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EL QUE APAGA LA LUZ
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El show de Modric

En un mundo, el del fútbol, donde cada vez cotizan más los especialistas, Modric viene a ser algo así como el 'todocampista' perfecto

Modric celebra su gol a Osasuna.
Modric celebra su gol a Osasuna.© Carlos Rosillo (EL PAÍS)

Hagamos un déjà vu: “... En medio de aquella barahúnda surgió la pequeña figura del mejor centrocampista del mundo. El mejor, sí. Es una opinión, claro, personal e intransferible, de quien esto escribe, que tiene los gustos que tiene, tan buenos o tan malos como los de los demás. Y tan respetables”. Esas palabras las escribió este columnista el pasado día 14 de junio, en plena Eurocopa. Estaban referidas a Luka Modric, que defendía en aquel torneo la camiseta croata. Chuzos de punta le cayeron a servidor de usted, desde alguna pedagógica barra de bar, desde las redes sociales e incluso desde algún asiento cercano de esta Redacción. Casi tres meses han pasado y este opinador cree necesario hacer pública su rectificación: no es que Luka Modric sea el mejor centrocampista del mundo. Es que lo es de largo.

Y antes de que surja de nuevo la comparación con ese maravilloso futbolista llamado Iniesta, conviene precisar que la expresión centrocampista está utilizada para aquel que es capaz de dominar toda esa superficie del césped. No la zona más cercana al área rival, a una banda u otra. Engloba, desde el criterio que uno defiende, desde el mediocentro hasta la mediapunta, a izquierda y derecha. Y en todos, en absolutamente todos esos puntos del centro del campo, Modric se ha acostumbrado a regalar exhibiciones. Recordemos, por ejemplo, la final de la Champions de 2014 ganada por el Madrid al Atlético. En aquel partido, el mediocentro único del equipo de Ancelotti fue Modric, acompañado de Khedira (luego Isco) y un arrebatado Di María. Nadie recuperó más balones que el croata (ocho) y, a la vez, nadie acertó tanto en el pase (86%). Hoy, Modric ocupa una zona distinta en el equipo (ya tiene por detrás a Casemiro para personarse en cuanta batalla se produzca), y él se puede dedicar, por ejemplo, a inventarse el regate del año, una ruleta de espaldas que le llevó a colarse entre dos rivales de Osasuna negando la impenetrabilidad de los cuerpos. O a marcar su undécimo gol con la camiseta blanca, el noveno que consigue con un zapatazo desde fuera del área. En un mundo, el del fútbol, donde cada vez cotizan más los especialistas (y los idiotas), Modric viene a ser algo así como el todocampista perfecto.

El Bernabéu aclamó en pie a Modric tras ser testigo de un nuevo show del croata. Horas después, el Camp Nou despedía en silencio al Barça tras una de las sorpresas del siglo, el triunfo del Alavés. Hace unas fechas, Jürgen Klopp, de profesión entrenador del Liverpool, y de hobby lenguaraz habitual, decidió poner en entredicho la competitividad de la Liga española en comparación con la Premier inglesa. “La gran diferencia con España es que allí el Barça puede jugar el 50% de sus partidos con el equipo B”. Pues va a ser que no. La mitad de los equipos de la Liga no son una madre para los reservas del Barça. Véase, por ejemplo, el Alavés. Pobre en dineros y recién ascendido, el cuadro vasco desactivó a un rival que compareció con siete no habituales, el equipo B que diría Klopp. Perdió el técnico alemán del Liverpool una gran oportunidad de callarse la boca. Porque en vista del meneo que acostumbra a meterle el Barça, y otros equipos de la Liga, a cuanto rival inglés se cruza con él en la Champions, esos tan ilustres, el Arsenal, el United, el City y demás, no quiere uno imaginarse qué no haría con uno de media tabla para abajo. Igual le llegaba con el equipo C.

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