un triplete en el Calderón. Pero también cuando se lesionaron Casemiro, para el que no había un recambio concreto, y Kroos, emergió el mejor Kovacic. Lo mismo vale para Nacho y Varane ante las ausencias de Pepe y Sergio Ramos y para el Casilla iniciático que tuvo que paliar la rehabilitación de Keylor. A principios de temporada, también Asensio, todavía un cadete, dejó su huella. Como siempre la ha dejado Lucas, hoy más relevante aún por la operación de Bale, al que no se espera hasta abril.

Al Madrid apenas se le ha visto sobrado, inestable en muchos encuentros, al tran tran en otros, pero se ha apañado con tanto fulgurante cometa. Es su manejo de la reserva lo que le ha permitido llegar invicto al clásico y con seis puntos de ventaja. Sus dos principales oponentes, Barça y Atlético, no han sacado el mismo provecho del cesto. No han logrado los mismos auxilios cuando los pretorianos han estado en la enfermería o han perdido forma. Paco Alcácer no ha socorrido, ni por asomo, ningún estornudo de los tres atacantes azulgrana, como André Gomes, Denis Suárez y Arda no han rebajado el desconsuelo por Iniesta. Tan solo Rafinha ha despuntado, aunque luego fuera exiliado ante Celtic y Real Sociedad. Cillessen entrena a Ter Stegen, Aleix Vidal vive tan ajeno al equipo que se ha casado en un fin de semana con jornada a la vista y Dignè está lejos de Alba. A la espera de que renazca el prometedor Umtiti, al Barça no le ha dado para más desde el banquillo. De Vrsaljko, Giménez, Gaitán, Thomas y Torres ha habido pocas migas por el Manzanares.

Es por su recámara por lo que el Madrid ha sustanciado su distancia actual. El fútbol es una noria, y nada garantiza que siempre gire en la misma dirección, pero hasta la fecha nadie ha tocado mejor la tecla de arranque que Zidane. Ocurre que llega el clásico, que siempre es un partido en sí mismo, en el que no suelen contar las corrientes anteriores, las favorables ni las desfavorables. En muchas ocasiones, kilómetro cero. Partidos tan gruesos se cargan de desmentidos o refuerzan las tendencias. Hasta el sábado a media tarde solo cuentan los antecedentes. Luego, Messi y CR dirán… O quién sabe si no asomará alguno de esos desclasificados del Barcelona que avinagran a Luis Enrique o será el día de uno de esos coristas que han impedido que a Zidane se le borre la sonrisa. Hasta entonces, para fortuna de unos y desgracia de otros, esta no solo es la Liga de los cristianos. Los zidanes suman y suman.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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