Mouriño ultima la venta del Celta a una empresa china
Enviados del grupo empresarial CITS negocian con el presidente el trasvase de la mayoría accionarial del club gallego
Cuando el aficionado del Celta apela al orgullo presume de la cruz de Santiago que preside su camiseta como referencia caballeresca que entronca con una particular cruzada futbolística. También recuerda que el equipo viste los colores del cielo y lleva el nombre de una raza, pero a partir de ahora ese andamiaje sentimental será de origen chino si se concreta la venta de la mayoría accionarial del club al grupo empresarial CITS (China International Travel Service), una compañía de capital estatal que desde hace más de 60 años centra sus actividades en el terreno del ocio, el turismo y servicios a viajeros, el negocio inmobiliario y el comercio libre de impuestos.
Diez enviados suyos llegaron el pasado fin de semana a Vigo y este lunes, con la festiva resaca de la victoria ante el Barcelona, visitaron los campos de entrenamiento del equipo, el estadio de Balaídos y la nueva sede del club en el centro de la ciudad. El acuerdo con Carlos Mouriño, el presidente del Celta, está próximo a cerrarse en torno a los 100 millones de euros. El dirigente accedió al bastón de mando del Celta en junio de 2006 cuando adquirió a Horacio Gómez, el anterior mandatario, el 39,8% de las acciones por 5 millones de euros. Dos años después el club entró en concurso de acreedores con una deuda de 85 millones.
A día de hoy está saneado, tiene una previsión de beneficios anual superior a los 10 millones y unos ingresos por derechos de televisión que han pasado en dos años de los 21 a los 53 millones, sin contar lo que le puede reportar su trayectoria recién retomada en competición europea. Aparentemente una golosina, también un negocio perfecto para Mouriño, que tras la adquisición inicial de acciones para llegar a la presidencia ha invertido 15 millones más en el club, la mitad de ellos en un préstamo para aliviarlo en los momentos más precarios.
Si la venta se sustancia será entre el reparo de los aficionados. “¡Mouriño, atiende, el Celta no se vende!”, clamó la grada el pasado jueves durante el partido que enfrentó al equipo contra el Panathinaikos. Pero la oferta china no solo es sideral para un presidente que ha cumplido 73 años y ya anunció que ve “complicado” que sus hijos, residentes en México, se hagan cargo de la entidad, sino que alerta sobre el papel secundario que aguarda a los pequeños accionistas en un escenario de clubes saneados como es hacia el que se avanza en el fútbol español.
Un centenar de socios firman una misiva en la que le piden al dirigente que no deje a la entidad al capital asiático
Una operación acordeón que redujo en diciembre de 2009 el precio de las acciones de los 60 euros pagados por cada una de ellas a tan solo 10 propició que Mouriño se quedase con el 26,7% de los títulos. Abanca tenía el 24,6% y una serie de acreedores sindicados entre los que estaban presentes varios futbolistas (Placente, Baiano o Contreras, entre otros) y pequeñas empresas, el 8,8%. Hace dos años Abanca llegó a un acuerdo con Mouriño por 5,5 millones de euros y este poseía, según la última auditoria conocida, el 52,26% de la propiedad del Celta tras otras pequeñas compras.
Los inversores chinos quieren tener más control y en las últimas semanas diversos accionistas con capacidad para sumar entre ellos un porcentaje carente de incidencia, pero estimable, han recibido ofertas por sus títulos y una advertencia: deberían vender ahora porque corren el riesgo de que en poco tiempo, en cuanto entre una nueva mayoría, se apruebe una ampliación de capital al estilo de la que hizo el Espanyol y se deprecien considerablemente. Además, Mouriño dejó abierta en su última comparecencia pública la posibilidad de que el préstamo de 8,1 millones que hizo en su día al club acabe por capitalizarse accionarialmente, previa aprobación en la junta general que todavía controla, y aumente el porcentaje total que pase a manos de un posible comprador.
Una venta por 100 millones le supondría a Mouriño una plusvalía de 80 respecto a lo invertido en el club, todo tras pilotar una complicada travesía desde una deuda monumental al saneamiento. “Está en su derecho, pero sería un triste epílogo a su mandato e iría contra los valores que defendió durante una década en la que la identidad del club con la ciudad de Vigo y con Galicia ha sido uno de sus pilares”, apuntan en una misiva dirigida a Mouriño y firmada por un colectivo de un centenar de socios. En otro comunicado, una docena de peñas de aficionados del club expresan su preocupación no por la venta sino por a quien se vende y piden que el Celta continúe siendo “un club del pueblo gallego”. “Si pasa a manos extranjeras poco a poco perderemos nuestra identidad, así que estamos en desacuerdo con esa venta”, concluyen.
Diez emisarios chinos recorrieron este lunes Vigo en tres taxis entre el estupor, el recelo y el debate, porque tampoco hay mayores referencias sobre CITS, de la que no se conoce vínculos con el mundo del fútbol.
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