El Sporting se desata para golpear primero
El Athletic cae con merecimiento en El Molinón ante un rival que le superó por ritmo, frenesí y contundencia
El Athletic parecía más, pero fue menos. Le correspondía mandar por potencial económico y futbolístico, pero el Sporting interpretó el partido para llevarlo a su terreno y generar su fútbol. Para ganar. Aparcó las fruslerías el equipo de Abelardo, que convirtió el centro del campo en territorio evitable para atacar y en campo minado cuando le tocaba defender. Ya no es en propiedad el Sporting de los guajes, con seis de sus incorporaciones veraniegas y foráneas en el once, con apenas tres productos de Mareo en la alineación inicial, pero mantiene sus señas de identidad: evoluciona a todo trapo, encima al rival, juega con alma. El ADN del Athletic también se conforma así, pero tiene mimbres para gestionar los partidos de otra manera. El equipo de Valverde se entregó durante bastantes pasajes al ir y venir de Iñaki Williams, que apuñaló el flanco izquierdo del rival. Por allí Isma López ya cargaba con una tarjeta amarilla mediada la primera parte y debieron bascular las ayudas. No supo apreciar o gestionar los espacios que dejaron.
Apuntó más que dio el Athletic en ese acto inicial y se arriesgó a salir golpeado incluso antes del descanso, porque el Sporting fue más concreto. Llegaron los locales al gol pasada la media hora con sendos remates de Víctor Rodríguez, un libre directo que se fue cerca de la escuadra y un remate de cabeza tras una jugada frenética en la que la pelota fue de lado a lado en un diabólico zigzag. El Sporting se encontró cómodo en un partido con ritmo, achispado, sostenido por el griterío de su entregada afición. El Athletic pareció más proclive a extraer frutos del sosiego, tanto que a veces pareció hasta retórico, quizás un efecto provocado por las piernas plomizas del inicio de temporada. Por ahí el Sporting sabe que no le sobra margen para llegar a la primera jornada con el depósito por llenar. Su éxito está en su capacidad para desatarse, para jugar cada minuto de la competición como si fuese el último, sin concesiones. El equipo asturiano hace de la excitación virtud, no se maneja con medias tintas. Su primer gol le retrata, un remate con el corazón del empeine de Čop, que evidenció la pachorra vasca, displicente el Athletic para defender un córner que empaló el croata con un monumental remate tras un movimiento de distracción que le dejó en ventaja sobre un despistado San José.
Es entonces, en esos momentos, cuando El Molinón bulle, cuando un modesto como el Sporting logra el milagro de intimidar a cualquier equipo de la Liga. El Athletic se cayó. Recibió el segundo gol, firmado por Víctor Rodríguez, dos minutos después del primero y pudo encajar dos más en diez minutos de locura que finalizaron con un penalti que Isma López envió a los guantes de Iraizoz y un remate de Burgui al palo. El equipo de Valverde se desarboló, descontrolado, incapaz de conectar con Beñat para que le diese un dictado y activase a Raúl García y Aduriz, sin la presencia de Williams, sin que compareciese Susaeta, que dejó la banda izquierda a Muniain justo en plena apoteósis gijonesa. Todos fueron víctimas de un desorden que agradaba al Sporting, cómodo siempre en la ebullición, aplicado para sostenerse en ventaja y sumar los tres primeros puntos a pesar de que un postrero churro de Williams le complicó el final y le metió bajo la portería para defender una mínima ventaja.
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