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Inglaterra se queda sin entrenadores

El país que inventó el fútbol y desarrolló la táctica recibe a España en medio de una sequía de técnicos sin precedentes. Ningún entrenador inglés ganó la Premier en 25 años

Diego Torres
Southgate, el entrenador de Inglaterra, ante Escocia.
Southgate, el entrenador de Inglaterra, ante Escocia. C. Recine (REUTERS)

Inglaterra se queda sin entrenadores competentes. Hodgson, Allardyce y Southgate componen la atropellada sucesión de responsables del equipo nacional desde julio. La crisis no tiene precedentes pero arraiga en la autocomplacencia de quien se siente legitimado por la genealogía de fundadores del fútbol. De otro modo no se comprende que desde 1992 ningún técnico inglés haya ganado su Liga, o que, preguntado por las causas de la sequía, Rick Parry, primer CEO de la Premier, responda en el reciente congreso World Football Summit organizado en Madrid, con la clase de evasiva que ha sumido a la selección de Inglaterra en décadas de paralizante perplejidad: “No tengo ni idea”.

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La visita de España a Wembley para jugar un amistoso, este martes, reproduce la interminable serie de partidos ceremoniales en que los extranjeros exhiben su innovación frente a los inventores anclados en el pasado. Como cuenta Rory Smith en su libro Mister, el problema de la suficiencia inglesa ante la evolución del juego continental se remonta a la década del 30 del siglo pasado. Lo alertaron los pioneros que emigraron para entrenar en el extranjero: Fred Pentland (España), William Garbutt (Italia), Jimmy Hogan (Hungría) y George Raynor (Suecia), todos ingleses, brillantes y exitosos. Todos magníficamente ignorados en Inglaterra. Cuando regresaron a su país y advirtieron de que los métodos autóctonos se habían quedado anticuados, los acusaron de derrotistas. Raynor, que condujo a Suecia a la final del Mundial de 1958 contra el Brasil de Pelé, emitió una sentencia que sus compatriotas todavía no se toman en serio: “Aquí las topadoras son más importantes que los artesanos”.

Rick Parry fue uno de los empresarios que creó el modelo de negocio Premier. En su formato actual, sin embargo, el campeonato más rentable del mundo nunca fue conquistado por un entrenador inglés. Howard Wilkinson, al frente del Leeds, fue el último técnico inglés en ganar el torneo de la Primera División inglesa antes de su transformación en Premier, en 1992. ¿Acaso los entrenadores ingleses se han quedado estancados? “Es una buena pregunta, pero no tengo ni idea”, dice Parry. “Por supuesto la han ganado varias veces entrenadores escoceses, como Alex Ferguson o Kenny Dalglish. Los escoceses, gente como Bill Shankly o Matt Busby, tienen una larga historia en la vieja Football League y no los consideramos como extranjeros”.

Los técnicos extranjeros con experiencia en la Premier consultados para este reportaje prefieren el anonimato al emitir críticas. Denuncian que la culpa de la parálisis recae fundamentalmente sobre la FA. La Football Association, la federación nacional más rica del mundo, es responsable, según ellos, del adiestramiento arcaico de los entrenadores y del respaldo de árbitros que toleran el juego violento. Una cosa va unida a la otra.

“En España los niños calientan haciendo rondos”, dice un entrenador; “en Inglaterra calientan tirando córners. Los técnicos ingleses siguen las directrices de su escuela, dependiente de la FA, y se basan en el POMO, Position of Maximum Opportunity, o posición de máxima eficacia. El POMO es un concepto de hace cincuenta años que induce a que se juegue en largo porque se considera que cuantas más veces se ponga la pelota en el área rival más posibilidades hay de ganar. Por eso en el Blackburn de Sam Allardyce el portero era el jugador que más veces metía el balón en el último tercio del campo contrario”.

La ineficacia competitiva del típico juego frontal británico se ha probado en Champions, Mundiales y Eurocopas en las últimas décadas. Pero, como señala Jon Toral, es divertido. “Con la Liga inglesa se disfruta muchísimo”, dice el volante del Granada, que el año pasado militó en el Birmingham City a las órdenes del tradicionalista Gary Rowett.

“Tal vez los estadios se vaciarían con un fútbol de más control, más táctico”, observa Toral. "A los británicos les gusta ese fútbol de ida y vuelta. El público aprieta mucho para que a la mínima oportunidad que tengas busques rápido llevar el balón al área contraria. Te piden que demuestres que quieres rematar. En el Birmingham buscábamos más la segunda jugada, el balón largo. Tratábamos de colgar muchos centros al área porque teníamos a Clayton Donaldson, un delantero centro que se las llevaba todas de cabeza. Cuando tienes este tipo de jugadores está bien intentar el juego aéreo. Yo era mediapunta y marqué unos cuantos goles llegando desde atrás”.

El juego directo promueve la disputa física por el balón que vuela. El choque es inevitable y los árbitros protegen al más fuerte. “En Inglaterra los árbitros no protegen al portero en el área chica”, observa un entrenador español; “es como si no supieran que lo ordena el reglamento FIFA. Y si disputas un balón con el pie en alto no penalizan el plantillazo ni el juego peligroso, como en el continente. Lo llaman challenge. Y lo consideran legal”.

Dice Rory Smith que el triunfo del Mundial de 1966 apagó las voces críticas. Los más inflexibles acabaron por establecerse. A veces el éxito sirve para fracasar.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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